Por Mario Flores

Me pidieron que renuncie al privilegio de la tristeza:
que estos no son tiempos
de contemplar el ombligo propio
que vivimos épocas aciagas en las cuales es mejor
agarrar la pala y probar trabajando,
que con tanta hambre flotando en el aire
la depresión es un lujo burgués.
Me pidieron que renuncie
a la contemplación de la oscuridad:
que todo se cae a pedazos
y yo estoy en el centro del caos,
que este no es el momento adecuado
para frustrarse frente al espejo,
con tantas barricadas y balas y gases lacrimógenos
la tristeza es un plus médico reservado a unos pocos.
Me pidieron que tome las riendas
del desastre que llamo “mi vida”,
que basta de pedir prestado
que basta de pedir prestado
para devolver el primer préstamo,
que basta de lamerse las heridas
que basta del sabor de la sangre
que basta de los sacrificios humanos.
Me pidieron que renuncie a sentir desesperación:
que ya es hora de convertirme
en un ciudadano serio, transitando
de la fila de cobro a la fila de pago
y viceversa y viceversa y viceversa.
Me pidieron que renuncie
al privilegio de la incertidumbre:
que este es tiempo de dar respuestas
que devoras o te devoran.
Me pidieron no ser tan dramático:
que basta de ser tan violento conmigo mismo
y con todas las versiones de mí mismo
que vagan en los infinitos universos.
Me pidieron que renuncie a los sentimientos salvajes
que ya no forman parte de la vida real:
que basta de preguntar y cuestionar
porque preguntar también es un lujo de clase.
Me pidieron que renuncie al privilegio de la melancolía:
que este no es el día más luminoso
que este no es el día más de mierda
que todo es así: de un gris inconmovible.
Me pidieron que renuncie al privilegio de la tristeza:
que basta de las autolesiones
que basta de regurgitar el pasado,
que tome la pala y pruebe trabajando
que drene lo que sea necesario drenar
que no hay mal que dure etcétera,
que pida un turno con la deidad a cargo.
Me pidieron que renuncie
al sentimiento de autodestrucción.
Me pidieron que no escriba esto:
que basta de exponer la desilusión
que si hay pobreza, no se note
que si hay un corazón estallando haga de cuenta
que todo está bien, que la lluvia siempre para.
Me pidieron que renuncie al privilegio de la tristeza,
pero así sea una certeza tan terrible
es la única cuota de hermosura
que ahora me queda del mundo.