Desde que tengo uso de razón, sé que las palabras son el cuerpo de nuestras ideas, la voz del pensamiento, parte de la materialización más directa del lenguaje. Las palabras como «memoria, recuerdo u olvido» no serían lo que son si no se pronunciaran o escribieran. Así como en general ocurre con todas. En este caso, estas tres palabras, por ejemplo, son parte de una tesis o antítesis para sugerir que los objetos, cosas y, en todo caso, personas, son contenedores de la memoria. Asimismo, las palabras que pronuncian son el canal que tiende ese puente entre eso, ello o ahí y la proyección que nos da de él, siendo la memoria el almacén que desarchiva un pensamiento sobre el mismo. A eso, en términos psicólogos y llanos se le llama condicionamiento, mas no voy a tocar un tema delicado que podría llevar por otra índole esta reflexión.
Las palabras son el mejor obsequio que alguien nos puede dar u ofrecer. Ya sea para bien o para mal, enseñan, nos experiencian. Dejan una sonrisa que nos puede durar de por vida o una marca, una huella, una herida que nos acompañará hasta el momento de nuestra muerte. Las palabras duran más que la existencia de uno mismo. Son perpetuas, por decirlo así. Que en comparación con las flores que, por ejemplo, se regalan y a los pocos días se marchitan y pudren, volviéndose basura, naturaleza muerta, parte de una vida que fue despojada de sí para complacer a otra, no tienen más que un valor efímero y sin sustancia cuando no hay palabras.
Las palabras transforman o, en su defecto, nos pueden cambiar la visión totalmente. Son progenitoras de amor y revestidoras del alma. Si algo puedo decir de las palabras, las que lees en este momento, es que son yo. Significan lo que siento por ti, lo que ya sabes y he intentado demostrarte incansablemente, interminablemente, indescriptiblemente: amor.
Son el discurso hegemónico de mi ser en sociedad. Son el par de años que sigue vigente y seguirá a pesar de que ya no quieras mantenerme a tu lado. Estas palabras que evocan mi nombre te harán recordarme totalmente, y si ya no estoy en tu vida, serán el peso mismo del recuerdo que te durará por siempre. Pero si aún sigo estando contigo, serán la promesa de que los «para siempre» existen y aunque los dos tengamos que morir en algún momento, estarán presentes indefinidamente.
Y sí, por supuesto que las palabras marcan la diferencia entre las personas. Están quienes las crean y quienes sólo las utilizan siendo de alguien más, ya sea de buena manera o huecas. Están quienes las ocupan para adornar una idea o quienes idean experiencias cumbres con ellas. Las palabras y su uso marcan la diferencia entre las personas.