Por Fabiola Juárez Avendaño

Antropóloga feminista, tallerista y defensora de los derechos humanos

¿Quiénes son las Infantitas?

La congregación Esclavas de la Inmaculada Niña o Infantitas, fundada el 1 de febrero de 1901 en la Ciudad de México, es una congregación religiosa femenina de derecho diocesano, es decir, fue aprobada el 21 de julio de 1930 por el obispo en turno. Una de sus fundadoras, fue la Srita. Rosario Arrevillega Escala nacida en 1860 y proveniente de una familia humilde; a los 18 años conoció a las Concepcionistas (primera orden religiosa femenina que llegó a la Nueva España en 1540) y dio muestras de devoción a la Imagen de la Divina Infantita.[1]

El segundo fundador fue José Federico Salvador y Ramón de origen español de la ciudad de Almería, fue ordenado sacerdote y posteriormente capellán de las Concepcionistas en Almería; se consagró a la Virgen María, pero en la búsqueda de algo más se ofreció como misionero voluntario y llegó a la Ciudad de México en 1898. En 1900 oyó hablar por primera vez de la Divina Infantita y conoció a Rosario a través de la familia Escandón, fieles devotos de ésta, quienes lo hospedaron y entablaron amistad con él, quien se convirtió en su director espiritual y apoyo incondicional para la fundación de la congregación.

En 1935 expropian el templo construido a la Divina Infantita, que además contaba con Internado para Niños y la casa de la congregación con un gran número de religiosas. Después de este hecho vivieron en una casa en Mixcoac, pero en 1937 llegaron a Tlalpan gracias a benefactores que les donaron la casa que hoy en día ocupan. La congregación fue extendiéndose a otros estados como Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Querétaro a mediados de los años 70, e internacionalmente en los países de Argentina, Brasil, Marruecos y Costa Rica en los 80, y más recientemente en Venezuela y Nicaragua.[2]

Para poder comprender el modo de vida de las Infantitas y el porqué de la específica construcción del cuerpo femenino es necesario saber que la vida religiosa es símbolo y lugar de realización de valores católicos rituales que toda orden y congregación vive, expresa y constituye. La estructura de la vida religiosa dentro de la Iglesia católica se fundamenta a través de los consejos evangélicos o votos que:

Son el contenido y la realización de un pacto con la divinidad, para toda la vida, y debe ser refrendado de manera cotidiana. Los votos son el contenido moral y ético a partir del cual se organiza el modo de vida de las y los religiosos como grupo social y cada uno de ellos (as) en particular (Drewermann, 1995, p. 344).

Estos votos son: la pobreza, la obediencia, humildad y la castidad o celibato, cada uno ellos tiene la finalidad de lograr una integración total de las mujeres y hombres a la estructura institucional eclesiástica como imitación del modelo “perfecto” de Cristo que corresponde a este ideal religioso.

La construcción social del cuerpo femenino en el catolicismo

Centraré mi atención en el voto de castidad o celibato, ya que la iglesia católica ha construido una amplia red de consensos ideológicos en donde el cuerpo es el objeto a controlar (la corporeidad es mala porque es material). El “cuerpo y la materia proceden del Dios […] pero el cuerpo […] es más bien un castigo, un encadenamiento, una cárcel que nos ha sobrevenido como consecuencia de una caída previa en el pecado del alma pura” (Ranke-Heinemann, 1994. p. 55).

La castidad y el celibato es “la renuncia a la sexualidad erótica y procreadora, al matrimonio y a la maternidad” (Lagarde, 2001, p. 478), que trasciende más allá porque es la renuncia a su cuerpo y experiencia erótica, a fin de menospreciar el deseo y exaltar el sufrimiento. “La negación de la sexualidad (erótica y la procreación) es […] la característica central de la religión católica” (Lagarde, 2001, p. 478). O dicho por San Agustín, santo y doctor de la Iglesia católica “la virginidad es un valor más alto que el matrimonio, y el matrimonio sin relaciones sexuales es muy valioso que el que la tiene” (Ranke-Heinemann, p. 92), ya que para él “el placer que acompaña al acto sexual es sencillamente un mal [..] trasmite el pecado original” (p. 75).

A través de la vida religiosa se controlan, disciplinan y construyen los cuerpos. El sometimiento que mantiene la dependencia y el desarrollo de la opresión en todos los aspectos de la vida dentro de la institución es aprendido e internalizado por las religiosas y su expresión se da en el cuerpo, que no sólo es un producto biológico: “(la institución) pone en ello grandes esfuerzos para convertirlos en cuerpos eficaces para sus objetivos, para programarlos y desprogramarlos” (Lagarde, p. 56). “En estos cuerpos sexuados se concentra todo el sentido de la vida, se desarrollan las habilidades tanto físicas como subjetivas, tiene un ciclo de vida históricamente determinado y es el más valioso objeto de poder” (p. 507).

Para lograr cuerpos y seres asexuados se requiere desestructurarlo, y reeducarlo mediante la des-erotización del cuerpo y de la subjetividad. Se trata de desdibujarlo, hasta su desaparición, las características físicas y formales del cuerpo, así como los atuendos, adornos, y tratamientos que permiten su identificación con el cuerpo de las mujeres (Lagarde, p. 507).

Gracias a esto se puede distinguir a una religiosa al verla pasar: su uniforme es un hábito casi siempre oscuro o de colores neutros no llamativo que consta de fajas, corpiños, camisetas, fondos, blusas, chalecos, faldas, suéteres, etc.; todo superpuesto y en ocasiones el velo permite ocultar las características sexuales y eróticas femeninas. Además, un cabello corto o no muy largo pero sujetado, zapato bajo o dependiendo de la congregación u orden, sandalias. Tampoco se les permite ropa entallada, escotes, pantalones, faltas amplias, peinados muy elaborados, maquillaje, manicure ni joyas a excepción de su anillo de boda (símbolo del desposorio con Dios en una ceremonia ritual), medallas o cruces.

Con una pedagogía que incorpora una concepción pecaminosa del cuerpo femenino y normas disciplinarias de vida rígida, la iglesia logra poco a poco despersonalizar y des-feminizar. Ése es el sentido de proceso de iniciación y el entrenamiento que reciben las mujeres para convertirse en (religiosas o monjas). La conversión de los cuerpos femeninos en cuerpos fríos, duros y rígidos, es personal, internalizada mediante la obediencia, la sumisión y el miedo (y que), son otras expresiones de la servidumbre voluntaria que caracteriza la opresión patriarcal de las mujeres (Lagarde, p. 510).

Las Infantitas tienen un papel restringido, pues les es vetado el acceso al sacerdocio, por lo tanto no pueden escalar a cargos superiores; además la cualidad de servir a los demás, papel subordinado reducido a las funciones de ayuda, no les permite más pretensiones. La Iglesia católica reproduce la rígida división sexual, la legitima mediante la vivencia religiosa y la reproducción de ésta entre sus integrantes, y la refuerza por su sólida estructuración y distribución de las condiciones genéricas en su interior.

A través del dolor y la abstinencia los cuerpos femeninos se expropian e invisibilizan pues simbolizan el mal y el pecado, pero esto va mucha más a allá porque se logra el desconocimiento de su cuerpo y su sexualidad. Bajo esta premisa, en el catolicismo se construye un cuerpo femenino específico, un cuerpo-objeto fundamento del sometimiento que mantiene la dependencia y el desarrollo de la opresión en todos los aspectos de la vida. “El ser consideradas cuerpo para otros, para entregarse al hombre o procrear, (nos) ha impedido a (las mujeres) ser consideradas como sujeto histórico-social, ya que la subjetividad ha sido reducida y aprisionada” (Lagarde, p. 200).

La opresión de las mujeres es un postulado que los teólogos han mantenido como dogma y como voluntad de Dios que la Iglesia católica reproduce por medio de la vida religiosa. Las Infantitas son una congregación “joven”, poco más de 100 años se han cumplido desde su fundación, sin embargo, han retomado y perpetuado un modo de vida que apareció a inicios del primer milenio y que sigue vigente, con algunas diferencias en forma, pero no en esencia: el cuerpo es el objeto a controlar, pero el cuerpo femenino se debe confiscar y desvanecer porque simboliza el pecado y el mal.

Referencias:

Drewermann, Eugen. (1995). Clérigos. Psicograma de un ideal. Trotta.

Ranke-Heinemann, Uta. (1994). Eunucos por el reino de los cielos. La iglesia católica y la sexualidad. Trotta.

Lagarde y de los Ríos, Marcela. (2001). Los Cautiverios de las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. UNAM-PUEG.

[1] Divina Infantita.  Advocación de la infancia de la Virgen María que tiene sus orígenes de devoción en el México del siglo XIX, con 180 años de historia y cuya veneración fue iniciada por sor Magdalena de San José, quien el 6 de enero de 1840, en el entonces Convento de San José de Gracia (Ciudad de México), tuvo una revelación divina.  https://desdelafe.mx/noticias/sabias-que/la-divina-infantita-culto-mariano-con-180-anos-de-historia

[2] Entrevista que le realicé a la religiosa Beatriz Moreno de la Congregación Esclavas de la Inmaculada Niña.  (Alcaldía de Tlalpan, 2002)