Agosto – Modernidad – Daniela Estrada

Agosto – Modernidad – Daniela Estrada

Portada por Daniela Estrada

Por Daniela Estrada

Para el mes de agosto quisimos lanzar una convocatoria con el fin de explorar un periodo tan amplio como importante para nuestro presente: la Modernidad. Si bien en términos históricos la modernidad surgió con la Ilustración en el s. XVII, también es cierto que hoy en día seguimos viviendo en su legado y que para entender la posmodernidad primero debemos comprender eso que la originó. Con esto en mente, nuestros autores comparten con nosotros sus lecturas, ideas y visiones de una modernidad, así sin mayúsculas, que ya no es esa época por encima de la realidad con la cual buscamos explicar el mundo, sino la cotidianidad tan íntima que nos da forma.

Sin más presentación, te invitamos al habitual rito de cada mes.

Muchas gracias a quienes conforman este número: Saúl Pérez Sandoval, Yessika María Rengifo Castillo, Yohana Anaya, Alejandro Vega Gaona, Jorge Estrada, Abraham Campva, Víctor Navarro, Víctor Muñoz Chaves, Damián Damián y Daniela Estrada.

El cuerpo como horizonte

El cuerpo como horizonte

Por Zayra Alcantar Ruiz

El cuerpo: así es como lo hemos inventado.
¿Quién más en el mundo lo conoce?
Jean-Luc Nancy

Algunos podrían decir que ahí donde termina la palabra comienza el cuerpo; yo, por otro lado, me inclino a pensar que el cuerpo es la causa y propósito último de la palabra, que el cuerpo le antecede y, aún más, le sucede. Esto lo entiendo no como un retorno al viejo juego especulativo de adivinación respecto a lo que fue o es primero, sino como la puntualización de un hecho que es necesario nombrar para poder pensar nuestra experiencia concreta. Resulta entonces paradójico que sólo a partir de la palabra se pueda intentar precisar al cuerpo, pero es justamente en ese intento donde queda evidenciada una realidad ineludible, la cual apunta a que a pesar de todo propósito por un entendimiento concluido sobre lo que el cuerpo es y lo que puede, se afirma una y otra vez su carácter heteróclito y multívoco, lo cual, más que dejarnos varados en un universo inconmensurable, nos invita a explorar y a hurgar en la multiplicidad de formas de vivirlo y comprenderlo.

Así pues, a pesar de las distintas maneras en las que se le ha entendido, nombrado y vivido histórica y contextualmente, existe un hecho que resulta innegable y que pienso, puede ser un buen punto de partida para su reflexión: no hay nada que no pase por el cuerpo. El cuerpo se erige como aquella forma en la que se origina cualquier posibilidad de experiencia, es decir, el cuerpo es el principio y fin de la experiencia, pues el hecho es que somos cuerpo, existimos única, inaudita y exclusivamente de esta forma: cuerpo entre cuerpos, cuerpo haciendo cuerpo, cuerpo siempre cambiante, nunca inmutable, capaz, sintiente y, por supuesto, inevitablemente efímero. Por lo que, pensar a éste, pensar con éste, pensar gracias a éste, configura un paso indispensable en el momento de interrogarnos por cualquier hacer humano.

«Contenedor» de Daniela Estrada

En consecuencia, la vieja -pero siempre vigente- pregunta por sus potencialidades no deja de arrojar tantas respuestas posibles como la multiplicidad de la humanidad misma, por lo que, y ahora afirmo, preguntarnos por los límites del cuerpo equivaldría a preguntarnos por los límites de la humanidad.

¿Qué es el cuerpo sino una afirmación incesante de la vida?, ¿qué es el cuerpo sino nosotros mismos y nuestra experiencia encarnada?, ¿qué es el cuerpo sino los años de vida transcurridos haciéndose tangibles?, ¿qué es el cuerpo sino un cúmulo de aprendizajes compartidos?, ¿qué es el cuerpo sino sentimientos, emociones y pensamientos andantes?, ¿qué es el cuerpo sino un espejo del mundo?, ¿qué es el cuerpo sino un despliegue interminable de relaciones?, ¿qué es el cuerpo sino la historia de la humanidad condensada en un espacio y un tiempo?

Por ende, concluyo, podremos encontrar mucho más fructífero el camino de la afirmación antes que el de la negación en el recorrido de pensar al cuerpo como un tema genuino de investigación, centrarnos en la posibilidad antes que en los límites, para así poder quizá no acercarnos a una respuesta concluyente sino poder maravillarnos y gozar más plenamente de ésta, nuestra existencia carnal.