El mito de la habitación oscura

El mito de la habitación oscura

Por Santiago Garcés Moncada

Salimos de la facultad de filosofía y fuimos a la cafetería de siempre; tomábamos café como cada tarde en aquellas mesas de madera donde siempre había sombra. Era curioso que siempre que leíamos a Platón, Francisco pedía una cerveza negra, esa tarde no había sido diferente y le hizo la señal a Mauricio para que nos tomara el pedido. Mientras esperábamos nos sorprendió un fuerte ruido de auto en una esquina, ese estridente sonido de frenar en seco contra el asfalto hizo que mi corazón se acelerara mientras volteábamos, pero nada había pasado, tan sólo había sido un susto para aquellos adolescentes que casi fueron atropellados por un taxi por cruzar la calle mirando sus celulares. 

Los vimos alejarse como si no hubiese pasado nada, hasta que se perdieron en una curva más adelante. 

—Malditos esclavos sin educación —dijo Francisco apretando la cerveza y dándole un sorbo—. Nomás compara nuestro pensamiento superior con su pobre educación y su poca voluntad. Quizás te sea más fácil de entender lo que digo con este ejemplo —agregó al ver mi cara de asombro ante su reacción. 

—Imagina, mi amigo, que en un futuro no muy próximo nacen tres niños como los que acaban de cruzar; estos niños desde que nacen son bombardeados con cosas tecnológicas y grupos sociales en internet, por lo que crecen encerrados en sus habitaciones y aunque tienen la puerta de la casa abierta para ir a jugar prefieren pasarse las horas en internet en total oscuridad. Se la pasan mirando al frente y sólo conocen lo que dicen las pantallas, las cuales desde sus manos o paredes emiten una luz artificial que les muestra el mundo a través de imágenes y comentarios.

—Me lo imagino —le contesté recibiéndole a Mauricio mi café americano sin azúcar.

—Imagínate ahora que del otro lado de las pantallas hay hombres y mujeres famosos mostrando toda clase de lujos y cosas asombrosas imposibles de alcanzar para cualquiera, dando sus opiniones y manejando a las masas desde sus cuentas. 

—Extraño sería un mundo manejado por la farándula. Entiendo tu punto, pero ¿no serían niños muy extraños y limitados?

—Puede que tengas razón, pero en principio son como nosotros, pues, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las imágenes proyectadas por las pantallas que tienen frente a sí en sus habitaciones?

—Claro que no, si toda su vida están empeñados en no despegar los ojos de las pantallas. 

—¿Entonces no sucede lo mismo con el mundo que conocen a través de esas imágenes?

—Indudablemente —le dije muy interesado en lo que decía mientras pedía un buñuelo para acompañar el café. 

—Pues entonces, si solo aprenden lo que dicen en las redes de los objetos del mundo ¿no sería para ellos ésta la verdadera definición de las cosas?

Todo tenía tanto sentido, sin lugar a dudas lo invitaría a la siguiente cerveza. Continuó hablando tras dar un sorbo a su bebida. 

—Entonces ¿estás de acuerdo conmigo en que aquellas imágenes serían para ellos el mundo conocido donde habita su verdad y su propio ser, el lugar donde son alguien y tienen una identidad para ser reconocidos y para reconocer? 

—Sin lugar a dudas sería una necesidad sentirse así para mantener la cordura.  

—Examina ahora el caso de que después de muchos años de tener el servicio continuo, a uno de ellos se le obligue a salir porque ha habido un corto grande, y mientras es arreglado por el mismo sistema de la casa puede ser peligroso permanecer adentro, permitiéndole conocer el mundo por primera vez fuera de la pantalla, como una curación de su ignorancia. Entonces el sol lo cegaría y le dolerían los ojos, por lo que lo eludiría por la falta de costumbre y vería que las cosas no están en dos dimensiones como veía en sus pantallas, y que no se le puede dar me gusta a los objetos ni ver quién los había creado ni cuántas personas los habían visto ni googlear todo lo que no entiende. Despertaría dándose cuenta de que allí no tenían identidad ni avatares ni información para que otros pudieran saber de su existencia; notando también que el cielo que tanto se presumía en atardeceres hermosos y tardes lluviosas era apenas una enorme mancha de hollín salido de las fábricas y que apenas dejaba ver el sol; demostrando que todo lo visto en las redes era solo una edición para mantenerlos ajenos a lo que de verdad pasaba con el mundo, haciéndolo colapsar y sufrir inmensamente. 

De verdad todo aquello me tenía de cabeza en la historia y la sola idea de un futuro así me asustaba. Me animé a pedir también una cerveza negra, ese amargo sabor me hizo sentir que era real y que ahí estaba. 

—¿No piensas que se sentirá en dificultades y considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas de las que se le muestran ahora? —continuó terminado su primera cerveza—. Y si tuviera que quedarse allí tanto tiempo para lograr acostumbrarse a ese mundo fuera de las pantallas, dándose cuenta que ahí no se sentía tan triste y acosado como en su habitación, sintiendo la libertad por primera vez y contemplando el mundo como es en sí y por sí en su propio ámbito. 

—Necesariamente resultaría así, mi querido Francisco. 

—Y si entonces decidiera no entrar a ese lugar oscuro de nuevo y recorrer los lugares encontrando que aún quedan cosas que valen la pena y son más reales que todo lo que conocía antes, ¿no crees que pensaría en sus amigos digitales y, compadeciendo su situación, querría mostrarles cómo es vivir de verdad? 

—Por supuesto que sí, se sentiría muy solo si no —dije apreciando su compañía como nunca.  

—Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida de inseguridades e ilusiones. Piensa ahora esto: si regresara a su morada digital para contarles del mundo a los otros y tuviera que discriminar de nuevo aquellas imágenes, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento los ojos pegados a las pantallas, ¿no crees que lo tildarían de mentiroso y lo expondrían en todas las redes haciéndolo perder su credibilidad, exponiéndolo al ridículo y al antiguo sufrimiento? Y si intentase estropear la luz de todos  y conducirlos hacia el mundo, ¿no lo matarían si pudieran tenerlo en sus manos por destruir su realidad? 

—Seguramente así sería —dije mientras pensaba que así lo hubiera hecho yo de haber vivido siempre así.  

—Pues bien, querido Marcos, debemos aplicar esta alegoría a lo que anteriormente hemos visto de aquellos adolescentes que se dirigen a una esclavitud, donde sus pantallas serán su perdición y su único lente del mundo. 

—Sólo Dios sabe si esto puede realmente llegar a ser cierto. En todo caso, Marcos, a mí me parece que al final aquella libertad representa la idea de lo bueno y una vez obtenida nos permite ver el sufrimiento de la falsedad en que vivimos. En el ámbito de la tecnología como progreso se ha engendrado su propósito y la libertad se ha perdido, haciendo de la verdad y de la inteligencia una imagen alterada que es necesario conocer fuera de la pantalla para poder vivir con sabiduría tanto en lo privado como en lo público —dijo terminando su larga charla y su última cerveza.

Todo aquello sumado al alcohol de las cervezas que fuimos tomando me había puesto a pensar en esos distantes futuros, ahora mismo el progreso era inevitable y su tendencia a volvernos obsoletos aún más. Me despedí de Francisco, quien ya había acabado las materias de ese día, y volví a la facultad. No sabía si estaba en condiciones pero fui hacia mi clase que estaba por empezar, el profesor no había llegado aún y todos en el salón estaban pegados a su celular mientras esperaban; ahora lo veía tan claro, saqué el mío y sentí algo de pavor, me fui hasta el rincón y apreté el botón hasta que se apagó y me quedé en silencio hasta el final de la clase. 

Antropología y literatura, una relación intertextual

Antropología y literatura, una relación intertextual

Por Fabiola Hernández

Es imposible hablar de literatura sin referirse a la lengua, como también lo es estudiar al hombre y su cultura sin tomar en cuenta sus múltiples lenguajes. Ahora bien, lengua y lenguaje son sistemas convencionales, cuya función es comunicar mediante signos, los cuales representan, sugieren o insinúan para hacer presente lo ausente. La semiótica estudia estas relaciones y el funcionamiento de los textos, entre otras cuestiones. 

De acuerdo con Yuri Lotman (1993), las primeras aproximaciones al concepto de texto destacaban su naturaleza unitaria y lo consideraban como un enunciado dentro de un lenguaje. Más tarde, menciona, se establece como condición del texto que esté codificado más de una vez; así, dentro de un texto puede haber varios textos más y no necesariamente pertenecientes al mismo lenguaje.

En este sentido, en la literatura y en todo texto artístico están presentes estos subtextos formando una estructura múltiple “que oculta una controversia extraordinariamente compleja y contradictoria de diferentes mundos semióticos” (Lotman, 1993, p. 17). Pero esto no sucede solamente en textos artísticos, el diálogo puede darse con distintos lenguajes. 

Julia Kristeva propone el término intertextualidad para referirse a las relaciones entre un texto y otro; en el ámbito de la crítica y la teoría literarias este concepto fue muy bien recibido y estudiado, no obstante, su campo de aplicación es bastante amplio. Como mencionaba al principio, el lenguaje es el puente que une las manifestaciones artísticas con las expresiones culturales del hombre, por lo que el vínculo entre literatura y antropología podría entenderse como intertextual.

Juan Carlos Orrego y Margarita Serje refieren que la confluencia de estas dos disciplinas no se agota en la función que la literatura ha tenido en los estudios antropológicos, sino que involucra sus formas de aproximación a su materia de estudio. Un ejemplo se ve en el surrealismo, donde uno de sus objetivos, al igual que el de la antropología, es fracturar un orden a partir de la ruptura del yo y del encuentro con la otredad. Por otra parte, el quehacer antropológico ha llevado a reivindicar y destacar la función social del arte indígena y sus narrativas, por mencionar un caso específico. 

Pero no sólo eso, además la etnografía como método de investigación evidencia que otro punto de encuentro entre antropología y literatura está en la práctica narrativa. Esto permite proponer métodos de análisis tanto antropológicos como literarios privilegiando el carácter testimonial de la obra literaria y la potencialidad literaria de la etnografía. La obra literaria y la etnografía tienen un fuerte compromiso con la verosimilitud como aquello que estructura y sustenta de cierto modo su existencia, aunque no se trate de su cualidad más esencial, sí es necesaria para conformarse como tal. 

Una etnografía busca, por un lado, sustentarse en teorías que justifiquen cierta hipótesis, o por otro, como en el caso de la literatura, construir su propio orden y coherencia con los subtextos que encierra. En este sentido, está presente la relación intertextual como diálogo y encuentro de citas, referencias o alusiones, pues “todo texto es absorción y transformación de otro texto” (Macedo, 2008).

Ahora bien, si consideramos la literatura como un producto cultural, no es extraño hallar que la antropología tome ésta como referencia ni tampoco que dentro de la literatura pueda encontrarse cierta perspectiva antropológica. Así, “el diálogo contemporáneo entre antropología y literatura revela una dialéctica entre ambos quehaceres, proceso mediante la cual el antropólogo deviene en escritor y el escritor en antropólogo, lo cual daría lugar a un objetivo compartido”, menciona Solange Cárcamo Landero (2007).  

Así, surge, por una parte, lo que puede entenderse como antropología literaria que “quiere ser reconocida como un lenguaje nuevo en las ciencias humanas, capaz de desarrollar unas ciencias expresivas. O, tal vez, desea ser inscrita como metadiscurso humanista de las ciencias humanas” (Cárcamo, 2007). Pero, aunque en la realidad esté latente este acercamiento disciplinar, las restricciones ejercidas por ambas partes son difíciles de sortear. 

Sin embargo, es evidente que antropología y literatura han tenido una estrecha relación a través del tiempo. Probablemente hacer un análisis de un texto literario con métodos antropológicos sea motivo de discusiones, tanto como lo sería tomar una obra de literatura como estudio antropológico. Quizás la relación intertextual no sea tan evidente como profunda, pues lo que busca ese diálogo es más bien crear un puente y destacar la potencialidad que tiene la literatura para analizar la realidad y comprender al otro, así como la posibilidad literaria de la antropología en general y de la etnografía en particular.

En conclusión, si cada enfoque se apoya en el otro, la comprensión de los fenómenos tanto sociales como literarios será más amplia, pues como refiere Luz Aurora Pimentel, el relato es una construcción humana referente a la realidad y el discurso que construye también es esencial, por lo que no podemos prescindir de ese diálogo entre los múltiples textos que confluyen en el acercamiento entre literatura y antropología. 

Referencias

Orrego, J. & Serje, M. (2012). Antropología y literatura: travesías y confluencias. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología, (15), pp. 15-26. https://www.redalyc.org/pdf/814/81429124002.pdf

Pimentel, L. (2002). El relato en perspectiva. Siglo XXI.

Macedo, A. (2008). La intertextualidad: cruce de disciplinas humanísticas. Revista Xihmai, 3 (5). http://www.lasallep.edu.mx/revistas/index.php/xihmai/article/view/100 

Kristeva, Julia. (1978). Semiótica. Fundamentos.

Cárcamo, S. (2007). La antropología literaria: lenguaje intercultural de las ciencias humanas. Estudios filológicos, (42), pp. 7-23. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0071-17132007000100001 

Lotman, I. (1993). La semiótica de la cultura y el concepto de texto. Escritos, Revista del centro de ciencias del lenguaje, (9), pp. 15-20. http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/escritos/resources/LocalContent/40/1/15-20.pdf

Un sueño extraño

Un sueño extraño

Por Arturo Waldo

Alicia era una niña curiosa. Una mañana vio a un conejo blanco correr apresurado. Decidió seguirlo para descubrir a dónde se dirigía con tanta urgencia. Atravesó el bosque hasta llegar a una gran fuente. El conejo subió a una pequeña balsa para ir al centro de la fuente. Alicia, sin dudarlo, subió a otra balsa y continuó su persecución. En el centro había una guitarra. El conejo blanco dio un gran salto y entró justo en la boca del instrumento musical. Alicia no sabía si seguir con su investigación, pero la curiosidad le dio el entusiasmo necesario.

Contó «tres, dos, uno…» y dio un gran salto hacia la boca de la guitarra que instantáneamente se convirtió en un túnel multicolor. Alicia parecía descender y descender al fondo del mundo. Descendió durante mucho tiempo, incluso durmió durante 30 minutos y no dejaba de descender. Repentinamente un sonido muy especial la envolvió y transformó el túnel en una playa paradisíaca. Alicia se encontraba asombrada por el paisaje. Frente a ella el conejo blanco la saludó y le dio la bienvenida. —Cierra los ojos —le dijo el orejón—. Inhala profundamente y exhala largo —le ordenó—. Presta atención al sonido de las olas y relájate. Todo esto es producto de tu imaginación —le reveló el conejo blanco—. Ahora, concéntrate en lo que te motivó a imaginarme —le dijo—. ¿Para qué me seguiste? —le inquirió—. ¿Para qué me trajiste a la playa? —continuó preguntando el orejón.

Alicia se sintió incómoda pues no sabía la respuesta. —¡Esa incomodidad que sientes soy yo! —le reveló el conejo blanco—. ¡Abrázame como si fueras mi madre! —le ordenó a Alicia al mismo tiempo que brincó a sus brazos—. Sonríeme, pues yo soy toda la frustración que has acumulado durante tu vida —le dijo.

Alicia abrió los ojos y pasó un largo rato sonriendo al conejo que poco a poco se desvanecía entre sus brazos. Después de media hora el conejo no existía más y la playa comenzó a borrarse también. Se desvaneció centímetro a centímetro como si fuera un dibujo en un papel. Alicia se quedó sola y cuando todo se volvió completamente blanco, la alarma de un reloj la desapareció.

—¡Es tarde! ¡Qué tarde voy! —gritó un orejón que recién había tenido un sueño extraño.

El éxito de la fracasada superación personal

El éxito de la fracasada superación personal

Por Damián Damián

Mr. Sadness me preguntó.

—¿Cómo puedes tener a la mujer que deseas?

Llegué a él por azares del destino, o mejor dicho, por el destino de los azares, que no es lo mismo, aunque parece. Lo encontré sentado en la mesilla de un restaurante a contraesquina con el Jardín Pushkin. Estaba sentado, tomando cerveza oscura, mirando perdidamente las posaderas de las transeúntes, hábito que le era muy común y que, definitivamente, viniendo de él mismo, no le causaba daño a nadie.

Me invitó a sentarme y me dijo que pidiera lo que apeteciera beber. Pedí un tarro de cerveza. Como sé que no le gusta escuchar interrupciones hasta que acabe de expresar totalmente sus argumentos, solo asentí con la mirada y continuó.

—Después de leer The Mystery method: how to get beautiful women into bed, ya hace varios años atrás, me fui a Toronto a conocer a Mystery. Él es el autor del libro y es un artista venusino, o bien un maestro de la seducción ¿entiendes? Su manual de instrucciones sobre seducción explica el Método Mystery, método que tiene como propósito ayudar a los hombres a seducir mujeres, y que puedo resumir con facilidad en cinco reglas precisamente estructuradas para enamorar a lo que él llama “tu objetivo”.

Entonces, primero, después de tener una liviana interacción con la mujer que a uno le gusta, hay que evidenciar desinterés en ella para generar atracción. Consecuentemente debe uno construir confort, esto es, un aura de confianza, y finamente comenzar un cortejo, que muchas veces es más sexual que romántico, pero que bastardamente tiene la finalidad de llevártela a la cama. Comprar ese libro me llevó a conocer Canadá, donde este maestro o gurú de la seducción impartía talleres. Y es que en aquel momento de mi vida tenía que sacar un clavo, como dicen, con otro clavo, pero, sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos, supongo.

Sin embargo, conocer al extravagante Mystery no fue coincidencia. Ya había oído hablar de él en Las Vegas cuando, de igual manera, cursaba otro taller de seducción. Style, un gurú de la seducción estadunidense, decía que Mystery era su mentor. Periodista y autor de The game: penetrating the secret society of pick-up artists, relata su icónico viaje al mundo de la comunidad de la seducción, colocándolo en el coliseo de machitos alfa como uno de los mejores ligadores en Estados Unidos. Tanto su obra madre y su manual Rules of the game como el libro de Mystery, son manuales con pasos estrictamente detallados para conseguir una cita con la mujer de tus sueños en menos de treinta días. Pasé tres días encerrado en tres antros diferentes sobre Boulevard Las Vegas escuchando a Style decirme qué hacer y qué no hacer a la hora de ligar. Y es que, en aquel momento de mi vida, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos.

Empero, como decía Midnight Cowboy: Style es mi sensei favorito si de seducción se trata. Llegué a Midnight coincidentemente cuando asistía a su taller en la Ciudad de México. Periodista de diversas prensas mexicanas, más mortal que los anteriores, Midnight Cowboy, en su libro Ligue total, mexicaniza y/o se refritea los métodos de Style y Mystery. Contempla algunos de los factores que ambientalizan y contextualizan a la mujer mexicana, como las aperturas a la renaciente sexualidad o las frívolas diferencias de género, entre otros más. Expone también cómo trabajar con esos factores a la hora de ligar, pues en aquel momento de mi vida, rememoro, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos.

Ahora bien, no veo mal que un hombre que no sabe cómo cortejar a una mujer use recursos que puedan de alguna manera impulsarlo a hacerlo. Sin embargo, estos autores y gurús de autoayuda, estos coach motivacionales, esta bola de astutos mandones, no hacen algo desconocido para el mundo. Lo que pasa es que tenemos un enorme problema como sociedad con respecto a la autodidáctica. Qué importa si sabes ligar o no, todo el ligue es un ejercicio mecánico que ha estado presente en la naturaleza de la tierra. Nosotros, los ancestrales, lo observamos de la vida silvestre y lo adornamos con un discurso meloso. Lo he visto ante el paso de las eras.

Además, ligar ya forma parte de una industria donde tipos menos intimidados que tú te dicen qué hacer y les pagas por eso, por la única y simple razón que se ha vuelto uno de los vicios de las sociedades modernas: la inseguridad, el miedo y la carencia de amor propio. Te venden la idea de tener a la mujer más hermosa, cuando en realidad te quedas con la que mejor te ama. Y que, risible y tiernamente sí, en efecto, es la más hermosa a tus ojos, pero sólo a tus ojos. Saber seducir es una cualidad que una vez desarrollada, ayuda mucho en muchas facetas de la vida. Pero no la encuentras necesariamente en los talleres de superación personal, porque si de superación se trata, no tienen nada. Superarse en muchos casos, o en su mayoría, necesita de terceros. Mírame a mí, después de tantas mujeres en mi vida, por ahora, sigo solo. Y es que los problemas cotidianos respecto a las relaciones de pareja y el romance no están tan distantes de nuestras capacidades intelectuales y tampoco son problemas que alguien en el pasado no haya premeditado.

Cuando conocí al poeta Ovidio, ya había poetizado las mismas instrucciones para el cortejo en Ars amatoria. Elegías que probablemente tienen más de mil años terrestres, pero por alguna razón que no entiendo, mi cuerpo humano olvidó. Este poema es un manual que facilita la conquista amorosa y que, simple y sencillamente, es igual a los anteriores que mencioné, pero es de los primeros del mundo. Entonces, me la pasé encerrado tres días y tres noches en tres antros diferentes allá, en su exilio en Tomis, escuchando a Ovidio sobre cómo ligar, qué hacer y qué no hacer al estar parado frente a una mujer. Y es que, en aquel momento de mi vida, recuerdo, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones.

Lo mismo me pasó al conocer a París, Cleopatra, Casanova, Byron, Camus, Liszt, London, Monroe, Garcés, entre muchos y muchas más. Entre manuales, talleres y gurús, entendí que mi ser natural ante la conquista romántica no necesitaba del ser de una mujer, pues aquel que domina sus propias pasiones se convierte en un virtuoso. Lo que en realidad necesita uno es comprender que al amarse a sí mismo tanto como pueda, sin caer en el narcicismo, puede amar a otro ser. En todo caso, los que llegan te ilustran y se van, seguramente ilustrados son y su deber moral es ese. Pero eso no quiere decir que uno mismo no pueda llegar a hacerlo. La industria de la superación personal se ha vuelto un éxito debido a que la solución a los problemas, en apariencia, está al alcance de la mano, ya sea en cintas, libros, talleres y demás artilugios. Pero si echamos una miradita al pasado, a esa filosofía y literatura clásica que buscaba la solución a los cuestionamientos de la vida, nos daremos cuenta de que las respuestas están ahí, en la autorreflexión y en la práctica autodidacta.

Entonces, como al principio mencionaba, lo encontré sentado en la mesilla de un restaurante a contraesquina con el Jardín Pushkin. Estaba sentado, tomando cerveza oscura, mirando perdidamente las nalgas de las transeúntes, hábito que le era muy común y que, definitivamente, viniendo de él mismo, no le causaba daño a nadie.

Sentados cómodamente, esperando la catarsis habitual, me dijo que pidiera lo que apeteciera beber. Pedí un tarro de cerveza, nuevamente. Como sabe que no me gusta escuchar interrupciones hasta que acabe de expresar totalmente mis argumentos, solo asintió con la mirada y continué.

Mr. Sadness, disculpará mi atrevimiento, pero no lo he oído revelarme el cómo tener a la mujer que deseo.

A lo que respondió.

—¡Qué naíf! Ojos que no ven corazón que no siente. Primero ve y luego aprende a sentir. Como dije, en este momento de mi vida, reminiscente, tengo que sacar un clavo con otro clavo, pero, sin duda, soy un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones…

Un encuentro fortuito

Un encuentro fortuito

Por Kalton Bruhl

La escena parecía sacada de una comedia ligera: un obeso sacerdote avanzando a grandes zancadas mientras se recoge la sotana con ambas manos y mantiene un enorme paraguas bajo el brazo. Algunos metros atrás, el monaguillo, cargado de libros y papeles, se esfuerza por no quedar rezagado. 

El crimen parecía implicar a cierto personaje allegado a la familia real, así que la sala del tribunal estaba tan atestada como una lata de sardinas. Entraron cuando estaban por finalizar los interrogatorios de los testigos. 

La noche anterior, después de tres días de largas meditaciones, había logrado resolver el crimen. En el momento en que se disponía a alzar la voz, una ancianita se acercó al estrado, causando un gran revuelo. 

La anciana, bajo juramento, expuso, una a una, las mismas conclusiones a las que había llegado el sacerdote, demostrando la inocencia del acusado. 

Al finalizar el juicio, ambos se encontraron a las puertas del tribunal.

–¡Padre Brown! –exclamó la anciana–. ¿Qué hace por acá?

–Recibí una llamada del arzobispo –mintió– y, antes de visitarlo, decidí entrar.

Dio la vuelta de prisa. Lo último que deseaba era ver la maliciosa sonrisa en el rostro de esa condenada miss Marple.