Por Fabiola Hernández

“Si en mis ojos hay diluvios,
en los tuyos leo destino”
Gustavo Cerati

Sé quién soy por cómo escribo. Siempre sobre el silencio y con un lápiz de madera, a veces de dibujo. Lo hago así por razones esenciales, porque he escrito un montón de mitos y nombres que se han transformado en símbolos y ritos. Todavía no he llegado a ver la cara de mis dioses, pero sé que en ese acto hay algo que no soy solamente yo. La escritura crea un tiempo y espacio distintos en los que nos acercamos a lo desconocido, tomamos conciencia de nosotros y esperamos oír la voz de lo absoluto.

Lanzamos una pregunta y esperamos algo a cambio, propiciamos la respuesta, aunque sólo sea una leve interrupción del silencio. Queremos ser parte de lo sagrado, incluso si nuestros ritos son de carácter profano o si nuestros dioses no tienen nombre aspiramos al misticismo.

Fuera del ámbito religioso, creamos una experiencia personal alineada con una mitología particular. Los rituales que seguimos en la vida cotidiana siguen pretendiendo ese trance fuera de la normalidad, el asombro y la certeza de que somos parte de un todo más allá de nosotros mismos. Por qué si no seguimos leyendo nuestro horóscopo cada semana o tomamos el café de la mañana en una misma taza o escribimos o tomamos té o leemos el tarot.

Sé quién soy también por cómo leo. La lectura me lleva siempre a sitios distintos con algo qué decirme sobre lo mismo. Cuando leo mis cuadernos me sorprende la permanencia de ciertas palabras que son como un axis mundi: nombre, absoluto, silencio, carne, tristeza y verdad. También he llegado a conocer las palabras de otros y a traducirlas; a veces las trascribo porque, como Rilke, quiero que broten, aunque ilusoriamente de mí, con su propio tiempo y espacio; porque, en fin, quiero ser escrita.

Con ello entiendo que a pesar de todo me pertenecen estos actos, su origen y propósito con lo que quiero y lo que no quiero saber, porque al final la experiencia del rito es personal, pues la vivimos desde un tránsito que sólo nosotros hemos recorrido y mediante el cual buscamos apropiarnos de lo que nos excede. A veces en los diluvios no sé quién soy, pero busco y lo malentiendo todo para permanecer: un poco a mi favor, un poco en mi contra.