Por Santiago Garcés Moncada

Salimos de la facultad de filosofía y fuimos a la cafetería de siempre; tomábamos café como cada tarde en aquellas mesas de madera donde siempre había sombra. Era curioso que siempre que leíamos a Platón, Francisco pedía una cerveza negra, esa tarde no había sido diferente y le hizo la señal a Mauricio para que nos tomara el pedido. Mientras esperábamos nos sorprendió un fuerte ruido de auto en una esquina, ese estridente sonido de frenar en seco contra el asfalto hizo que mi corazón se acelerara mientras volteábamos, pero nada había pasado, tan sólo había sido un susto para aquellos adolescentes que casi fueron atropellados por un taxi por cruzar la calle mirando sus celulares. 

Los vimos alejarse como si no hubiese pasado nada, hasta que se perdieron en una curva más adelante. 

—Malditos esclavos sin educación —dijo Francisco apretando la cerveza y dándole un sorbo—. Nomás compara nuestro pensamiento superior con su pobre educación y su poca voluntad. Quizás te sea más fácil de entender lo que digo con este ejemplo —agregó al ver mi cara de asombro ante su reacción. 

—Imagina, mi amigo, que en un futuro no muy próximo nacen tres niños como los que acaban de cruzar; estos niños desde que nacen son bombardeados con cosas tecnológicas y grupos sociales en internet, por lo que crecen encerrados en sus habitaciones y aunque tienen la puerta de la casa abierta para ir a jugar prefieren pasarse las horas en internet en total oscuridad. Se la pasan mirando al frente y sólo conocen lo que dicen las pantallas, las cuales desde sus manos o paredes emiten una luz artificial que les muestra el mundo a través de imágenes y comentarios.

—Me lo imagino —le contesté recibiéndole a Mauricio mi café americano sin azúcar.

—Imagínate ahora que del otro lado de las pantallas hay hombres y mujeres famosos mostrando toda clase de lujos y cosas asombrosas imposibles de alcanzar para cualquiera, dando sus opiniones y manejando a las masas desde sus cuentas. 

—Extraño sería un mundo manejado por la farándula. Entiendo tu punto, pero ¿no serían niños muy extraños y limitados?

—Puede que tengas razón, pero en principio son como nosotros, pues, en primer lugar, ¿crees que han visto de sí mismos, o unos de los otros, otra cosa que las imágenes proyectadas por las pantallas que tienen frente a sí en sus habitaciones?

—Claro que no, si toda su vida están empeñados en no despegar los ojos de las pantallas. 

—¿Entonces no sucede lo mismo con el mundo que conocen a través de esas imágenes?

—Indudablemente —le dije muy interesado en lo que decía mientras pedía un buñuelo para acompañar el café. 

—Pues entonces, si solo aprenden lo que dicen en las redes de los objetos del mundo ¿no sería para ellos ésta la verdadera definición de las cosas?

Todo tenía tanto sentido, sin lugar a dudas lo invitaría a la siguiente cerveza. Continuó hablando tras dar un sorbo a su bebida. 

—Entonces ¿estás de acuerdo conmigo en que aquellas imágenes serían para ellos el mundo conocido donde habita su verdad y su propio ser, el lugar donde son alguien y tienen una identidad para ser reconocidos y para reconocer? 

—Sin lugar a dudas sería una necesidad sentirse así para mantener la cordura.  

—Examina ahora el caso de que después de muchos años de tener el servicio continuo, a uno de ellos se le obligue a salir porque ha habido un corto grande, y mientras es arreglado por el mismo sistema de la casa puede ser peligroso permanecer adentro, permitiéndole conocer el mundo por primera vez fuera de la pantalla, como una curación de su ignorancia. Entonces el sol lo cegaría y le dolerían los ojos, por lo que lo eludiría por la falta de costumbre y vería que las cosas no están en dos dimensiones como veía en sus pantallas, y que no se le puede dar me gusta a los objetos ni ver quién los había creado ni cuántas personas los habían visto ni googlear todo lo que no entiende. Despertaría dándose cuenta de que allí no tenían identidad ni avatares ni información para que otros pudieran saber de su existencia; notando también que el cielo que tanto se presumía en atardeceres hermosos y tardes lluviosas era apenas una enorme mancha de hollín salido de las fábricas y que apenas dejaba ver el sol; demostrando que todo lo visto en las redes era solo una edición para mantenerlos ajenos a lo que de verdad pasaba con el mundo, haciéndolo colapsar y sufrir inmensamente. 

De verdad todo aquello me tenía de cabeza en la historia y la sola idea de un futuro así me asustaba. Me animé a pedir también una cerveza negra, ese amargo sabor me hizo sentir que era real y que ahí estaba. 

—¿No piensas que se sentirá en dificultades y considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas de las que se le muestran ahora? —continuó terminado su primera cerveza—. Y si tuviera que quedarse allí tanto tiempo para lograr acostumbrarse a ese mundo fuera de las pantallas, dándose cuenta que ahí no se sentía tan triste y acosado como en su habitación, sintiendo la libertad por primera vez y contemplando el mundo como es en sí y por sí en su propio ámbito. 

—Necesariamente resultaría así, mi querido Francisco. 

—Y si entonces decidiera no entrar a ese lugar oscuro de nuevo y recorrer los lugares encontrando que aún quedan cosas que valen la pena y son más reales que todo lo que conocía antes, ¿no crees que pensaría en sus amigos digitales y, compadeciendo su situación, querría mostrarles cómo es vivir de verdad? 

—Por supuesto que sí, se sentiría muy solo si no —dije apreciando su compañía como nunca.  

—Así creo también yo, que padecería cualquier cosa antes que soportar aquella vida de inseguridades e ilusiones. Piensa ahora esto: si regresara a su morada digital para contarles del mundo a los otros y tuviera que discriminar de nuevo aquellas imágenes, en ardua competencia con aquellos que han conservado en todo momento los ojos pegados a las pantallas, ¿no crees que lo tildarían de mentiroso y lo expondrían en todas las redes haciéndolo perder su credibilidad, exponiéndolo al ridículo y al antiguo sufrimiento? Y si intentase estropear la luz de todos  y conducirlos hacia el mundo, ¿no lo matarían si pudieran tenerlo en sus manos por destruir su realidad? 

—Seguramente así sería —dije mientras pensaba que así lo hubiera hecho yo de haber vivido siempre así.  

—Pues bien, querido Marcos, debemos aplicar esta alegoría a lo que anteriormente hemos visto de aquellos adolescentes que se dirigen a una esclavitud, donde sus pantallas serán su perdición y su único lente del mundo. 

—Sólo Dios sabe si esto puede realmente llegar a ser cierto. En todo caso, Marcos, a mí me parece que al final aquella libertad representa la idea de lo bueno y una vez obtenida nos permite ver el sufrimiento de la falsedad en que vivimos. En el ámbito de la tecnología como progreso se ha engendrado su propósito y la libertad se ha perdido, haciendo de la verdad y de la inteligencia una imagen alterada que es necesario conocer fuera de la pantalla para poder vivir con sabiduría tanto en lo privado como en lo público —dijo terminando su larga charla y su última cerveza.

Todo aquello sumado al alcohol de las cervezas que fuimos tomando me había puesto a pensar en esos distantes futuros, ahora mismo el progreso era inevitable y su tendencia a volvernos obsoletos aún más. Me despedí de Francisco, quien ya había acabado las materias de ese día, y volví a la facultad. No sabía si estaba en condiciones pero fui hacia mi clase que estaba por empezar, el profesor no había llegado aún y todos en el salón estaban pegados a su celular mientras esperaban; ahora lo veía tan claro, saqué el mío y sentí algo de pavor, me fui hasta el rincón y apreté el botón hasta que se apagó y me quedé en silencio hasta el final de la clase.