Imaginarios y representaciones de la comunidad LGBTIQ+ desde los otros. Lectura desde el caso tlaxcalteca

Imaginarios y representaciones de la comunidad LGBTIQ+ desde los otros. Lectura desde el caso tlaxcalteca

Por Joseph Brian Gómez Flores

El presente artículo es una suerte de síntesis de una investigación más grande, la cual aborda las representaciones sociales e imaginarios colectivos de las disidencias sexuales en el Estado de Tlaxcala (México), desde el punto de vista heterosexual, cis-género y “tradicionalista” de los tlaxcaltecas. El análisis está sustentado en los datos obtenidos en campo (2019 y 2020), los cuales tuvieron lugar en la decimoséptima Marcha de la Diversidad Sexual celebrada en la entidad, el dictamen del Congreso local de Tlaxcala respecto a la reforma del Código Civil en materia de matrimonio igualitario, y los posicionamientos del Frente Nacional por la Familia, a nivel nacional y local, sobre el mismo dictamen del Congreso local.

Para llegar al caso de Tlaxcala, es importante observar los argumentos que usan organizaciones como el Frente Nacional por la Familia, y partidos políticos como el Partido Encuentro Solidario (antes Partido Encuentro Social), discursos que no están desvinculados por la corriente ideológica de ambos.

El discurso del Frente Nacional por la Familia (FNxF) está articulado desde las argumentaciones de la Iglesia católica (principalmente), y legitimado desde una perspectiva jurídica de laicos “comprometidos con la defensa del orden natural y normal de la familia, el matrimonio y la vida”. El texto que resume de manera ejemplar el discurso y en el cual se sustenta el FNxF es el escrito por Pedro Trevijano (s/a), sacerdote diocesano, y refiere dos grandes problemáticas que hacen adolecer a la sociedad, el relativismo y la “ideología de género”. Indica las consecuencias de la “ideología de género” que, según él, vulneran a las infancias y fomentan la pederastia. Por otra parte, tenemos la discusión acalorada de Antonio Velázquez (2016) desde lo jurídico, la cual señala se pone demasiado énfasis en los derechos LGBTI y pareciera que el Estado les provee de más privilegios que a los demás sujetos jurídicos. A todo esto podemos sumar múltiples encíclicas papales y “manuales” para evitar la (des)civilización.

Las narrativas violentas de estas organizaciones son desnudadas con una revisión rápida desde los estudios sociales, como es el caso de quienes ponen atención a la categoría de parentesco y familia [Engels (1884), Levi-Strauss (1956), Spiro (1959) y Gouth (1973)]; la mayoría desde el enfoque antropológico, han develado cómo se articulan las dinámicas, sus lógicas y las contradicciones de estas categorías. Es el estudio de la otredad y la mismidad lo que da cuenta de la puesta en duda de lo cotidiano, lo “normal” y la universalidad, en este caso de la familia. Así, la concepción de la institución del matrimonio como algo únicamente monógamo, heterosexual y con fines reproductivos, está muy lejos de ser la única configuración existente, aunque no se niega que es la más hegemónica en la actualidad. El estudio antropológico del parentesco identifica más prácticas y configuraciones en la institución del matrimonio, el cual es socialmente construido y responde a los requerimientos particulares de un determinado grupo humano; en él se destacan la poliginia y la poliandria, sea o no sororal o adélfica, y desde luego, el matrimonio lésbico y homosexual.

Desde una revisión puntual de la otredad hecha por antropólogos y conceptual por estudiosos de lo social, podemos evidenciar que lo llamado “natural y normal”, la “ideología de género” y el marco jurídico, son desdibujados y desnudan la argumentación del FNxF, lo que al final revela un discurso de odio y la posición privilegiada y hegemónica de la hetero-cis-normatividad. A continuación, encontramos los demás imaginarios, ahora vinculados a la población en general y no solo al FNXF.

Estas representaciones para quienes formamos parte de las disidencias sexuales no son novedad, pero es importante ponerlas sobre la mesa para analizarlas y llevarlas a su erradicación, pues son practicas violentas que van escalando de a poco hasta crímenes como el poco esclarecido caso de Juan José Roldán Ávila (Brito, 2018, 29). A continuación, se señalan unas de las muchas que existen, la gran mayoría basada en estereotipos y que sirven a la estructura social.

Entendiendo un poco las lógicas de cómo se estructura el FNxF, podemos situarnos en el estado de Tlaxcala y los momentos claves cuando el Congreso de esta entidad sesionó la aprobación del matrimonio igualitario en diciembre del 2020. Entonces Rodrigo Iván Cortés Jiménez, presidente del FNxF, señaló la imposición de “la ideología de género, a través de la figura del matrimonio homosexual” (2020). Esta narrativa reafirma la de su organización, previamente expuesta. Lo anterior se complementa con que el imaginario colectivo del matrimonio como una institución natural e incluso biológica que no corresponda al matrimonio heterosexual y monógamo, es solo un “invento ideológico” de las minorías, que buscan obtener privilegios legales en la entidad.

De lo público y lo privado. Hay muchas categorías usadas para referirse a la población LGBTIQ+, asquerosos, indecentes, exhibicionistas, repulsivos; frecuentemente usadas para condenar la apropiación de espacios públicos por parte de los colectivos, mediante eventos, marchas y pronunciamientos en los meses de mayo y junio, principalmente. Se señala que la sexualidad, sobre todo la que irrumpe con lo cotidiano, debe quedar en un ámbito privado y silencioso, pues se percibe como un acto que sobrepasa la libertad de expresión y es carente de valores.

Vestir de manera “innecesaria” te degrada como persona y desvirtúa los objetivos del movimiento social, refiriéndose a hombres con el torso descubierto o usando faldas, y a drag-queens. Todo lo anterior, tiene correspondencia con el ocultamiento y la represión de las orientaciones, identidades y expresiones de las personas; esas categorías responden muy bien a la estructura social hasta el punto de que los mismos integrantes de las disidencias se violentan unos a otros con estas representaciones.

Perversión y malos ejemplos. Vinculado con el punto anterior, el ocultamiento y represión de la disidencia están articulados bajo el imaginario de que tenemos “conductas enfermas” que ponen en riesgo a instituciones como la “familia natural”, y de manera muy particular a las infancias. Señalan que la niñez corre peligro cerca de nosotros por una asociación absurda con la pedofilia y la pederastia. Lo anterior es evidentemente una deshumanización sin fundamentos que solo fomenta más odio en contra de la población LGBTIQ+.

Sumados a lo anterior, podemos señalar la asociación de la población LGBTIQ+ a espacios tan limitados como el de la prostitución, el estilismo y la confección de ropa como sustento económico; o como portadores de enfermedades y con esperanza de vida limitada, y con muchas más representaciones. Todas y cada una son producto de la violencia social e históricamente construida para mantener el “orden” establecido, articulado desde organizaciones políticas y religiosas que señalan y condenan la diversidad sexual con discursos como el de la “ideología de género” como un agente de des-civilización.

Es importante pensar en estas construcciones y cuestionarlas mediante un ejercicio reflexivo desde los estudios antropológicos y sociológicos. Revisar la otredad y la mismidad revela lógicas que vulneran las categorías de lo normal y natural, por lo cual repensarlas puede ayudar a incidir en el pensamiento de nuestros iguales y generar espacios mucho más incluyentes y de armonía.

Referencias:

Brito, A [Coord.]. (2018). Violencia, impunidad y prejuicios: Asesinatos de personas LGBTTT en México 2013-2017. México, Letra S, Sida, Cultura y Vida cotidiana A.C, p.29.

Cortes, R. [Frente Nacional X La Familia Tlaxcala]. (2020, diciembre) Hoy martes 8 de diciembre 9:00 AM… Recuperado de https://fb.watch/5x5VUQJCM-/

Engels, F. (1884). El origen de la familia, la propiedad privada y el estado. Edición digital: Archivo Marx-Engels de la Sección en Español del Marxist Archive, 2017.

Gouth, K. (1973). “EL origen de la familia”, en Polémicas sobre el origen y universalidad de la familia. Barcelona, Anagrama, 1974.

Levi-Strauss, C. (1956). “La familia”, en Polémica sobre el origen y la universalidad de la familia. Barcelona, Anagrama, 1974.

Spiro, M. (1959). “¿Es universal la familia?”, en Polémicas sobre el origen y universalidad de la familia. Barcelona, Anagrama, 1974.

Trevijano, P. (s/a). ¡Que no te engañen! Hombre o mujer: todo sobre la ideología de género. Religión en Libertad.

Velázquez, A. (2016). ¿Sabes lo que quieren enseñarle a tu hijo en el colegio?: Las leyes de adoctrinamiento sexual. Madrid, HazteOir.org

Al gusto

Al gusto

Por Diego R. Hernández

—A mí cualquier culo me raspa la verga —dijo entre risas el dueño de “La vida es así”, lugar donde sirven cocteles de camarón al gusto, mientras comía con unos amigos, cagados de risa por los comentarios homofóbicos que se convertían en homofílicos, salidos a menudo en charlas entre rancheros y patas de perro.

—¿Y tú te has cogido a un hombre? —Alguna vez escuché esto y nunca lo olvidé por la respuesta—. Me he cogido a tanta gente que ya ni sé —por el contexto debo decir que fue muy gracioso, sin embargo, he reflexionado mucho sobre el tema.

Independientemente de cualquier tradición, costumbre, religión u otra forma de solidificación de la cultura en el pensamiento humano, los seres del género homo poseen un cuerpo animal, sexual o asexual, deforme o uniforme dependiendo la estética del lugar y de los ojos caníbales que lo miren.  Se sabe que existen más de dos sexos biológicos y que el género está influido con los colores con que te vistieron de niño o niña y de cuestiones como si jugaste con barbies o carritos. La preferencia sexual está sobre cualquier condicionamiento y convencionalismo social, no hay estructura ni funciones, espero, que aten una decisión proveniente de la voluntad instintiva de la animalidad del ser humano.

Así como los perros huelen colas indiscriminadamente, de acuerdo con su grado de homo o heterosexualidad claro está, las personas también deciden cómo usar las herramientas de su cuerpo para introducirse a un momento de placer, para desestresarse, pasar el tiempo, entretenerse, salir de pobre, mejorar la raza, pasar calificaciones, subir el promedio, obtener un trabajo, ascender de puesto, fortalecer lazos de amistad y de familia, por amor, tedio, costumbre, venganza, odio , descuido, error o para el perdón de los pecados.

Algunos seres tienen pene, otros vagina, unos más tienen ambas partes, pero todos son dueños de un ano, algunos cambian su sexo de nacimiento porque el cuerpo a veces no corresponde con las prácticas culturales. Existen un sinfín de combinaciones de cuerpos con elementos sexuales intercambiables: pene con senos, senos con vagina, vagina con pectorales, pectorales con pene, pero sin huevos; en fin, natural o artificialmente cada quien decide tener el cuerpo que quiere, vestirse como uno guste y juntar sus diferentes partes con otras partes para armar el rompecabezas que más corresponda con sus afectos, mentalidad, juicios y prejuicios.

Aplaudo los movimientos, luchas contrahegemónicas y propuestas como la de Fabián Cháirez con su obra La Revolución que resignifica y da movimiento a ideologías fijas, abre otras posibilidades y amplía el discurso humano, porque quién sabe cuáles eran las preferencias de Zapata con tanto macho ranchero a caballo.

Recuerdo haber leído en uno de esos libros sagrados escritos con lo que se escucha de boca en boca, donde se menciona cuando Jesús le daba sus chupaditas a todos sus apóstoles antes de cada cena, también se sabe por historiadores, de esos que cuentan solo la verdad, la tradición de los papas de salir todas las noches del Vaticano vestidas como elegantes damas italianas, luciendo sus frondosos pechos.

La vida es así, al gusto y a la oportunidad de cada quien, como dijo alguna vez otro ilustre amigo: mientras tenga hoyo, aunque sea de caballero.

La purga chechena contra la vida homosexual

La purga chechena contra la vida homosexual

Por Iván Guzmán

Siendo el género más antiguo del cine, el documental se ha convertido en una pieza fundamental para el retrato de la realidad. Parte de este género busca plasmar, en un producto audiovisual, las injusticias que llenan al globo terráqueo para así mover a la indignación y con ello a la posterior justicia. 

En ocasiones, el cine documental resulta también un reflejo de su sociedad y los problemas que la aquejan; el documental producido en ambientes violentos resulta más desgarrador que el producido en sociedades prósperas. Este segundo pareciera ocuparse de cuestiones banales quizá motivados por la persecución de una experiencia estética o incluso por la egolatría de contar una historia enunciada desde el “yo”. 

Mientras que el documental gestado en ambientes violentos tiende a la misma violencia en sus imágenes, suele ser un documental difícil de ver y por lo tanto menos apto para las audiencias que recurren al cine como un método de diversión o distracción. De este último es el caso del trabajo de David France, periodista enfocado a temas referentes a la comunidad LGBTQ+, columnista en The New Yorker y documentalista. 

Ha realizado 3 documentales How to survive a plague (2012) con el cual ganó una nominación a los premios Óscar en 2013 y que narra el actuar de Act-Up (AIDS Coalition to Unleash Power) de un grupo de jóvenes activistas contra el sida y su respuesta ante la pasividad y hostilidad de las instituciones gubernamentales frente a la enfermedad. The Death and Life of Marsha P. Johnson (2017) en el cual asistimos a una investigación sobre Marsha P. Johnson, una de las más importantes figuras del activismo trans en USA y su misteriosa muerte declarada por las autoridades como un suicidio. Y por último Welcome to Chechnya (2020).

Pareciera ser un secreto a voces que Rusia es uno de los países más violentos para las personas LGBTQ+, particularmente en Chechenia. Donde si bien, ser homosexual no está contemplado en el código penal, la población, en su mayoría fanáticos islamistas, ha emprendido una cacería de homosexuales. 

Solapados por el gobierno de Ramzán Kadýrov y a su vez por Vladimir Putin quienes de manera extraoficial y violando una cantidad innumerable de DDHH persiguen a personas homosexuales para encarcelarlas, torturarlas, obligarlas a entregar a otras personas homosexuales y finalmente regresarlos a sus familias las cuales se consideran deshonradas por lo sucedido al miembro en cuestión. 

David France enfoca su cámara a la labor de David Isteev y Olga Baranova; ambos activistas dedicados a sacar de Chechenia a personas que han sido víctimas de la “purga gay” y cuyas vidas peligran. 

Los rostros de los implicados se encuentran modificados digitalmente para proteger sus identidades y resulta interesante la manera en que este documental retrata a la vez, y quizá de manera involuntaria, el lado más oscuro de la humanidad que empuña la homofobia como estandarte, pero a la vez el lado más cálido que recae en quienes ayudan a otros a huir y salvarse.

Si bien actualmente el cine con temática LGBTQ+ tiene una amplia aceptación en sus corridas comerciales, muchas de ellas banalizan el tema, como sucede con la reciente El baile de los 41 que más allá de ofrecer una reflexión en torno a lo que implicó ser homosexual en una época recalcitrantemente conservadora, pareciera que escogió el camino fácil del escándalo y la explotación de los clichés y clásicos estereotipos del trasvesti y del homosexual.

David Frances logra un documental perfectamente balanceado entre el retrato de la injusticia y la exposición de la violencia sin caer en lo banal ni en la pornografía de la violencia. Entre los testimonios pasados y los sucesos narrados en tiempo presente de quienes huyen, intercala fragmentos de asesinatos y violaciones a personas homosexuales por el puro hecho de serlo. 

Se hace hincapié en que a pesar de que muestran numerosos casos, no son todos los que ocurren en territorio checheno y quizá el más fuerte de ellos sea el de Maxim Lapunov, víctima de tortura que sin ser habitante de Chechenia fue encarcelado y sobajado, y al ser liberado fue perseguido por las autoridades por temor a que expusiera su caso fuera de Chechenia. 

Tras una innumerable serie de persecuciones y peligros, por fin logra hacer público su testimonio en búsqueda, y es en este momento donde se deshace de su máscara digital y del anonimato frente al mundo para asumirse como un ser humano perseguido por expresar libremente su identidad.

En este mes del orgullo sirva este filme para recordar que a pesar de todos los logros alcanzados por la comunidad LGBTQ+ queda mucho por hacer, pues existen lugares en el mundo donde todavía consideran un crimen el ejercicio de la libre expresión de la identidad. Welcome to Chechnya se encuentra disponible en la plataforma MUBI y es sin duda un documental tan doloroso como necesario. 

El travestismo discursivo en las novelas de Josefina Vicens

El travestismo discursivo en las novelas de Josefina Vicens

Por Luis Alberto Paz

Pepe Faroles, Diógenes García, José García y Josefina Vicens comparten no sólo creación narrativa, sino una identidad entremezclada a modo de un travestismo al que podríamos llamar literario. Pues Josefina firmó gran parte de su obra y colaboraciones como varón, mientras que en sus dos únicas novelas empleó su nombre femenino para brindar un discurso desde la masculinidad de sus protagonistas: José García (El libro vacío, 1958) y Luis Alfonso Fernández (Los años falsos, 1982).

Lo peculiar de su comodidad ante lo masculino consolidó un estilo que le brinda un lugar indiscutible en la narrativa mexicana. Pareciera que el enmascaramiento de su identidad constituye una herramienta de la que se valió para mostrar su creación. De suerte que sus obras nos ofrecen una lucha de contrarios entre lo que se muestra y quien se nos esconde tras sus textos.

Vicens podría representar un ejemplo claro al hablar de la metáfora del travestismo literario, en el que su creador se halla cada vez más contenido en el sujeto simulado hasta lograr silenciar al simulante, brindándonos con ello un discurso híbrido.

Susana Montero señala que en el fondo de todo travestismo (incluido el literario), se encuentra la evidencia de la índole cultural, no biológica, de los atributos de género. La androginia de dicho discurso travesti posee su origen en el peso que tienen los estereotipos y los roles de género, los cuales básicamente constituyen un referente cultural simbólico para hombres y mujeres.[1]

Basados en lo anterior, podría inferirse que, al vestirse de hombre, la mujer abandona su posición impuesta de subordinación social y se convierte en mujer sin dueño ni amo (entendidos tales conceptos bajo el convencionalismo occidental de género, nacido de una perspectiva patriarcal), lo cual es un atentado contra las jerarquías establecidas. Es de esta manera que el travestismo abre posibilidades de igualdad, trayendo a la superficie los profundos miedos de un ser que, a través de la experiencia de ser el otro, es capaz de experimentar complementariedad.

En su literatura, Josefina Vicens desplaza el elemento femenino de la conciencia corporal, con la sensualidad y la sensibilidad típicamente arraigadas al mismo, al lado masculino, en una fría inversión que viene a demostrar una vez más que la sexualización discursiva no es más que un recurso textual, no una condición natural. Alessandra Luiselli llama a esto “los espacios de la bitexualidad narrativa, una zona donde combaten lo femenino y lo masculino en forma tanto argumental como autoral”.[2]

Basando en lo anterior, es posible establecer que hay simbolismo literario cuando el lenguaje produce signos de grado compuesto, donde el sentido, no conforme con designar una cosa, designa otra que no podría alcanzarse sino a través de su enfoque o intención. ¿Qué nos dice la narrativa de Josefina Vicens al respecto? Es un lenguaje gramáticamente masculinizado, el cual ofrece un discurso codificado que dice una cosa pero oculta otra, haciendo caer en su trampa al lector distraído. En medio de esa desmesura de preponderancia masculina se esconde la sutil presencia de lo femenino que termina imponiendo su primacía. Como enmarca en su prosa en El libro vacío:

—Te trato mal porque me molesta tu equilibrio, porque no puedo tolerar tu sencillez. Te trato mal porque detesto a las gentes que no son enemigas de sí mismas.

Pero… ¡cómo voy a decirle esto a quien vive sostenida por su propia armazón, alimentándose de su rectitud, del cumplimiento de su deber, de su digna y silenciosa servidumbre!

El ejemplo anterior nos permite también identificar a una Josefina que se desarrolla plantada sobre sus circunstancias, luchando por descifrar lo indescifrable, absorta en el misterio de vivir lo humano. De tal suerte que el discurso narrativo en sus dos novelas podría desarrollarse en torno a una enorme interrogación ¿por qué no puedo ser? ¿Por qué no puedo vivir?

Todo creador, sea hombre o mujer, es ante todo un ser social y, por tanto, producto de su historia, dice Virginia Wolf; además, afirma que quienes escriben están sentados en una torre que se alza por encima de sí mismos, una torre construida, en primer lugar, por la posición de los padres y, después, por el oro de los mismos. Y se trata de una torre de suma importancia, por cuanto determina el ángulo de su visión y afecta su capacidad de comunicación.

El discurso corporal de Vicens ofrecía una figura masculinizada que, al igual que su discurso narrativo, apenas y exploraba ambiguamente la expresión erótica.

José o Josefina son un mismo individuo asexuado que se dobla y se desdobla en un juego de voces; en las dos novelas aparece como única pista el pacto implícito que la autora propone a sus lectores por el hecho de darse a conocer como mujer a través de su firma. Si en ninguna de ellas Vicens disfraza a sus personajes, entonces ¿a quién enmascara en su discurso narrativo? Podría decirse que su palabra es usurpación y ocupa un lugar ajeno en ambas.

En la medida que avanzamos en la lectura de los dos relatos, vemos que ambas obras fueron escritas desde lo más íntimo del hombre, para llegar a lo más profundo del mismo.

Tanto en El libro vacío como en Los años falsos se viene a realizar una exploración minuciosa de los yos de sus personajes. Así, tenemos frente los protagonistas y narradores de sus novelas, José García, quien se debate entre su deseo de escribir y la imposibilidad de hacerlo, y a Luis Alfonso, quien se cuestiona entre vivir o no vivir, entre ser él o ser un otro que no es, el dilema de “¿quién soy?”.

Que Josefina empleó un peculiar tipo de travestismo en su vida y en sus obras, es evidente; lo plausible es la pasión y el empeño que puso en ello para alcanzar sus metas, pues a pesar de que no se propone específicamente una deconstrucción del eterno masculino, con el sólo hecho de señalarlo lo evidencia y de una manera muy sutil trabaja en la gestación de un nuevo orden, en donde las fronteras entre el hombre y la mujer son menos agresivas.

Referencias:

[1] Montero Sánchez, Susana. (2001). El travestismo literario: ¿simulación, metáfora o discurso andrógino? Revista Presencia Latinoamericana, UNAM, México. pp. 2-9.

[2] Luiselli, Alessandra. (1997). La bitextualidad en las novelas de Josefina Vicens. Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey. Núm. 2. Abstract, México. pp. 19-36.

Apariencias: normodiscriminación heteromosexual

Apariencias: normodiscriminación heteromosexual

Por Damián Damián, Mr. Sadness

Recuerdo los gritos dentro de la marcha: ¡el que no brinque es buga! Ese día me fui a la cama con una intoxicación tremenda y con la duda: ¿qué es ser buga? ¿Es malo o bueno? Con el tiempo y la convivencia me di cuenta que a los heterosexuales se nos denomina bugas dentro del argot de la diversidad sexual. La Marcha del Orgullo LGBT+ o, como comúnmente se le conoce, la marcha gay,  es el único asidero donde toda la comunidad con orientaciones sexuales distintas, expresión e identidad de género que desafortunadamente son reprimidas por la muchedumbre, se unen  para exigir y fortalecer (entre muchas finalidades más) a tono sarcástico y muy festivo, derechos que promuevan la integración y erradiquen la discriminación dentro de los diversos sectores sociales, en donde, en muchos casos, a pesar de que están en uso normativo, son desplazados por el mismo canon tradicional heterosexual y matrimonial. Pese a lo anterior, considero, es el único día que conviven como unidad, en paz y con un trato libre.  

Desafortunadamente tratar en tan poco espacio temas de esta índole, en donde conceptos como estigma, desviación, anomia o discriminación, principalmente, además de las cruciales etiquetas que denotan y condicionan, o el clásico estereotipo que enclaustra roles sobre los individuos y que son de suma importancia para mi giro sociológico, es insuficiente. Empero, pondré en evidencia una de mis reputadas reflexiones para deleite de su respetable psiquis.  

Siempre me he considerado un férvido rocanrolero, rebelde, soberano meditabundo y, sobre todo, un monstruoso renegado a contraflujo. Desgraciadamente ir en contra de la norma habitual o social es imposible, ilusoriamente se crean representaciones que nos pueden engañar y hacer creer que vamos contracorriente, sin embargo, las mismas desviaciones sociales son difusiones de una “normalidad”, dentro de un sistema. Me ha costado (como a muchos) realizar aspectos de mi vida en los que mi apariencia se ve comprometida, laboral principalmente. Y siguiendo el hilo, es bien sabido que vivimos en México, esencialmente, en una sociedad de “apariencias”, en donde uno de los ejes de la discriminación ocurre bajo la posición del “como te ven te tratan”.

Y eso, estimado público, es un prejuicio, del que nadie se salva y, peor tantito, cuando esa micromonomanía se vuelve parte integral de lo que solemos llamar: punto de vista. Ese diminuto e invisible pecado social nos orilla a estereotipar o marcar a los demás dentro de nuestro imaginario social como si de reses se tratara. No importa si es el más pensante o el más imbécil de los humanos, el prejuicio funge, sin preámbulos, asimilando a una extensión de nuestra propia naturaleza biológica. Ante lo cual, la comunidad abecedario no es, ni por mucho, la excepción. Todos prejuiciamos, unos más otros menos y, en consecuencia, cometemos actos microdiscriminatorios.  

Entonces me cuestiono ¿puedo comparar la discriminación que he sufrido con la de alguien homosexual? Concluyo: sí. Considero he sido y soy tan discriminado por la sociedad como, curiosamente, algunos de ellos. La diferencia, cavilo, radica en que he normalizado esa discriminación. Y por los diferentes cruces de realidades que he llevado en la vida me he percatado que, dentro de la diversidad sexual, como “sectores gremiales”, tienden a discriminarse entre sí — de haber alguien que me pueda ilustrar con lo contrario, le agradecería sus comentarios en mi bandeja personal—.

He conocido a un sinfín de humanos con orientaciones sexuales distintas.  Hemos convivido mental y sexualmente. He estado brazo a brazo, piel con piel, voz con voz y no son nada diferente a cualquier otro individuo. Piensan y se conducen exactamente igual, si de comportamientos sistémicos se trata. Pero, por ejemplo, cuando visito la zona de bares gay (porque la bebida es muy accesible) en la Ciudad de México, la famosa Zona Rosa, “su territorio”, me miran con desasosiego. Veo sus labios moverse con discreción y pronunciar dudosos silencios mientras me observan detenidamente. Huelo cómo me juzgan. Porque pocos se cuestionan, pero muchos juzgan, decía anteriormente. No obstante, eso me pasa, comúnmente, en cualquier lugar a donde entro a realizar cualquier actividad.

Entonces entro y pido una cerveza y comienzo a admirar el circo. Se critican entre ellos: lesbas, gays, x, y, z, como las arpías al comer para luego, como aquel cuervo espectador de la desgracia amorosa posado sobre Palas Atenea, demencial.  Muchos de ellos son hienas que, si después de comer pudieran regurgitar el alimento, lo harían.  Me percato de mis intentos fallidos por convivir con ellos y en muchos casos soy rechazado porque no pertenezco a los de su “tipo”. Y los entiendo. No estoy diciendo que todos los de la comunidad actúen igual, pero he conocido pocos “diferentes” si al trato se refiere. Además de que son tan anacrónicos y amorales en cuanto a su conducta. Me atrevo a dimensionar que, después de tantos años y luchas constantes, ante estos tiempos violentos y efervescentes están, en muchos casos, a la defensiva.  

La palabra puto, otro claro ejemplo. Ha generado repudio en contra de la comunidad al grado de violentarlos, pero en ese caso, hasta a mí me tocó una rebanada del pastel, por mis tiempos en el que emo era lo vulgar y corriente en el gremio rocker, además de ser, ante ellos, una putería y que, para mi mala suerte, se me etiquetó por apariencia sin serlo. Entonces teníamos que salir huyendo de las tocadas porque nos tocaban los chingadazos. Contemporáneamente yo no puedo llegar a decirle puto a un homosexual o gay porque puedo violentarlo. Pero ellos pueden, entre sí, putearse tanto que la prostitución se vuelve un santo oficio. Y entiendo que busquen reapropiarse de la palabra, pero si puto es una ofensa, debería ser lo mismo en las Lomas de Chapultepec que en Peñón de los Baños ¿no? Sí y no. Cada palabra se contextualiza socialmente por algo que se denomina conciencia de clase, teóricamente hablando, pero México es México, señores, y como decía el petulante Octavio Paz, la chingada es la chingada. Así que espero pronto la palabra puto sea más inofensiva.

Por otra parte, pero con el hilo, con el hilo, el fenómeno de la homofobia tiene muchos orígenes, entiendo que cualquier ser vivo que entra en contacto con otro en apariencia igual, pero en hábitos distintos, va a tener una crisis de asimilación sobre la conducta. Ahora dimensionemos, si es diferente en imagen y hábitos o, mejor aún, atípico o contradictorio ¿qué podemos esperar? Y si a extremos nos vamos, con algo tan común, me atrevo a decir para miradas extrañas, nos damos un quién vive. La gente me mira como un criminal; a alguien de la comunidad se le mira con morbo y odio en muchos, pero circunstanciales casos. Sin embargo, no es lo mismo simbólicamente. A mí no me miran con odio. Prefieren, simplemente, no mirarme por temor a lo desconocido. Es de indagar que el tener una orientación sexual distinta, buscar una identidad de género y más es un proceso que no es anormal u anómico. Es la deconstrucción del ser para mejorar su identidad, su performatividad corporal. Pero el desconocimiento evidencia y señala, ante la normalidad, esa búsqueda como algo contradictorio.

Hay pequeños detallitos dentro la comunidad LGBT+ que sigo comprendiendo pues buga como término no deja de inferir desdeño. Son una extensión de la sociedad que atiende a ser la contracultura de la sexualidad y que, a mi criterio, sólo busca ser vista con normalidad, ser libre. Situación que realmente ya está sucediendo, gracias a las exigencias no solo de la comunidad, sino de todos los que luchan por la equidad e igualdad de condiciones.  

Yo mismo me he sumado a la lucha y los de mi estirpe también. Esos seres de la oscuridad que andan a las sombras del día y en las noches como brujas, bellas y brillantes que, sin lugar a dudas, provocan tanto miedo como las fauces abiertas y salivosas de una fiera sobre un animal moribundo. Tengo tanto estigma en la piel que transpiro una sana distancia desde hace muchos años atrás.

Y es que no se trata de ser la víctima del cuento, pero el contraste se asienta en las apariencias, y la apariencia de la comunidad ya está normalizándose al grado que sus exigencias han perdido peso sobre las finalidades directas de su movimiento. Éste estira y jala por tener un respeto de lo que uno es, el ser tardará muchas décadas más porque, desafortunadamente, la cultura hegemónica del país está, lejos de consolidada, en una transición identitaria. Buscamos preponderancia como el cubismo o surrealismo si de ejemplos comparativos hablamos.  

Ahora bien, me surge otro cuestionamiento radicalizado en el ámbito laboral ¿realmente la inclusión es indiscriminatoria? Pienso en sí y no. Muchas ocasiones me ha sucedido que en las entrevistas de trabajo me han negado el empleo por mi apariencia, como comenté con anterioridad. Esto es por los tatuajes que porto, aretes y cabello largo. Mientras en otros casos, presente yo en algunos, han otorgado el empleo a personas de la comunidad que también tienen el cabello largo, usan aretes, tienen tatuajes y visten estrafalarios, sorprendentemente solo porque la empresa tiene que atenerse a los lineamientos burocrático administrativos de la muy citada “inclusión”.

Y no es que no pueda obligarlos a que me contraten bajo los términos que la ley establece, sin embargo, señores, a huevo ni los zapatos. He evidenciado mil y un pretextos para evitar la contratación sólo porque al fulano de RRHH le ordenan no emplear a alguien porque la pinta de la persona no es la adecuada y no corresponde con el modelo empresarial, sin importar el giro que tenga. Es aquí en donde las minorías, como la Comunidad LGBT+ han ganado terreno ante la discriminación y pueden estar un poco más tranquilos de sentirse como desean sin ser señalados. 

La Marcha del Orgullo LGBT+ es una marcha de apariencias, donde disfrutan de lo que la mayoría del año callan y que al igual que yo, con el ejercicio de la escritura, buscamos libertad.  Empero, no hay que olvidarnos del mundo que nos rodea, de los menos favorecidos, de los menos iluminados, como los infantes en situación de calle, su explotación en todo caso, las personas de la tercera edad que buscan empleo, los mendigos, los discapacitados: ciegos, sordos, y los sin alguna extremidad que los haga funcionales. También son personas que necesitan atención, cuidado, respeto en sus derechos. Ellos también se enamoran, sienten y, en todo caso, buscan ser reconocidos en una sociedad donde parecen ser más cosas que personas.

No es que busque ser un mártir entre los mártires como lo mencionaba al principio, pero los homosexuales son tan hijos de puta como yo, por eso siento tanta empatía, porque hemos sufrido, similarmente, todo ese malestar social que nos privilegió para observar el mundo desde las gradas y el palco al mismo tiempo. Debemos ser poquito más empáticos con el mundo que nos rodea y denunciar la discriminación desde la raíz: nuestra propia mente.  

PD: hay que acabar con las desigualdades, y no me refiero a las económicas, sino a las mentales, sólo así veremos cambios sociales ¡Sapere aude!