Por Héctor M. Magaña

En los últimos años ha habido un interés por las cuestiones holísticas, un regreso al monismo filosófico, las partes se quieren unir al todo. Es interesante ver cómo todos buscan unir el conocimiento en un todo que de algún modo nos conecte con el universo y el mundo donde vivimos. Somos seres, criaturas, que buscan un sentido, y como en el mundo el contemporáneo las instituciones religiosas que tenían el orgullo de otorgar este sentido han caído en el desprestigio, es natural que el hombre intente buscar un sentido que lo conecte con su dios personal.

El concepto de deidad se sigue inmiscuyendo en nuestra propia realidad. Ya no es el dios judeo-cristiano con el cual estuvimos acostumbrados a convivir, sino un dios personal que no escape de los conceptos de la ciencia y que dé una explicación a los eventos sociales y morales que no comprendemos pero que vivimos todos los días. No se debe olvidar que, por ejemplo, la teoría del Big Bang fue creada por un sacerdote, por lo que incluso el eclecticismo está presente en los hombres de ciencias.

Recientemente, a raíz del surgimiento de la película La teoría del todo hace algunos años, hubo un interés renovado en la ciencia y en sus aspectos humanos. La película taquillera Interestelar también contribuyó a ello. Hace tiempo descubrí que uno de los colegas más queridos de Stephen Hawking, el físico teórico Roger Penrose, trató de aportar su propia teoría de lo que pudo ser el origen del universo. Partiendo de los postulados del Big Bang, pero sin aceptarlos del todo, el profesor Penrose desarrolló la teoría de la Cosmología Cíclica Conformada (CCC), la cual surge de una vieja creencia: el universo ha existido siempre y lo más probable es que es siga existiendo. Desde lo conocido como Big Bang hasta el “Fin de los tiempos” habrán transcurrido mil millones de años, una cifra que corresponde a un “eón” (ese concepto tan familiar en la literatura de Lovecraft). Después de ese tiempo ¿qué ocurre? Todo vuelve a empezar.

Para Penrose el universo es un sistema que se reinicia constantemente, eso significa que el universo es el mismo pero su contenido es diferente en cada periodo. La radiación de fondo son solo los rezagos del anterior reinicio. Rastrear el origen del universo entonces es una tarea imposible y sin sentido. Un problema irresoluble. La edad del universo se debería medir a través de gúgoles (1 gúgol= 10100 años), una unidad risible para nuestro pobre pensamiento abstracto. Afortunadamente hay una cultura que capaz de pensar en semejantes proporciones no es alucinante.

La cosmología hindú-budista se adelantó a los postulados de Penrose, pero sus conclusiones no son resultado del razonamiento inductivo occidental, son producto del pensamiento mágico. El tiempo en la cosmología hindú es similar al eón. Los “kaplas” son periodos de destrucción y creación del sistema cósmico. Es un universo poblado de dioses (devas), “asuras” (especie de ángeles o demonios), hombres, fantasmas, animales e infiernos. El mundo de los hindúes es similar al nuestro en muchos aspectos, pues ¿no es acaso similar el mundo de los asuras y de los fantasmas a nuestro pobre conocimiento de la radiación de fondo, de la energía y la materia oscura, de las sub-partículas de la física cuántica (como la búsqueda recientemente fallida del neutrino estéril)?

No me atreveré a decir que el hinduismo y el budismo tengan una “evidencia científica” que los legitime, pero tal vez nos ayuden a asombrarnos por el universo que nos rodea y a notar ese espíritu vital que mueve el mundo, como un demiurgo platónico. Darle un sentido a la experiencia de pertenecer a un universo lleno de ciclos ya hace surgir ese empuje espiritual que nos lleve a abrazar el pluralismo del universo. Como dice Vladimir Yankelevitch es su famoso libro sobre el filósofo galo Henri Bergson: “La vida nos ofrece el espectáculo de iguales resistencias, y el lenguaje de los sabios nos muestra que la humildad pluralista es, en ciertos aspectos, una actitud eminentemente científica”.

Muy a la manera de Lovecraft diré que esperemos los eones por venir, pues hasta la muerte morirá (cuando los agujeros negros súper-masivos finalmente se evaporen). Entonces nacerá todo de nuevo, la vida empezará y si hay seres racionales tal vez se cumpla el pronóstico de Schopenhauer y toda la vida sea un reloj con ligeros cambios en las manecillas, pero en esencia todo es lo mismo, así hasta la eternidad. La insufrible eternidad. Una eternidad con periodos de creación y destrucción, ¿pero habrá algo nuevo en esos periodos?