Los juglares: del arte a la censura en la Europa medieval
Por Jonathan León
Las historias de hazañas, guerras y conquistas de los diferentes pueblos alrededor del mundo necesitan ser contadas y transmitidas casi como una necesidad biológica e inmanente al lenguaje mismo. La tradición oral, en este sentido, cumple con este papel primordial y ha logrado que, desde la narración verbal, no sólo se pueda contar un acontecimiento acaecido en el pasado, sino que cada uno de los hechos sea parte de la identidad cultural y, por lo tanto, una forma de reivindicación que, de no ser por ciertos personajes, caería en el inevitable olvido. Dicho esto, cada pueblo, en diferentes contextos históricos, ha tenido una figura que funge como recitador o pregonero, tal es el caso de los rapsodas y los aedos en la antigua Grecia o los juglares en la Europa de la Edad Media. De estos últimos hablaremos a continuación.
Los juglares desempeñaron un papel muy importante en la Edad Media porque se erigen dentro del imaginario colectivo como personas diestras en la recitación pública: recorrían las plazas de los pueblos, donde demostraban todas sus dotes líricas y poéticas (Menéndez, 1957). Sin duda, las historias y obras cantadas se empezaban a difundir por todas las regiones de la Europa medieval, alimentando así la imaginación e intriga de las personas que siempre acudían a escucharlos. Precisamente, ellos dependían de la acogida que les brindaban en las plazas, pues eran una especie de artistas nómadas que viajaban de pueblo en pueblo entreteniendo al público. Los juglares eran músicos ambulantes que no sólo tocaban instrumentos y cantaban, sino que además realizaban todo tipo de actividades para divertir (chistes, magia, acrobacias). Eran de clase baja y no eran compositores, ya que se dedicaban a copiar y plagiar las canciones de los trovadores (Menezes y Carvalho, 2017).
Podemos afirmar que los juglares no eran compositores, más bien eran intérpretes, pero no se puede desmerecer el papel que desempeñaron dentro de la cultura popular del Medioevo porque eran especialistas en diferentes actividades y estaban prestos al servicio de la comunidad. Asimismo, muchos de estos personajes vivían de las limosnas que les iban entregando las personas después de sus espectáculos, algo que los trovadores consideraban una deshonra, pues estaban recitando sus composiciones poéticas (Sáiz, 2009). Esto puede entenderse como un primer antecedente del disgusto de la nobleza en contra de los juglares que, posteriormente, se va a intensificar hasta llegar a la censura.
Gracias a textos como manuscritos de carácter devocional, salterios o libros literarios e históricos como las novelas y las crónicas se forma el concepto de lo juglar, pero desde una visión subjetiva, pues la escritura en este tiempo estaba reservada netamente para la nobleza y eran ellos mismos los que podían leer. Así, la imagen de los juglares llega desde un punto de vista crítico hacia sus actividades sin considerar el valor cultural de sus interpretaciones (Pietrini, 2012). Si tomamos en cuenta que la iglesia siempre jugó un papel importante en la toma de decisiones de la sociedad medieval, las actividades juglarescas como jugar con monos o títeres, lanzar cuchillos y espadas, fingir locura, reír o llorar sin pausa, realizar movimientos que van en contra de la moralidad mientras se desvisten (Alvar, 1981), aunadas al dinero recaudado en apuestas, vino y mujeres, serían motivo de señalamientos por considerarlas obras de Satanás, por lo que también se les empezó a dar persecución a los juglares para castigarlos según la ley eclesiástica, denominándoles “Las cornamusas del diablo”.
En igual medida, a estos personajes se les prohibió el acceso a la escritura, argumentando que dicho proceso tiende a su superación como actores para transformarse en una figura diferente y nueva, la del trovador: poeta, intelectual, operador de la cultura, pero que ya no es más actor y, por ende, aparece la figura del “actor” pagano, que iba en contra de la liturgia, es por ello que a estos actos se los denomina “teatro profano”, a diferencia del teatro religioso que no tenía el tono burlón o juglaresco que se le daba a muchos de los pasajes bíblicos (Dubatti, 2008). Estas prohibiciones o censuras no sólo limitaban los actos de los juglares en las plazas de los pueblos, sino que creaban un miedo colectivo por asistir a ver cualquier representación porque la prohibición se extendió por toda Europa en el S. XIII y la figura del trovador prevalece por ser parte de la nobleza y por ser diestros en el arte de la escritura y la lectura, como se he mencionado antes.
En líneas generales, la figura del juglar que tenemos en la actualidad es la que el clero nos presenta, mas no la de la cultura popular; recordemos que la gran mayoría de personas en el Medioevo no podía leer ni escribir, por consiguiente las narraciones dependían netamente de la tradición oral. No obstante, algunas obras literarias nos permiten rescatar algunos aspectos de lo juglaresco, como el cariño que se ganaron de todos los pueblos por presentarse en las plazas para que las clases no privilegiadas pudieran conocer y apreciar las diferentes manifestaciones artísticas, tanto poéticas como teatrales o circenses, las cuales en la mayoría de los casos estaban destinadas a la nobleza, al clero o al rey. De igual forma, desde el punto de vista literario, lo denominado como juglaresco se relaciona con la aliteración de lo poético y lírico, así como de las artes circenses, dejando de lado la censura que a la que ha sido sometido desde una visión histórica.
Referencias
Alvar, C. (1981). Poesía de trovadores, Trouvère, Minnesinger (De principios del siglo XII a finales del siglo XIII. Alianza. https://campus.fahce.unlp.edu.ar/file.php?file=%2F950%2FBIBLIOGRAFIA%2FAlvar._Trovadores_Autores_e_interpretes_La_poesia_de_los_trovadores_.pdf
Dubatti, J. (2008). Historia del actor. De la escena clásica a la presente. Ediciones Colihue.
Menéndez, P. (1957) Poesía juglaresca y orígenes de las literaturas románicas. (6ª ed.). Biblioteca Gonzalo de Berceo, Instituto de Estudios Políticos.
Menezes, A. y Carvalho, M. (2017). Literatura Espanhola 1. São Cristóvão SE. https://cesad.ufs.br/ORBI/public/uploadCatalago/16162426042018Literatura_Espanhola_I._Aula_01.pdf
Pietrini, S. (2012). Los juglares, cornamusas del diablo: las repercusiones iconográficas de la condena de los entretenedores. Medievalia 1(15), 295-316. https://www.raco.cat/index.php/Medievalia/article/view/268695/356282
Sáiz Ripoll, A. (2009). “Palabras y música” Juglares, trovadores, lengua y cultura en la Edad Media (ejemplos de novela histórica juvenil a través de sus textos”. Revista Cálamo, 1(54), 20-36. https://dialnet.unirioja.es/descarga/articulo/7371751.pdf