Por Fredy Machicao Castañón

La cultura en la actualidad se ofrece como escenario reflexivo, abierto y en disputa, en el que los actores sociales pugnan por definir los contenidos de lo cultural en cuanto definiciones de sí mismos y de sus destinos colectivos. Abordaremos, desde la antropología, el estudio de este escenario desde una perspectiva retórica de la cultura. La voz nostalgia, creada con dos raíces griegas: nóstos que significa regreso, y álgos dolor, lo que traduce un ‘deseo doloroso de regresar’ (Corominas, 2006), se asumió entonces como memoria reclamando y haciendo presencia. Briceño Guerrero escribe que “…en toda música hay algo de nostalgia, el lamento sutil por algo perdido o su transitoria y fugaz recuperación. Como si toda la especie humana fuera el resultado de una gran catástrofe, la fragmentación traumática de un gran ser martirizado. Los hombres, tercos añicos de un dios despedazado, briznas de una gloria difunta” (Briceño Guerrero, 2009: 80).

Desde la década de los 60 del siglo pasado, Juliaca (distrito del departamento de Puno-Perú) empezó a surgir como una ciudad intermedia andina, gracias al comercio y los medios de transporte y comunicación. Étnicamente está compuesto por aymaras, quechuas, criollos y mestizos. Los comerciantes que llegaron a Juliaca para construir un espacio de oportunidad, tuvieron que aprender la cultura de quechuas y aymaras. El pequeño poblado en la década de los 80, ya era un prospecto de ciudad en ciernes. Así como atraía gente la naciente ciudad expulsaba (migración). Es en este escenario, de adoptar y expulsar donde la población cada año convive en la cotidianeidad. Los poblados y ciudades tienen una dinámica de manejo de su población, los migrantes nuevos se quedan y los pobladores viejos generalmente migran a ciudades más desarrolladas.

Empecemos por la dolorosa separación del individuo de su terruño. Nadie, en sus cinco sentidos, desea abandonar su tierra, ya que en ella tiene sus parientes, paisanos, amigos y a la muchacha(o) que desea enamorar. Ha nacido oliendo, sintiendo el frío, aromas, sonidos, formas, luz, tacto y sentido. Sus primeras impresiones con la naturaleza serán su guía venidera, luego accederá a las sensaciones con otros humanos, le llamará la atención su variedad de actitudes, comportamientos y manifestaciones emocionales. Lo primero es el miedo, la soledad y la protección de la progenitora, es decir, la mano donde busca y encuentra la seguridad.

Para la década de los 80, Juliaca era un espacio sociocultural anhelado por los pobladores del entorno físico. Familias y personas quechuistas migraron en busca de oportunidades, pero lo que encontraron fue soledad, anonimato y desarraigo. Los jóvenes, principalmente, buscaban comprender la dinámica urbana, creían que como en el campo los límites se podían traspasar sin inconvenientes. No es que no haya límites físicos en el campo, sí los hay, pero es un espacio muy amplio en el cual el individuo puede tranquilamente movilizarse, en la ciudad el rosarse es una imprudencia. El sufrimiento que aqueja de estar en un espacio social extraño, donde es sujeto de observaciones, burlas en la escuela y exclusión en la cotidianeidad va a permitir que el joven reaccione.

En la mayoría de sus días en la ciudad, la nostalgia, el recuerdo frecuentemente se hará presente, empezará a escuchar su música y tocará su añorada quena (instrumento musical hecha de caña), recordará sus llamas, alpacas, aves, sapos y arañas. El olvido se hace presente como una amenaza a su nostalgia, pero el joven debe seguir adelante, tratar de dominar el nuevo espacio en la ciudad. Juliaca, en un tiempo de más o menos tres décadas, cambió drásticamente en su dinámica poblacional, comercial, tecnológica, comunicacional y principalmente en el campo folclórico. Los aymaras se han apropiado de dos fiestas, el carnaval (de 9 días de duración) y la fiesta de las cruces (3 de mayo), los quechuistas, machuaychas y chiñipilcos (20 de enero). En las emisoras, en esas épocas se transmitía música de extracción aymara y en poca escala la música quechua. Hoy Juliaca es un emporio de producción musical a nivel nacional.

Los jóvenes quechuistas llevan en desventaja su empoderamiento en la ciudad, el constante recordar de su pueblo, comunidad ayllu o parcialidad está presente y será un obstáculo para su adaptación de migrante rural a citadino. Recordando a Darwin, están en una carrera de sobrevivencia, el más apto persistirá. Lo harán, pero a un precio altísimo culturalmente. El alto nivel de suicidios, desadaptación cultural, rechazo, delincuencia, abandono familiar y violencia son algunos de los resultados con los que vive hoy Juliaca. Esa angustia permanente va a dar paso a que estos jóvenes añoren esa vida de niños en su terruño de origen. Ahora, después de algunos años en la ciudad, van asumir nuevas vivencias y relaciones como los amigos, enamorados, gente de la otra etnia; cuando sea la fiesta patronal de su pueblo, viajarán y llevarán consigo el nuevo comportamiento citadino en todo orden.

En ese proceso de visitar el pueblo de origen y la ciudad donde vive la nostalgia inicial, antes de migrar, estará cambiando con respecto a la vivencia en la ciudad. Muy pocos jóvenes no se adaptarán a la ciudad, muchos lo harán a un costo cultural elevado, sus recuerdos entrarán en un proceso de selección, la tecnología facilitará amenguar esa nostalgia por medio de los videos, fotos, redes sociales, hoy con la pandemia, un estar allí o un estar aquí virtual formará parte de nuestra convivencia. La distancia (física) se ha acortado con el uso de la tecnología, pero la distancia entre lo vivido y lo que se vive, todavía no se puede resolver. A menudo la llegada o pérdida de un familiar, conversar o ver a un paisano, oler los aromas de nuestra niñez, ver las imágenes o siluetas de nuestro antiguo paisaje, escuchar los sonidos, irremediablemente nos aflorará la nostalgia y no todos reaccionarán de la misma manera, algunos llorarán, la tristeza les invadirá, a otros les será pasajero, lejano y hasta inadvertido.

Los jóvenes, en muchas ocasiones por recomendación de los adultos o amistades, buscarán nuevas salidas a esa presión nostálgica, como por ejemplo trabajar, hacer deporte, pertenecer a un grupo religioso, cultural o social. Nadie desea una muerte social y menos cultural, a quien nadie recuerde o cuando uno no pueda recordar a los demás, la nostalgia no hizo mella, pero es mentira cuando alguien dice no tener nostalgia de nada y que los recuerdos son una tontería. Por lo contrario, esa persona no sabe cómo abordar sus recuerdos ya que le abruman cotidianamente y trata de suplantarlos con acciones perentorias.

Muchos intentamos borrar nuestras experiencias, algunos los logran, otros continuamos con ellas, nuestras preocupaciones automáticamente nos ponen nostálgicos. Con el abandono en que vivimos en la ciudad, los individuos, los jóvenes buscarán espacios públicos para andar como eternos fantasmas, cargando a cuesta una solitaria vida a pesar de vivir con miles de personas. El espacio privado es peligroso, la calle es más prometedora, ya que en ella podemos acceder a sexo, identidad, temor, amor verdadero y engaños. Los jóvenes quechuas buscan encontrar o recuperar su alma que los identifique con un pasado, presente y futuro.

La nostalgia debe ser asumida como una aliada para fortalecer nuestra vida y la toma de decisiones, los jóvenes quechuistas de manera tosca y abrupta son arrojados al espacio citadino, los actores sociales son imperdonables, si eres motoso (pronunciar mal las palabras), usas ojotas (calzado hecho de jebe), hablas quechua, chacchas (mascar) coca y tienes un apellido rural eres un candidato fijo de ser excluido social. Reza la frase, eres de polvo y en polvo te convertirás, pero también la vida nos enseña a vivirla con fracasos, virtudes, lágrimas y risas. La nostalgia, así como la risa, el hambre, el odio, amor y desprecio son pasajeros, pero a pesar de ser cortos esas vivencias, nos llena un espacio y nos hace recordar lo frágil que somos, por otro lado nos permite forjar nuestro acero de la vida.

Bibliografía:

Briceño Guerrero, J. M. (2009). «La Mirada Terrible». Procesos Históricos, núm. 18, julio-diciembre, pp. 103-105. Universidad de los Andes. Mérida, Venezuela.

Corominas Rovira, E. (2006). Vinculación de los enfoques de aprendizaje con los intereses profesionales y los rasgos de personalidad: aportaciones a la innovación del proceso de enseñanza y aprendizaje en la educación superior. Revista de investigación educativa, RIE, ISSN 0212-4068, ISSN-e 1989-9106, Vol. 24, Nº 2, 2006, págs. 443-474.