Por Damián Damián

Mr. Sadness me preguntó.

—¿Cómo puedes tener a la mujer que deseas?

Llegué a él por azares del destino, o mejor dicho, por el destino de los azares, que no es lo mismo, aunque parece. Lo encontré sentado en la mesilla de un restaurante a contraesquina con el Jardín Pushkin. Estaba sentado, tomando cerveza oscura, mirando perdidamente las posaderas de las transeúntes, hábito que le era muy común y que, definitivamente, viniendo de él mismo, no le causaba daño a nadie.

Me invitó a sentarme y me dijo que pidiera lo que apeteciera beber. Pedí un tarro de cerveza. Como sé que no le gusta escuchar interrupciones hasta que acabe de expresar totalmente sus argumentos, solo asentí con la mirada y continuó.

—Después de leer The Mystery method: how to get beautiful women into bed, ya hace varios años atrás, me fui a Toronto a conocer a Mystery. Él es el autor del libro y es un artista venusino, o bien un maestro de la seducción ¿entiendes? Su manual de instrucciones sobre seducción explica el Método Mystery, método que tiene como propósito ayudar a los hombres a seducir mujeres, y que puedo resumir con facilidad en cinco reglas precisamente estructuradas para enamorar a lo que él llama “tu objetivo”.

Entonces, primero, después de tener una liviana interacción con la mujer que a uno le gusta, hay que evidenciar desinterés en ella para generar atracción. Consecuentemente debe uno construir confort, esto es, un aura de confianza, y finamente comenzar un cortejo, que muchas veces es más sexual que romántico, pero que bastardamente tiene la finalidad de llevártela a la cama. Comprar ese libro me llevó a conocer Canadá, donde este maestro o gurú de la seducción impartía talleres. Y es que en aquel momento de mi vida tenía que sacar un clavo, como dicen, con otro clavo, pero, sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos, supongo.

Sin embargo, conocer al extravagante Mystery no fue coincidencia. Ya había oído hablar de él en Las Vegas cuando, de igual manera, cursaba otro taller de seducción. Style, un gurú de la seducción estadunidense, decía que Mystery era su mentor. Periodista y autor de The game: penetrating the secret society of pick-up artists, relata su icónico viaje al mundo de la comunidad de la seducción, colocándolo en el coliseo de machitos alfa como uno de los mejores ligadores en Estados Unidos. Tanto su obra madre y su manual Rules of the game como el libro de Mystery, son manuales con pasos estrictamente detallados para conseguir una cita con la mujer de tus sueños en menos de treinta días. Pasé tres días encerrado en tres antros diferentes sobre Boulevard Las Vegas escuchando a Style decirme qué hacer y qué no hacer a la hora de ligar. Y es que, en aquel momento de mi vida, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos.

Empero, como decía Midnight Cowboy: Style es mi sensei favorito si de seducción se trata. Llegué a Midnight coincidentemente cuando asistía a su taller en la Ciudad de México. Periodista de diversas prensas mexicanas, más mortal que los anteriores, Midnight Cowboy, en su libro Ligue total, mexicaniza y/o se refritea los métodos de Style y Mystery. Contempla algunos de los factores que ambientalizan y contextualizan a la mujer mexicana, como las aperturas a la renaciente sexualidad o las frívolas diferencias de género, entre otros más. Expone también cómo trabajar con esos factores a la hora de ligar, pues en aquel momento de mi vida, rememoro, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones, como a todos.

Ahora bien, no veo mal que un hombre que no sabe cómo cortejar a una mujer use recursos que puedan de alguna manera impulsarlo a hacerlo. Sin embargo, estos autores y gurús de autoayuda, estos coach motivacionales, esta bola de astutos mandones, no hacen algo desconocido para el mundo. Lo que pasa es que tenemos un enorme problema como sociedad con respecto a la autodidáctica. Qué importa si sabes ligar o no, todo el ligue es un ejercicio mecánico que ha estado presente en la naturaleza de la tierra. Nosotros, los ancestrales, lo observamos de la vida silvestre y lo adornamos con un discurso meloso. Lo he visto ante el paso de las eras.

Además, ligar ya forma parte de una industria donde tipos menos intimidados que tú te dicen qué hacer y les pagas por eso, por la única y simple razón que se ha vuelto uno de los vicios de las sociedades modernas: la inseguridad, el miedo y la carencia de amor propio. Te venden la idea de tener a la mujer más hermosa, cuando en realidad te quedas con la que mejor te ama. Y que, risible y tiernamente sí, en efecto, es la más hermosa a tus ojos, pero sólo a tus ojos. Saber seducir es una cualidad que una vez desarrollada, ayuda mucho en muchas facetas de la vida. Pero no la encuentras necesariamente en los talleres de superación personal, porque si de superación se trata, no tienen nada. Superarse en muchos casos, o en su mayoría, necesita de terceros. Mírame a mí, después de tantas mujeres en mi vida, por ahora, sigo solo. Y es que los problemas cotidianos respecto a las relaciones de pareja y el romance no están tan distantes de nuestras capacidades intelectuales y tampoco son problemas que alguien en el pasado no haya premeditado.

Cuando conocí al poeta Ovidio, ya había poetizado las mismas instrucciones para el cortejo en Ars amatoria. Elegías que probablemente tienen más de mil años terrestres, pero por alguna razón que no entiendo, mi cuerpo humano olvidó. Este poema es un manual que facilita la conquista amorosa y que, simple y sencillamente, es igual a los anteriores que mencioné, pero es de los primeros del mundo. Entonces, me la pasé encerrado tres días y tres noches en tres antros diferentes allá, en su exilio en Tomis, escuchando a Ovidio sobre cómo ligar, qué hacer y qué no hacer al estar parado frente a una mujer. Y es que, en aquel momento de mi vida, recuerdo, tenía que sacar un clavo con otro clavo, pero sin duda era un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones.

Lo mismo me pasó al conocer a París, Cleopatra, Casanova, Byron, Camus, Liszt, London, Monroe, Garcés, entre muchos y muchas más. Entre manuales, talleres y gurús, entendí que mi ser natural ante la conquista romántica no necesitaba del ser de una mujer, pues aquel que domina sus propias pasiones se convierte en un virtuoso. Lo que en realidad necesita uno es comprender que al amarse a sí mismo tanto como pueda, sin caer en el narcicismo, puede amar a otro ser. En todo caso, los que llegan te ilustran y se van, seguramente ilustrados son y su deber moral es ese. Pero eso no quiere decir que uno mismo no pueda llegar a hacerlo. La industria de la superación personal se ha vuelto un éxito debido a que la solución a los problemas, en apariencia, está al alcance de la mano, ya sea en cintas, libros, talleres y demás artilugios. Pero si echamos una miradita al pasado, a esa filosofía y literatura clásica que buscaba la solución a los cuestionamientos de la vida, nos daremos cuenta de que las respuestas están ahí, en la autorreflexión y en la práctica autodidacta.

Entonces, como al principio mencionaba, lo encontré sentado en la mesilla de un restaurante a contraesquina con el Jardín Pushkin. Estaba sentado, tomando cerveza oscura, mirando perdidamente las nalgas de las transeúntes, hábito que le era muy común y que, definitivamente, viniendo de él mismo, no le causaba daño a nadie.

Sentados cómodamente, esperando la catarsis habitual, me dijo que pidiera lo que apeteciera beber. Pedí un tarro de cerveza, nuevamente. Como sabe que no me gusta escuchar interrupciones hasta que acabe de expresar totalmente mis argumentos, solo asintió con la mirada y continué.

Mr. Sadness, disculpará mi atrevimiento, pero no lo he oído revelarme el cómo tener a la mujer que deseo.

A lo que respondió.

—¡Qué naíf! Ojos que no ven corazón que no siente. Primero ve y luego aprende a sentir. Como dije, en este momento de mi vida, reminiscente, tengo que sacar un clavo con otro clavo, pero, sin duda, soy un escueto para ligar. Ya sabes, cuando la tristeza me ahorca, se me envilecen las reflexiones…