Las casas de migrantes: su importancia en la vida y tránsito migrante por México

Las casas de migrantes: su importancia en la vida y tránsito migrante por México

Por Eric Oliver Luna González

La problemática de la migración en tránsito irregular por México es sin duda una problemática social que da mucho de qué hablar, pensar y hacer; sin embargo, las acciones que devienen son las que nos dan un panorama general; este tipo de movilidad humana involucra a distintos actores que tejen redes de asistencia y humanitarismo como respuesta.

En las siguientes líneas se expondrá el caso de algunos de estos actores que genéricamente se llaman “casas de migrantes” (Manenti, 2012; Müller, 2014; Candiz y Bélanger, 2018; Olayo, 2018, Luna, 2016, 2020). Las casas de migrantes de las que se hará mención son aquellos espacios de acogida y ayuda para personas migrantes en situación y condición de tránsito irregular por México y que cruzan la frontera sureste, provenientes de Centroamérica, Sudamérica y el Caribe, extracontinentalemente en su camino a los EE. UU. También, como otra característica (tal vez la más importante): estas casas de migrantes están vinculadas parcial o totalmente a la iglesia (católica mayoritariamente) y a su vez, responden al trabajo de distintos grupos y redes religiosas como los son scalabrinianos (as), jesuitas y franciscanos (as), etcétera.

En el directorio 2018 de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) “Albergues para personas migrantes” se pueden contabilizar más de 120 espacios de este tipo; prácticamente en todo el territorio mexicano hay casas de migrantes ubicadas a lo largo de las rutas de tránsito (por lo general cerca de las vías del tren) pero es en el sur y en el norte donde se concentran. Poniendo sobre la mesa este mapa geográfico y social hay que mencionar la función de estas casas de migrantes y sus tres pilares fundamentales: comida, techo y descanso, lo cual los vuelve oasis de esperanza para quienes llegan a sus puertas (CNDH, 2018). Es así que en una generalización se expondrá el trabajo de las casas de migrantes y para cerrar se mencionará el trabajo realizado desde El Hogar Refugio para Personas Migrantes: La 72 (Tenosique, Tabasco, Méx.).

Las casas de migrantes son espacios de ayuda y asistencia humanitaria y, debido al espacio de este texto, basta decir que pueden entenderse como un humanitarismo desde abajo (o “desde la base” siguiendo la traducción desde el inglés: humanitarian from below), como menciona Olayo Méndez (2018) para explicar cómo las acciones que se llevan a cabo en las casas de migrantes son una respuesta emergente desde estas mismas sin responder a instituciones o políticas definidas u oficialistas; este humanitarismo evoluciona y se diversifica conforme las necesidades que presenta la atención a los grupos de personas migrantes. Hay que dejar en claro que las casas de migrantes (salvo excepciones) son un fenómeno particular de México, replicado en otros países como Guatemala y Honduras, y que han ido vinculándose con instituciones u organizaciones de la sociedad civil o estatales sin que esto signifique su adhesión al proyecto de estas últimas. Es decir, son actores con cierta autonomía, por lo tanto con planes de trabajo y proyectos propios.

Comida-Techo-Descanso es lo que ofrecen como base de este humanitarismo que tiene un fuerte componente de fe y ayuda al prójimo; sin embargo, la misma atención que brindan les ha exigido configurar y ampliar la misma hacia acciones que van desde la defensa de los Derechos Humanos (DD. HH.), asistencia médica y psicológica, acompañamiento legal, entre otros campos que requieren el trabajo profesional en áreas específicas y que, como mucho del trabajo que se hace en estas casas, se logra por medio del voluntariado nacional e internacional de personas, quienes llegan por cuenta propia o responden a alguna organización no gubernamental o de la sociedad civil (ONG u OSC) (Moreno y Niño, 2013; Candiz y Bélanger, 2018; Luna, 2018).

Fotografía de Eric Oliver Luna González

Fotografía de Eric Oliver Luna González

En el caso del Hogar Refugio para Personas Migrantes: La 72 (Luna, 2020), al estar localizada cerca de la frontera con Guatemala (El Ceibo) y parte de la Red Franciscana para Migrantes (RFM), su labor es sumamente importante, pues se encuentra en el cruce transfronterizo y parte de la ruta migratoria del Golfo que vincula ciudades como Tenosique-Emiliano Zapata (Tab.), Palenque-Coatzacoalcos (Ver.), Reynosa (Tam.) y Monterrey (N.L.). Desde el 2011 en que fue abierta (anteriormente se atendía a las personas migrantes en la parroquia de Tenosique), La 72 no ha detenido su atención (ha sido parcial como en el actual contexto pandémico) y todos los días recibe, da comida y techo a las personas en tránsito irregular que llegan a sus puertas.

Del mismo modo, y por citar un ejemplo de la capacidad de atención, en las últimas caravanas del 2020 (enero-febrero) antes de la cuarentena global, llegó a recibir en una  sola noche a más de 500 personas y esto fue una constante durante casi una semana. Las áreas de atención a la Defensa de DD.HH. y acompañamiento legal que apoyan en las denuncias por violencia o en orientación para los trámites de regulación migratoria y/o refugiado en México, documentaron y atendieron cada caso que se presentaba. El área de asistencia humanitaria y de voluntariado junto a los equipos de cocina y guardia (formados por personas migrantes) recibieron, registraron, sirvieron alimento y dieron instrucciones a quienes llegaban en un horario normal de 09:00 am a 09:00 pm y en horarios extraordinarios (noche-madrugada). Sin el trabajo de La 72, hay que decirlo, el tránsito de las personas migrantes sería aún más difícil y doloroso: los 65 kilómetros que separan al centro de Tenosique de la frontera de El Ceibo son ampliamente conocidos por las agresiones varias por parte de agentes del INM, ejército y policías o del mismo crimen organizado de los cárteles que trafican, extorsionan y secuestran a las personas migrantes.

El trabajo realizado por La 72 es solo un breve ejemplo del trabajo humanitario desde abajo; no es extraño ver en las casas de migrantes áreas de atención a la comunidad LGBT o a menores no acompañados como parte de todos los servicios ya mencionados. El trabajo en conjunto con organizaciones como Médicos sin Fronteras, Cruz Roja, ACNUR ha permitido que su labor humanitaria se extienda. Sin su labor y presencia, difícilmente se defendería la vida y dignidad de la persona migrante que es olvidada en los grandes proyectos estructurales y que solo toma relevancia, como el caso de los mexicanos y mexicanas en los EE. UU., cuando se habla de las remesas que envían a sus países de origen, o de eventos de deportación masiva como recientemente está sucediendo con la aplicación del Título 42.

Medir la cantidad de personas migrantes que cruzan en tránsito irregular y transnacional por México hacia los EE. UU. es algo difícil, las mediciones se logran de manera indirecta y tanto organizaciones de la sociedad civil como gubernamentales estimaban que, por lo menos hasta 2017 había un flujo contante de más de 300 mil personas (REDODEM, 2018). ¿Quiénes, cómo y desde dónde se atiende a estos grupos? De las muchas respuestas, una debe sobresalir, pues en muchas ocasiones son invisibilizadas las casas de migrantes. Estas son ese actor social que ayuda, no al tránsito irregular, cuidan y permiten un humanitarismo emergente (y en emergencia constante), a que las vidas llevadas muchas veces al límite por las desigualdades estructurales y cotidianas persistan y tengan justicia. Pero, sobre todo a que nunca más sean olvidadas ni invisibilizadas.

 

Bibliografía

  • CNDH (2018). Los desafíos de la migración y los albergues como oasis: encuesta nacional de personas en tránsito por México. CNDH: México.
    Candiz, G. y Bélanger, D. (2018). Del tránsito a la espera: el rol de las casas del migrante, en México en las trayectorias de los migrantes centroamericanos,Canadian Journal of Latin American and Caribbean Studies / Revue canadienne des études latino-américaines et caraïbes43:2, 277-297.
  • Luna, E. (2020). Actor-red, espacio social y migración irregular transnacional en tránsito por México. Etnografía del Hogar Refugio para Personas Migrantes: La 72. Una casa de migrantes en la frontera sureste. Disertación de grado (tesis de maestría): UAM-I.
  • ————-(2018). El voluntariado en las casas de migrantes: la experiencia como voluntario en La 72. Espacios transnacionales 10(6), 32-42.
  • ————-(2016). Sobre la experiencia en campo: las casas de migrantes en el sureste mexicano. Espacios transnacionales 6 (3), 64-79.
  • Manenti, R. (2012). Migration and Borders: the casas de migrante and the flow of unauthorized migrants, disertación de grado (tesis doctoral): Fordham University.
  • Moreno, J., y Niño, L. (2013). Una mirada hacia las organizaciones civiles de apoyo al migrante en Baja California y Sonora. Región y Sociedad, XXV (57), 61-96.
  • Müller, P. (2014) La contribución de las organizaciones de la sociedad civil a la defensa de los derechos humanos de los migrantes en la región fronteriza Tijuana-Mexicali-San Diego 1994-2014, disertación de grado (tesis doctoral): El COLEF.
  • Olayo-Méndez, J. (2018). Migration, poverty, and violence in Mexico: The role of Casas de Migrantes (Doctoral dissertation): University of Oxford.
  • REDODEM (2018) Procesos migratorios en México: nuevos rostros, mismas dinamicas. México.
La migración exitosa como correlato al “Viaje del héroe” de Joseph Campbell

La migración exitosa como correlato al “Viaje del héroe” de Joseph Campbell

Por Juan Manuel Labarthe

Joseph Campbell en El héroe de las mil caras reconoce que los relatos de aventura mitológica siguen el mismo patrón que los ritos de iniciación: separación-iniciación-retorno (1972, pág. 25). La relación no es casual: las narraciones míticas constituyen modelos de conducta social y comportamiento individual en una determinada comunidad. Si bien en el mundo moderno considerado racional, progresista, y cientificista el relato mitológico, no tiene ya esa capacidad de explicación total y de modelo absoluto de conducta y reglamentación, subsisten tanto en la psique individual como en la colectiva, narraciones míticas y comportamientos asociados a dichos relatos. Así lo señala Mircea Eliade en Mito y realidad, “no se trata de «supervivencias» de una mentalidad arcaica, sino que ciertos aspectos y funciones del pensamiento mítico son constitutivos del ser humano” (1992, pág. 189).

El hombre es un ser individual a la vez que social, y en los relatos modernos el sustrato de la aventura mítica penetra ambas realidades pues le permite profundizar en su interioridad, a la vez que articular su existencia con la del grupo. Para Campbell (1972) un “héroe es el hombre o la mujer que ha sido capaz de combatir y triunfar sobre sus limitaciones históricas personales y locales y ha alcanzado las formas humanas generales, válidas y normales” y añade siguiendo a Toynbee que, en todos los relatos míticos, el héroe después de cumplido su objetivo, está encargado de una segunda tarea: “enseñar las lecciones que ha aprendido sobre la renovación de la vida” (pág. 19).

El viaje del héroe integra tres viajes claramente diferenciados: 1. El viaje físico, 2. El viaje interior hacia un conocimiento de la propia individualidad, 3. El viaje hacia los demás donde, ya transfigurado, el héroe puede iluminar a otros.

El héroe de las mil caras con su lenguaje accesible se convirtió en un bestseller antropológico y un referente para muchos estudiantes que fueron a la universidad en los años sesenta y los setenta. Entre ellos se encontraba George Lucas, creador de Star Wars, quien utilizó el modelo de Campbell para la creación de su saga interestelar. El increíble éxito de la película mostró, como afirma Eliade, que el individuo moderno sigue necesitando de mitos que le den sentido a su vida personal y social, y que estos nuevos mitos siguen patrones narrativos milenarios. Posteriormente, Christopher Vogler simplificó el modelo tripartita de 17 etapas del viaje del héroe a sólo 12 como una guía para elaborar guiones de cine e incluyó esta versión en su libro The writer’s journey (1992).

En los testimonios de migrantes indocumentados que tienen éxito al establecerse en el nuevo país, es común encontrar el patrón del viaje del héroe. En el caso de los migrantes mexicanos y centroamericanos, el cruce ilegal de la frontera de México con los Estados Unidos y el trabajo indocumentado se presentan como una aventura en la que el héroe-migrante-narrador despliega su astucia y valentía para enfrentar y vencer múltiples obstáculos.

Es común que las dimensiones simbólicas de la inmigración indocumentada pasen desapercibidas; sin duda no por las comunidades migrantes, los antropólogos, sociólogos o activistas de derechos humanos, pero sí por los medios de comunicación, los economistas y los politólogos. De acuerdo con Martha García (2008), quien estudia los rituales de paso de los nahuas del sur de México hacia Estados Unidos, las explicaciones del fenómeno migratorio suelen ser reduccionistas. La migración es vista como mandatos de la tradición en las comunidades consideradas de cultura migratoria (pág. 129) o como la búsqueda de una vida mejor que propone el American way of life. La huida al norte se reduce a una ideología de prosperidad de carácter individualista (pág. 146). Por el contrario, la ventaja de presentar el fenómeno desde una visión mítico-simbólica, es que permite establecer un soporte amplio, una sola matriz que integra otros discursos y reflexiones sobre el tema migratorio.

Al analizar el testimonio de un migrante oaxaqueño identificado como Humberto, quien migró exitosamente y se estableció en Estados Unidos en los años ochenta (Gonzáles & Rodríguez, 2017) encontré sin ninguna dificultad once de los doce pasos del esquema del “Viaje del héroe” de Vogler que simplifica el propuesto por Campbell. Presento a continuación ocho de ellos a manera de ejemplo:

  1. El mundo ordinario: el héroe se ve en su vida cotidiana. “Nuestros padres tenían un terrenito lejos del pueblo y cerca de un grande cerro, donde cuando caía la lluvia sembrábamos maíz y frijol, calabazas también, debido a la pobreza de la tierra cosechábamos muy poco, no nos alcanzaba para comer, éramos pues muy pobres” (pág. 97).
  2. La llamada a la aventura: el incidente inicial de la historia. “Pero una vez me encontré con una mujer en un camino, estaba linda de verdad y muy joven también. Aunque no le hablé, ella sí lo hizo, platicamos un rato. Me dijo que no tenía novio pero que yo le gustaba, me vine pal norte para casarme con ella cuando tuviera dinero” (pág. 97).
  3. Encuentro con el mentor: el héroe obtiene los suministros, el conocimiento y la confianza necesarios para comenzar la aventura. “Mi padre vendió dos vacas de las que teníamos, me dio el dinero para la aventura” (pág. 97).
  4. Cruce del primer umbral: el héroe se compromete entusiasmadamente con la aventura. “El camino no fue fácil, desde luego me vine en camión de esos que van pal Norte” (pág. 97).
  5. Pruebas, aliados y enemigos: el héroe explora el mundo especial, enfrenta pruebas y hace amigos y enemigos. “Ya en Nayarit empezaron las investigaciones de policía. Se subían al camión con rifle en mano y que nadie se moviera, como si fuera un robo o nosotros fuéramos los bandidos” (pág. 97). “Me dio miedo y le di 200 pesos y seguimos el camino en Guaymas y Santa Ana… Cuando salí de la central camionera, tres o más chavos me querían ayudar, todos me ofrecían el mejor coyote y el que menos cobraba” (pág. 98).
  6. Aproximación a la caverna más profunda: el héroe se acerca al centro de la historia y del mundo especial. “A los dos días salimos. Por la noche nos llevaron a un lugar lejos de la casa… Alguien quitó algo que parecía un matorral de junto a la malla, y se descubrió un agujero en la tierra y parte de la malla cortada. Adentro gritó el que la hacía de coyote y nos dejamos ir pasando en unos cuantos segundos, corrió el coyote: —Síganme —dijo. Lo seguimos por tal vez quince minutos. Llegando a un pequeño río descansé. Dijo: parece que el primer paso ya estuvo” (pág. 99).
  7. Resurrección del héroe: el héroe experimenta un momento final de muerte y renacimiento. “Fue un invierno malo de verdad, colectábamos comida donde podíamos, algunas veces en las iglesias católicas otras veces en las protestantes y algunas gentes nos regalaban algo, cuando empezamos a trabajar debía dos meses de renta, pero mi hermana estaba contenta y con eso yo. El tiempo vuela, en junio por fin nació mi sobrino… bien nacida, al parecer sana de todo como lo dijo el doctor” (pag.107).
  8. Regreso con el elixir: el héroe regresa con algo para mejorar el mundo ordinario. “Una característica de los mixtecos, como nos dicen, es la unidad. Donde hay un mixteco siempre habrá 15 o más, siempre guiados por un líder que nunca es nombrado, eso se lo ha ganado… Yo tuve la oportunidad de estar varias veces en la radio para llevarles el mensaje a hermanos mixtecos, que la mayoría de las veces se lograba” (pag. 108).

Valga este ejemplo para demostrar que los relatos de migración exitosa, leídos bajo el marco analítico del “Viaje del héroe”, permiten atisbar y articular un doble proceso: la transformación social e identitaria. La lectura mítico-narrativa no requiere de una compleja exégesis pero es un instrumento capaz de horadar, como un taladro de perforación, el subsuelo para ver los diferentes componentes del sustrato. Esto es fundamental porque es imposible comprender la complejidad del fenómeno migratorio sin atender a su dimensión simbólica. El viaje del héroe se constituye como una rejilla conceptual que permite integrar exitosamente investigaciones empíricas y discursos teóricos en torno a la migración, ya sea que estos tengan como objeto de estudio la violencia, las políticas migratorias, la desprotección estatal o la configuración identitaria del sujeto posmoderno.

Bibliografía

  • Campbell, J. (1972).  El héroe de las mil caras. Psicoanálisis del mito (T. Luisa Josefina Hernández). FCE. (Obra original publicada en 1949).
  • Eliade, M. (1992). Mito y realidad (T. Luis Gil). Editorial Kairós. (Obra original publicada en 1962).
  • García, M. Dimensiones simbólicas de la inmigración indocumentada. Rituales de paso de “norteños” y “norteñas” nahuas del sur de México hacia Estados Unidos. (2008). NORTEAMÉRICA, 3(1), págs. 97-108.
  • González, C. y Rodríguez, M. (2017). Testimonios de migrantes. Universidad de Guadalajara.
Paisaje radiante sin lluvia

Paisaje radiante sin lluvia

Por Armando Gómez Rivas

La luna se asomó de a poquito mientras subía el cerro. Había caminado horas bajo el rayo del sol. Me ardía la piel de la cara y las manos se sentían ampolladas. Pero, al ver que salía ese círculo amarillento para saludarme, sentí que podría abrazar a papá. Fue entonces que las fuerzas me regresaron. Sin derramar una lágrima, empecé a sollozar y seguí caminando.

El camino había sido duro. Ni siquiera pude recordar todo lo que había pasado; lo mucho que había tenido que andar desde que salí. Mi memoria nunca ha sido buena. Por eso, en mi morralito traía un cuaderno con las notas de lo que debo y de lo que no puedo decir. Eso me lo recomendó el compadre de papá que ya había estado en Arizona. A la mitad del cuaderno había una hoja doblada para separar las dos partes. Enfrente, en la cubierta de cartón decía mi nombre, Miguel Ángel, y Español, Cuarto Grado. Pero no es cierto, la verdad es que lo utilicé para todas las clases. Lo traje para hacer notas y, además, para poder decirle a los de la migra que tenía clases o que venía de con la maestra Lupita. Como sea, le quité las hojas usadas para que me sirviera para el viaje. Como dijo mamá, se necesitaba para tener apuntadas cosas importantes: las ciudades por las que tenía que pasar, el nombre del tren al que tenía que subirme al llegar a México, con quién tenía que hablar si conseguía pasar a los Estados Unidos…

No era malo escribiendo. Aunque me tardé mucho, mi letra se podía entender bien. Cuando pasé la primera frontera, en lancha, intenté memorizar las líneas con las que empieza el himno mexicano. Estaban en la sección de lo que sí podía decir. La gente murmuraba, en voz suavecita, cosas a la virgen para llegar pronto al otro lado. Yo repetía «un soldado en cada hijo te dio», mientras imaginaba que el país al que estaba llegando podría tener guerrillas como las que habían acabado con muchos de mis tíos. Para ese momento ya había caminado varios días, solito. Me había terminado las tortillas que me había puesto mamá y no sabía cuánto camino faltaba para llegar. No me dio miedo porque mucha gente llevaba la misma dirección; se dirigían a tomar «La bestia», el tren del norte.

Cuando sentí que estaba cerca de la orilla de México salté, sin más. Tenía mucho calor y el agua me llamó para refrescarme. Fue poquito tiempo, pero al salir parecía como si fuera parte de un grupo de niños que chapoteaban en el río. Los militares de la frontera, la migra, les pegaron a los señores que venían en la lancha y a varias de las mujeres las arrastraron de los pelos; las subieron a un camión agarrándoles las nalgas. Uno de los militares se rio cuando escuchó que dije «mexicanos al grito de guerra…» y los demás niños se unieron a cantar conmigo el himno mexicano. Yo nada más me sabía la letra, porque nunca había oído la música.

Seguí la vía del tren, hasta que pasamos una ciudad terrosa. A ratitos, para descansar, sacaba un carrito de plástico que encontré tirado. La vía empezó a vibrar. No sé de dónde, cientos de personas aparecieron de entre los arbustos. Al igual que los demás, salté para subir al tren. Los hombres se peleaban por llegar al techo. Yo me acomodé sin problema en un huequito de la escalera y poco después el tren caminó sin parar.

En la noche, con el frío y el miedo de caer, me comí todos los dulces para el viaje. Pero no me dormí. De pronto ya había amanecido, el tren se detuvo y la gente empezó a bajar. Sin pensarlo dos veces, salté para seguirlos. No podía caminar tan rápido y sus huellas desaparecieron. Seguí. El desierto era muy bonito. El sol era tan fuerte y tan brillante que los colores parecían más vivos que nunca. Quizá por eso le decían mexicano al rosa. Era como si el cielo se hubiera enojado, de repente se ponía tristón y después morado de coraje. Sí, el cielo aguantando la respiración para cambiar de color.

Al comparar el desierto con los árboles de mi pueblo, pensé que estaba en otro planeta, ni siquiera en otro país. Nunca había visto nada parecido. En casa me agarraba de los troncos para subir con las piernas y arrancar los mangos. Aunque tenía hambre y mucha sed, no me atreví a trepar a esos palos verdes con brazos cortitos que solo parecían dar espinas. Cuando la luz de la luna me acompañó, descansé un poco, dibujé algunas de mis aventuras en el cuaderno y, antes de dormir, repasé, una vez más, las palabras que me gustaría decirle a papá en el momento que nos viéramos.

Vía férrea

Vía férrea

Por Khatia García

Durante mi estadía he visto ir y venir a mucha gente, los he visto de distintos tamaños y edades, de género no hablo porque me limito a verlos como personas; varios aparentan tener la misma cara, o al menos eso me parece por los mismos rasgos, no sé si todos sean familia o tal vez sea cierto que existen razas. Todos ellos se van. Suben a los vagones de carga, escondidos entre la maquinaria para que nadie los vea, pero todos lo hacen, yo lo hago siempre.

Se dice que no hay nada más que la patria, la casa, no obstante, cuando ya no te ofrece nada, no queda otra cosa que marcharse. Sinceramente, no lo entiendo del todo porque yo no tengo una patria como ellos, aunque soy parte de muchas y cruzo el límite de la mayoría, no pertenezco a ninguna.

Me limito a cumplir mi tarea como su acompañante, pero prefiero no llegar al final de la ruta, no porque no pueda, sino porque es difícil. A veces lo hago por aquellos que no pudieron conseguirlo, no me queda otra cosa que observar a los pocos sobrevivientes (o supervivientes), ver lo que pocos han logrado: no haberse detenido por buena o mala fortuna, por su suerte o la de otros; algunos con manos limpias, otros olvidadas o manchadas. Definitivamente siempre son menos que al comienzo ¿no se supone que así son las cosas? (No deberían). No tengo favoritos ni me encariño con nadie, no memorizo fechas ni nombres porque así es más sencillo, sin embargo, no significa que aquellos olvidados nunca existieron.

Ellos se alejan, se quejan, pero sobre todo se dejan: ya no son ellos, ni lo serán cuando lleguen (si es que llegan). Tal vez serán los que nunca fueron o siempre quisieron ser, no los mismos, se llaman como quieren, como en su vida pasada o en la nueva, pero ¿quién soy yo para saberlo?

El movimiento de las emociones

El movimiento de las emociones

Por Damián Damián

Al hablar de migración se gira en torno al movimiento de las masas. Se llega al cambio a través del recorrido por mejorías de cualquier tipo, aunque las principales son económicas y sociales. Sin embargo, al migrar, las personas no solo llevan consigo metas, esperanzas o adversidades, también llevan una carga de emociones que recubren sus proyectos e ilusiones y que pocas veces, o casi nunca, he oído o leído de ello. Será porque he estado metido muy poco en el asunto o porque en la universidad no tocamos las particularidades de este fenómeno. 

Ahora, considero, una persona también puede migrar de corazón en corazón, metafóricamente. Buscando estar mejor, económicamente, socialmente, por decirlo de alguna forma común. Buscamos estabilidad. Esto es, donde sentimos que estamos mejor posicionados, donde sentimos que nos va bien. Porque, sin duda, cuando de corazones se trata, también hay una inversión. 

Y es natural que cuando andamos de corazón en corazón, aprendamos que, así como podemos llegar, también podemos irnos. Pero hay que experimentar el establecernos, el desalojarnos. Pues dejando la metáfora de lado, es el mismo proceso que viven los movimientos migratorios. Llegan, se van, se establecen. Si no se cumplen sus expectativas caminan nuevamente. Las emociones, inmersas, presentes siempre, lo mismo. He leído a muchos poetas hablar del cuerpo como un país. He leído que cuando dos enamorados se habitan, el reconocimiento que la carne tiende a sentir por la tierra ajena es por un espacio para pertenecerse. Como he dicho en un principio: vayamos a donde vayamos, de lugar en lugar, de país en país, de cuerpo en cuerpo, las emociones, esos sentires de la vida, nunca dejarán de transpirar. 

París de cuerpo entero

El no conocía París, pero tenía en la universidad una amiga francesa que se ofreció a enseñárselo. Lo llevaría hasta el último recodo, de orilla a orilla. La condición: que se dejara seducir. Que no opusiera resistencia. Él asintió con la cabeza y sonrió un instante. Apenas cerraron la puerta de la habitación del hotel, ella corrió las cortinas, apagó la luz y lo hizo entrar en la cama. Cinco días con sus noches estuvieron sus almas luchando cuerpo a cuerpo. Sólo hicieron tregua para beber un poco de la luz que se colaba por las rendijas.

Cada cuerpo, ese lugar, un país, con sus montes, cerros, selvas, ríos y desiertos, acomodados naturalmente para que las personas que lleguen para quedarse puedan establecerse y además acoplarse y entenderse, es el dador de vida para que, como lo he mencionado, puedan pertenecerse. Pues ese país se mueve, toma vuelo, brinca, respira y te demuestra que no hay que subestimarlo, que debes cuidarlo, porque a la menor provocación se zangolotea y hay que agarrarse muy bien para no caer en la nada mar, a las orillas de un pie, en la arena de una mano o en el medio día de la cintura. 

Cuando regresó a su país y le preguntaron por plazas y museos, por calles y jardines, él que no había pisado ni la acera contigua al edificio, se quedó maravillado cuando empezó a responder con la minuciosidad de un relojero.             

Rogelio Guedea, Del aire al aire

Sin embargo, es difícil llegar a un país que no conoces. Tienes que aprender el idioma, principalmente, hablarlo a tropezones, pues cada palabra significa algo distinto por regiones. Tienes que buscar en qué parte del vientre, o de las costillas, debajo del pecho o sobre qué mejilla, acomodarse, balbucear para luego formar las palabras de un cálido: este es mi hogar. Es difícil, sí. Porque llegamos, en muchos casos, sin nada y con el anhelo de estar bien, pero desilusionados de las resbaladas que te has dado de país en país, de cuerpo en cuerpo. Empero, la migración es así, un volado, un monedazo, es arriesgar, es probar. 

La vuelta al mundo
(Fragmento)

La renta, el sueldo,
el trabajo en la oficina
los cambie por las estrellas
y por huertos de harina.
Me escape de la rutina
para pilotear mi viaje
porque el cubo en el que vivía
se convirtió en paisaje.
Yo era un objeto
esperando a ser ceniza.
Un día decidí
hacerle caso a la brisa
a irme resbalando detrás de tu camisa.
No me convenció nadie
me convenció tu sonrisa.

Los movimientos migratorios establecidos buscan cómo alimentarse. Es el segundo paso después del intercambio de palabras entre los amorosos que gustan de habitar otro cuerpo, otro país. Ya sea que vayas a los labios de agua salada, a los lagrimales de agua dulce o a los rápidos del monte de venus, uno no se muere de hambre o de sed, pues la cosa es buscarle, hay que trabajar la tierra: estar a todo color, ante el calor del algo que nos cobija en nuestra estancia, y aunque se tengan que hacer sacrificios como pasar la hambruna o el tempestivo frío, hay recompensas. Comprendemos cómo hacer redituable la tierra, saber cuándo erupciona, tiembla, llueve y se enfría, y aunque nos puede entrar la desesperación y salir corriendo, hay que aguantar los putazos. Porque no podemos ir de país en país, de cuerpo en cuerpo, con cobardía. No podemos echarnos para atrás sin aprender del error y continuar. Ya, como diríamos: la cagué, aprendí, enmiendo el daño y continúo.

Y me fui tras de ti
persiguiendo mi instinto,
si quieres cambio verdadero
pues, camina distinto.
Voy a escaparme hasta la constelación más cercana,
la suerte es mi oxígeno,
tus ojos son mi ventana.
Quiero correr por siete lagos
en un mismo día.
Sentir encima de mis muslos
el clima de tus nalgas frías.
Llegar al tope de la tierra,
abrazarme con las nubes,
sumergirme bajo el agua
y ver como las burbujas suben.

Calle 13, Entre los que quiera

Por otra parte, pero en el mismo lugar, las tradiciones, costumbres, hábitos y modos es a lo que se enfrenta el migrante. Cuesta adecuarse a los días, porque un día la política interior es buena, pero la política exterior no lo es. Y puede que ese país tenga fe en un Dios diferente al tuyo. O simplemente no tenga uno. Puede almorzar a las tres de la tarde cuando tú lo haces a las nueve de la mañana. Navidad no es la navidad que tu conoces. Y el día de la bandera a lo mejor ni siquiera existe en ese lugar, donde ni hay bandera, ni navidad, ni Dios, ni políticas. Un día puede estar muy sucio y otro día muy limpio, un día puede tener movimientos bruscos y olorosos y otros días lluvia ácida. Pero es completamente natural que los países tengan ánimos desconocidos a los nuestros. Es completamente normal que los países tengan algunas islas a su alrededor, y las provean de alimento, fauna y tiempo. Si llegamos a un país, a un cuerpo, que sentimos será mutuo con nuestro trato, podemos descansar, los hogares no se crean de la noche a la mañana. 

Los amorosos
(Fragmento)

Su corazón les dice que nunca han de encontrar,
no encuentran, buscan.
Los amorosos andan como locos
porque están solos, solos, solos,
entregándose, dándose a cada rato,
llorando porque no salvan al amor.

Les preocupa el amor. Los amorosos
viven al día, no pueden hacer más, no saben.
Siempre se están yendo,
siempre, hacia alguna parte.
Esperan,
no esperan nada, pero esperan.

Migrar es un fenómeno que, en sí mismo, involucra totalmente al ser humano en cuerpo y alma y ante cualquier tipo de adversidades. Y si una persona migra de nación, lo mismo hace al entrar en la vida de otra persona.

Saben que nunca han de encontrar.
El amor es la prórroga perpetua,
siempre el paso siguiente, el otro, el otro.
Los amorosos son los insaciables,
los que siempre —¡qué bueno!— han de estar solos.
Los amorosos son la hidra del cuento.                                                                                                                                   
Jaime Sabines, HORAL

Caminantes del abismo

Caminantes del abismo

Por Eduardo Omar Honey Escandón

Anda el cuerpo desnudo
          allende los límites
de la desesperanza profunda.

Anda el hambre acosadora,
         invade los espacios
de la posible supervivencia.

Llaman fronteras a los trazos
        inexistentes
entre este punto y el otro,
       ríos a veces surgen
       muros en ocasiones,
       mares y océanos
                  llenos de balsas
                             perennes y mortales.

Anda el corazón roto,
              traspasa el hogar
de la nación traidora.

Anda el espíritu rajado,
             añora la promesa
de que hay un horizonte.

Claman límites con la palabra,
            prohibición
entre un país y otro.
            Policías a veces surgen
            militares en ocasiones,
            acusar y hablar
                      solo con verbos
                               perennes y mortales.

Anda el individuo lastrado,
              sueña que regresará
con la familia abandonada.

Anda la multitud agreste,
              manada y oscuridad
víctima de los carniceros.

Llaman separar la amenaza
              latente
entre una persona y otra,
             violencia a veces surge
            odio en muchas más,
            desprecio y asco
                        llenos de gestos
                                   perennes y mortales.

Andas tú, ando yo.
             Posibilidad presente
al ocaso del hoy.

Andamos traspasando confines
            alma, corazón y esperanza
porque sólo puede ser así.