Por Diego R. Hernández

—A mí cualquier culo me raspa la verga —dijo entre risas el dueño de “La vida es así”, lugar donde sirven cocteles de camarón al gusto, mientras comía con unos amigos, cagados de risa por los comentarios homofóbicos que se convertían en homofílicos, salidos a menudo en charlas entre rancheros y patas de perro.

—¿Y tú te has cogido a un hombre? —Alguna vez escuché esto y nunca lo olvidé por la respuesta—. Me he cogido a tanta gente que ya ni sé —por el contexto debo decir que fue muy gracioso, sin embargo, he reflexionado mucho sobre el tema.

Independientemente de cualquier tradición, costumbre, religión u otra forma de solidificación de la cultura en el pensamiento humano, los seres del género homo poseen un cuerpo animal, sexual o asexual, deforme o uniforme dependiendo la estética del lugar y de los ojos caníbales que lo miren.  Se sabe que existen más de dos sexos biológicos y que el género está influido con los colores con que te vistieron de niño o niña y de cuestiones como si jugaste con barbies o carritos. La preferencia sexual está sobre cualquier condicionamiento y convencionalismo social, no hay estructura ni funciones, espero, que aten una decisión proveniente de la voluntad instintiva de la animalidad del ser humano.

Así como los perros huelen colas indiscriminadamente, de acuerdo con su grado de homo o heterosexualidad claro está, las personas también deciden cómo usar las herramientas de su cuerpo para introducirse a un momento de placer, para desestresarse, pasar el tiempo, entretenerse, salir de pobre, mejorar la raza, pasar calificaciones, subir el promedio, obtener un trabajo, ascender de puesto, fortalecer lazos de amistad y de familia, por amor, tedio, costumbre, venganza, odio , descuido, error o para el perdón de los pecados.

Algunos seres tienen pene, otros vagina, unos más tienen ambas partes, pero todos son dueños de un ano, algunos cambian su sexo de nacimiento porque el cuerpo a veces no corresponde con las prácticas culturales. Existen un sinfín de combinaciones de cuerpos con elementos sexuales intercambiables: pene con senos, senos con vagina, vagina con pectorales, pectorales con pene, pero sin huevos; en fin, natural o artificialmente cada quien decide tener el cuerpo que quiere, vestirse como uno guste y juntar sus diferentes partes con otras partes para armar el rompecabezas que más corresponda con sus afectos, mentalidad, juicios y prejuicios.

Aplaudo los movimientos, luchas contrahegemónicas y propuestas como la de Fabián Cháirez con su obra La Revolución que resignifica y da movimiento a ideologías fijas, abre otras posibilidades y amplía el discurso humano, porque quién sabe cuáles eran las preferencias de Zapata con tanto macho ranchero a caballo.

Recuerdo haber leído en uno de esos libros sagrados escritos con lo que se escucha de boca en boca, donde se menciona cuando Jesús le daba sus chupaditas a todos sus apóstoles antes de cada cena, también se sabe por historiadores, de esos que cuentan solo la verdad, la tradición de los papas de salir todas las noches del Vaticano vestidas como elegantes damas italianas, luciendo sus frondosos pechos.

La vida es así, al gusto y a la oportunidad de cada quien, como dijo alguna vez otro ilustre amigo: mientras tenga hoyo, aunque sea de caballero.