Por Mr. Saddy

Hace poco meditaba sobre el uso de las palabras o expresiones que utilizamos mientras hablamos, ya sea para bien o para mal de la conducta de los demás, y pensé en dos expresiones muy trilladas que se ocupan con regularidad y que personalmente se me hacen de mal gusto porque las personas asumen que son la mera neta cuando cero que ver. Una es «lo lógico» y la otra «por sentido común».

Con sus diversas variaciones coloquiales, estas dos frases se acostumbran para justificar algo que «popularmente» puede estar bien o mal. Sin embargo, mi argumento no radica en el hecho de que sea un problema usarlas, sino en que muchas veces no se usan conscientemente. No me refiero a acompañarlas de una super reflexión, sino a su trasfondo para entendernos «acertadamente» un poquito más cuando las usamos, pues de manera constante las anteponemos a otro argumento, sentenciándolo como si fuese una verdad absoluta. Y aunque son expresiones totalmente diferentes en cuanto a su significación se refiere (ante la diálectica, por ejemplo), suelen tomarse como sinónimos por su amplia interpretación, primero personal y subjetiva y, segundo, pública o social. Empero, esto es algo que hacen las personas debido a la forma en que interpretan la vida bajo sus experiencias y su capacidad de expresarse.

En este espacio que me otorga Rito —a quienes agradezco su paciencia y tolerancia— daré un pequeño punto de vista respecto al uso cotidiano de estas expresiones con diez incisos que considero, si bien no suficientes, son los necesarios para exponer mis argumentos que, aunque «suenan» a lo mismo al usarse, no lo son. Y como es costumbre mía, les agradezco el espacio que también uso para quejarme de lo que no me parece de la sociedad que nos cobija. ¡Comenceeeeemooooooos!

  1. «En el principio creó Dios los cielos y la tierra. Y la tierra estaba desordenada y vacía, y las tinieblas estaban sobre la faz del abismo, y el espíritu de Dios se movía sobre la faz de las aguas. Y dijo Dios: sea la luz; y fue la luz. Y vio Dios que la luz era buena; y separó Dios la luz de las tinieblas. Y llamó Dios a la luz día y a las tinieblas llamó noche. Y fue la tarde y la mañana un día». Hahahahahahahaha, no, no, no, en realidad eso de la Biblia es pura mierda. Ahora sí comienzo.
  1. Existe una cantidad de conflictos (personales y de cualquier índole) que serían reparados si hubiera un poco de claridad sobre el contenido y el uso adecuado de las dos expresiones citadas al principio. Pero resolverlos no es la finalidad de este escrito (tampoco soy Dios, no mamen). Si bien puedo aportar con mi granito de arena a algunos, no corregiré una cultura como la nuestra, que considero está en una etapa de transición para llegar a su madurez.

Ahora, si bien las dos frases se usan para algo similar, son distintas en cuanto a su conceptualización se refiere. Pero es normal su empleo debido a que las personas mediante el lenguaje interpretan muchas expresiones o palabras gracias a la semántica que retienen de lo que los rodea y su capacidad de comunicarse.

Con su uso las personas buscan dar sentido a algo que asumen como una obviedad o como algo que les «suena evidente», cuando en realidad es su propia interpretación del fenómeno y que además está acotada a experiencias similares (que en muchos casos son pocas). Aunque dentro de su propio mundito puede ser congruente usarlas, no quiere decir que sean lo mismo en la praxis y en lo que en respecta a la «realidad total». Pero siendo un “recurso de lingüístico” de un grupo de personas, en consenso se asimila por inmediatez.

Con ello no pretendo que se cambie su uso, como mencioné al inicio, eso sería absurdo. Sólo se trata de aclarar su diferencia. Es un suicidio ir contra la cultura misma, a la amplia interpretación que se tiene de sus expresiones populares y, en todo caso, del arraigo lexitivo y contextual al que están sometidas.

  1. Abordar filosóficamente estas dos frases sería lo más correcto para su entendimiento, pero siendo un recurso del hablante no sería conveniente más que trastocar un poco de su contenido. Como expresiones cotidianas fungen como la interpretación que nos ayuda a darle coherencia a nuestra percepción. Es así que para nosotros toman sentido al expresarlas. Son, entonces, un recurso de interlocución que asocia la experiencia con la conducta. Una conducta que puede no ser coincidente con nuestro discurso, pues uno puede tener sensatez al hablar, pero simplemente actuar como un completo pendejo. Y eso es totalmente válido. Como recurso lingüístico son una cosa, aunque en términos humanísticos signifiquen otra.

  1. Algo con lo que las personas solapan este tipo de frases es el supuesto «criterio». Sin embargo, el criterio se recarga totalmente en la moralidad de la persona. Cuestión independiente de las dos expresiones en juicio, pues si bien forma parte del concilio para su aplicación, la forma en que tambien puede expresarse (puesto que es una interpretación) cambia. Gracias a todo ello se le puede dar «sentido» a las cosas o acciones.

  1. Cuando usamos estas frases también expresamos lo que es más racional «idealmente» para nuestro juicio y/o valores (tómese como guste). Sin embargo, existen muchas características que conforman nuestro juicio y debido a que compartimos un espacio y tiempo determinados, cultivados en una cultura y, sobre todo, un grado de interpretación de la vida en general, lo lógico o el sentido común ya no son tan aplicables como si se tratara de matemáticas para «hablar de lo mismo» o «referirse a lo mismo».

Así, «lo lógico» y el «por sentido común» toman un sentido figurativo y metafórico que a través de una interpretación cultural tienen elocuencia dentro de la realidad de la persona a la hora de exponer un argumento y se utilizan como muletillas o herramientas.

5. «Por sentido común»: bajo esta crítica «lingüística», es una expresión un poco más simbólica, o sea, representa algo. No es literal que se trate de jugar con todo el bosquejo filosófico que rodea el sentido común forzosamente, pero esta frase describe una capacidad para cuestionar o juzgar una situación, como ya lo había mencionado. No es reflexiva en su totalidad, cabe aclarar. Y no es que haya un sentido común mundial. Puede ser similar, y muchos teóricos a la fecha están en discusiones constantes al respecto.

No obstante, cuando se usa debería buscarse hacer énfasis en una capacidad que trabaja en torno a la experiencia y a una conducta pre-hegemónica y no sólo soltarla como muletilla. Aristotélicamente, el sentido común es la reunión de información de todos los sentidos del cuerpo que, a través de una respuesta de asimilación, nos ayuda a distinguir lo verdadero de lo falso o lo bueno de lo malo.

  1. La acumulación experiencial nos permite desarrollar un argumento que, pues vivimos en sociedad, se comparte mediante el lenguaje y permuta en el sentir de una situación, se reconoce socialmente y podemos decir que es, ahora sí, por sentido común. Pensando, como mera referencia, en que esa misma experiencia la viven siete de diez personas, es que se da el consenso. Desafortunada y dependientemente de esta recolección de experiencia, el contenido del «por sentido común» muchas veces es sólo elocuente por una sustitución de conceptos en el discurso hablante, de interpretación y del grado en el que se profundiza el mismo. Pero eso depende de más factores que radican en el desarrollo de las personas, sus capacidades y contextos en los que habitan.

  1. «Lo lógico»: es una expresión mucho más densa que debería ser tomada con mayor responsabilidad, lo cual pocas veces sucede. Primero debemos tomar en cuenta que la lógica como expresión nace de una lógica como ciencia del pensamiento. Una praxis estricta para su uso cotidiano hace alusión a esa parte de la lógica filosófica que busca racionalizar algo que tiene una comprobación metódica y que, sin embargo, es temporal, la cual tambien tiene una profundo desarrollo en su estudio, pero que no constataré aquí por su amplitud. Sin embargo, no deja de ser un recurso del lenguaje.

Hace unos meses como recordatorio personal leí al Dr. John Corcoran, académico de la Universidad de Búfalo, en Nueva York, quien describe que el papel de lo lógico es, para su empleo, un trabajo en conjunto con la ética y viceversa, y que son hasta cierto punto inseparables, de ahí la onda de juzgar con lo lógico, lo cual es una cosa y usar la expresión otra. Campos muy distintos. Incluso sería poco pertinente hablar de la lógica como ciencia para este caso cuando hay tipos de lógicas. Sin embargo, es necesario este preámbulo para separar un recurso lingüístico de la filosofía, aunque puedan tener vínculos.

  1. «Lo lógico» como expresión busca calificar una acción que se observa disociativa o irregular en la conducta de alguien. Está lejos del sentido común aristotélico, platónico y mucho menos kantiano, pero en su uso cotidiano es una cuestión tradicional. «Lo lógico» en el discurso se caracteriza por una «intuición» que descalifica a la razón en términos estrictos. Lo cual en realidad no importa en lo popular. El objetivo es sentar una idea con inmediatez dejando de lado todo este proceso de la reflexión y demás, pero es normal que suceda. Sólo se busca revalidar un argumento. Al igual que sucede con la otra expresión.
  2. Siguiendo lo anterior, considero que «lo lógico» y «por sentido común» como expresiones no deberían usarse como sinónimos, aunque es pendejo de mi parte pensar que puede llegar a suceder. Pasa y seguirá pasando. La chaqueta mental de que las personas piensen tantito en las expresiones que usan tampoco pasará. No todos pueden detenerse a meditar antes de pronunciar palabrillas. Para empezar, muchas de las charlas del día son tan coloquiales que no necesitan mayor sustento reflexivo. Son charlas del preciso momento y con una ejecución laxa. El sentido común da paso a lo lógico, eso es en la teoría. Y el grado de reflexión de la primera ayuda a materializar la razón en la segunda.

  1. Como recurso del lenguaje, cualquier frase trillada es común, normal incluso. Pero tenemos que tener un poco de precaución porque están sujetas a la interpretación personal y podemos llevarnos una remolcada si le decimos a alguien que por sentido común deje de hacer pendejadas cuando su capacidad sólo le permite hacerlas. Jajaja. Fin.