Por Damián Damián

La muerte no es el final de la existencia. Es el final de un cuerpo humano, pero no del ser mismo. La muerte es el silencio indefinido, interminable, pero el ser no se acaba al entrar en ese estado del recuerdo indescriptible y repercutible. La existencia sigue hasta que la voz calla. Después de ahí, entonces ya sigue la inexistencia. Pero la muerte se enmudece en el momento que la respiración se detiene. ¿Por qué tender ese puente entre la muerte y la existencia del ser humano si la carne es lo único que se merma en ambos casos? una cosa es morir y otra existir, y evidentemente son obvias pero diametralmente distintas. ¿Será la cultura? ¿Por qué la muerte o la inexistencia, en todo caso para muchos lo mismo, aunque no es así, tienen que ser turbias, caídas, oscuras y perturbadoras? ¿Será la sociedad, su tradición o transparencia? 

En todo caso, el acto de morir inmortaliza lo finito del ser, pero no le da perpetuidad en lo existente. Los seres humanos le dan más valor a la carne que al ser en el momento en el que cierra los ojos para no ver, sino para sentir su propia caída. No hay mejor acto de existencia que la expresión de lo inerte en el acto de la muerte. Y es en este punto donde os pregunto ¿a qué llegamos a esta vida tan relativa con el sueño consciente? ¿A dejar existencia o a solo morir? Los seres humanos tenemos una tarea respecto de otro ser, por igual, de carne y hueso. Cual sea que sea, la tarea es marcar otras vidas que, para bien o para mal, darán voz y voto a la carne que en algún momento nos dio presencia. Pero esa voz, libre relativamente, nos dará tiempo y espacio en la misma existencia. Juzgará la distancia del ser mismo a pesar de su inmaterialidad. Asimismo, postergará la estancia de la vida en la palabra si los actos carnales dejan alguna clase de huella en los paseantes de la transmutación del barro en tierra. 

Considero de eso se trata la muerte. De vivir bien. De llevar con conciencia y claridad la palabra, que es la que nos dará vida en la posteridad. Podemos existir, claramente. Pero la infalible muerte se cruza en esa brecha diminuta del estar y no estar presente. La muerte es ese encanto del sueño permanente, de la romántica idea de los deseos inamovibles, del descanso inalterable, de la paz del cuerpo ¿por qué tendría que ser doloroso morir ante los que juzgan la muerte, si aquel que se va llegó a este mundo cumpliendo un ciclo sin principio y fin? 

La muerte y la existencia, la palabra misma, son simplemente tiempos determinados. Tiempos de choques cósmico-creadores de mundos en la psique de la misma masa cerebral. Son la ilusión de aquellos que recargan su fe en un Dios. Son el descanso eterno de quienes penan una terrible enfermedad. Sin duda alguna, la muerte y la existencia son la paráfrasis, la metáfora, la introspección de la vida humana que tenemos que hablar, escribir, experimentar, sin razón, sin lógica, sin elocuencia, con disfrute y regodeo, pues solo es una extensión del tiempo en el que prestamos espacio para realizar, hacer y deshacer el producto de un pensamiento, que no tiene finalidad en la brecha del ser mismo. 

Y como diríamos al final de la carne. No nos queda más que disfrutar esta indeleble vida, llena de indescifrables actos e incertidumbres momentos. Hay que aprovechar y comprender, exprimir a modo de jugo, la gracia del ahora estar y no lamentar la partida a la cual llegaremos todos en algún momento. Pues para bien o para mal, nos tocó un tiempo limitado, un tránsito inalterable en esta tierra, unas veces húmeda, otras veces seca.

Siendo lo anterior, he aquí un poema de la intensidad con la que uno, varios, aquellos, disfrutan la muerte misma, la existencia, la presencia y la realidad:

Así porque la tristeza es como un árbol
pienso    y sus ramas
nostalgia
agonía
dolor
sufrimiento
melancolía
murria
pena
pesadumbre
amargura    y
desconsuelo
dan frutos    inverosímiles

Un día trabajando me rebané un dedo
el meñique    el menos importante   dicen

Y con los años quedé ciego de un ojo
del derecho    para ser exacto    como en la hora.
Entonces    soy zurdo    completamente
y solo tengo un giro
al que le puedo apostar    con serenidad

Mi madre murió de cáncer
de esos que secan el cuerpo
y que al final te quiebran    te erosionan
sobre la cama    entre sábanas blancas
y marcas de humedad

A mi padre lo mataron
lo secuestraron
dijeron
cuando fui a reconocer su cuerpo
desarticulado    desarmado e inservible

Una hermana    con dos abortos naturales y una muerte de cuna
se orilló al suicidio
En esa carretera oscura
se colgó en su recámara    como ropa usada
discreta    reservada    como siempre

Su expareja    con todo y sus adicciones  sigue con su vida    como si estuviera cojo
manco    o también ciego de un ojo

Otra hermana    que ya no veo
desapareció un día    sin dejar rastro
Sé que vive    manda fotos
a algunos parientes    de mi lejanía y la suya

Tengo tantas cicatrices en que no me gusta ver mi cuerpo en el espejo
me desprecio
De reojo reviso que no me falte otra extremidad    otra orilla
sobre todo    por cualquier tropiezo

No es mala suerte    es la vida
son sus singularidades
Y aquí estoy    contándote esto sin ninguna pena

No te culpo mujer    te admiro
Tu rudeza    tu crudeza   tu crueldad
Tan vil    que las mil maldiciones en tu nombre deben caer
pues tu  piel a mis cabellos no los deja volver en sí mismos    

y caen sobre mi rostro