Por Itzel Rodríguez

El Estado de México se convirtió en un foco rojo en cuanto a la desaparición y violencia contra las mujeres; esta entidad presenta el mayor número de casos de mujeres, adolescentes y niñas desaparecidas del país. Los datos son alarmantes pues la cifra de mujeres desaparecidas es de casi el doble que en otras localidades, sin embargo, la desaparición de mujeres no es considerada un delito pues no está tipificado, por tanto pareciera que aunque exista un gran aumento de mujeres desaparecidas, las autoridades limitan sus funciones solo a la búsqueda y no a la vinculación con otros delitos como la trata y uso de las mujeres por el crimen organizado para transporte de drogas y prostitución, ni a la prevención del fenómeno.

Desde el año 2015 se ha presentado un incremento en los casos de niñas, adolescentes y mujeres extraviadas o desaparecidas en los municipios de Ecatepec, Cuautitlán Izcalli, Chimalhuacán, Nezahualcóyotl y Toluca. Estas cifras son muy reveladoras, nos permiten entender que como la desaparición de mujeres no es un delito, ésta se traduce a cifras negras, las cuales pueden convertirse en homicidios dolosos y feminicidios, sin embargo, no forman parte de las estadísticas reales pues no existe el cuerpo de la mujer asesinada que demuestre el delito.

En cuanto a los feminicidios, se incrementaron los casos desde el año 2010, sin embargo, se observó que la mayoría describen condiciones de crueldad e inhumanidad, además en el 56.7% del total, es decir, más de la mitad de los casos analizados sobre feminicidio en el Estado de México, la víctima no conocía al agresor, es decir, el Estado desconoce la identidad del victimario, lo cual evidencia una alta incidencia de la violencia en el ámbito comunitario, pero también incapacidad para realizar investigaciones (Id(ea)s, 2017, p. 72).

En esta misma dirección Nelson Arteaga (2010) apunta a que “la mayoría de los feminicidios en el Estado de México se encuentran dosificados de forma diferencial en función de ciertos contextos sociales: las mujeres que viven en condiciones enmarcadas por la marginación, la pobreza y la exclusión educativa tienen mayores probabilidades de morir asesinadas por su condición de género que las mujeres en condiciones de vida más favorables (2010, p.7-8)”.

Estos municipios son un espacio donde los habitantes de la entidad viven al límite de prácticamente cualquier cosa. Según Arteaga (2010), lo anterior apunta a una diferencia central entre la violencia de género y el feminicidio, pues la primera “atraviesa el conjunto de la sociedad, la segunda se localiza en los sectores sociales ubicados en la base de la estructura social” (p.8). El feminicidio no se puede entender fuera de su contexto histórico, en la actualidad parece que existe la necesidad de eliminar la capacidad de las mujeres de convertirse en sujetos. El autor también señala que el objetivo del feminicidio es cuestionar el orden emergente que muestra un cambio en la posición de dominio y poder de los hombres frente a las mujeres (p.7).

Mujeres asesinadas en el municipio de Chimalhuacán: tres historias breves

Las condiciones sociales, culturales y económicas de Chimalhuacán, como parte del Estado de México, robustecen la violencia feminicida y las desapariciones; la precariedad laboral y servicios básicos insuficientes, la violencia normalizada e institucionalizada contra la mujer y la incapacidad de las autoridades para emitir resoluciones fiables para las familias, producen un ambiente propicio para la comisión de este delito. Los casos de feminicidio y desaparición de mujeres comparten escenarios; algunas mujeres siguen desaparecidas aunque presuntamente fueron víctimas de feminicidio, para otras, sus familiares buscan verdad y justicia en procesos médicos, legales y forenses nubosos. A continuación, presento un perfil de tres mujeres victimas de feminicio entre el año 2017 y 2019[1]:

Norma Dianey era una niña linda, “una niña de casa”, que laboraba desde los diecisiete años para apoyar a su familia. Ella, sus dos hermanas y su madre pasaban el tiempo juntas, se llevaban muy bien, eran muy unidas. Le encantaba bailar y jugar con su sobrino, también le gustaba leer, su libro favorito era Cincuenta sombras de Grey, era fanática de Enrique Bunbury y Mon Laferte. Cursó estudios hasta la preparatoria, quería continuar en la Universidad. Normita, como le llamaba su familia, era, en palabras de su madre: “una niña excelente, con metas, dedicada a su familia. Su meta era tener trabajo, estaba viendo lo de su casa, le faltaba un mes para que tuviera su casa. Esas eran sus metas, metas que se quedaron cortas. Era una chica excelente. Ese pedacito que me falta voy a seguirlo buscando, hasta encontrarla”. Cuenta su madre. Dianey, presunta víctima de feminicidio, aun sigue desaparecida. Su familia continúa su búsqueda.

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Diana compartió con su hermana los años de escuela desde la primaria hasta la secundaria, pues se llevaban pocos años de diferencia. Ella era muy callada, por tal razón las hermanas siempre estaban juntas, sin embargo, en la secundaria comenzó a tener amigos y se distanciaron un poco. En segundo año, Diana abandonó la escuela, una de las razones fue porque —según Laura— ella no creía que los profesores estuvieran comprometidos con la enseñanza. Así comenzó a trabajar en la limpieza de casas, como mesera, vendiendo postres, lavando trastes, pegando figuras de fomi y luego en fábricas. Era una joven a quien le encantaba leer novelas de misterio y terror, por lo que cada vez que iba al tianguis compraba algún libro; le gustaba también comprar ropa, misma que le modelaba a su madre: “¿Cómo se me ve, mamá? ¿Cómo se me ve esta blusa?”, le decía. Amaba a los animales y quería regresar a la escuela, estudiar una carrera y ayudar a mejorar las condiciones de vida de su familia. Sus últimos días se dedicó a vender dulces. Con el dinero que ganaba quería comprar cosas para su vivienda, ahorrar para la preparatoria y después casarse y tener hijos. Diana fue enterrada el 7 de julio de 2017 a los 24 años. El proceso legal aun continúa.

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Gis —como cariñosamente la llama su madre— era una niña activa de 11 años que amaba jugar futbol y a quien le gustaba el basquetbol, la patineta y la bicicleta; en palabras de Miriam, su madre: “todo lo que tuviera velocidad era adrenalina para ella”. Se llevaba bien con toda su familia. Era protectora con su hermano menor (lo cuidaba y evitaba que lo regañaran), pero la relación más especial la llevaba con su padre, ya que se entendían a la perfección y se cuidaban mutuamente; ella era una acompañante frecuente en su trabajo. Le encantaba comer Cheetos y se escabullía para comprarlos, sin embargo, sus dedos siempre la delataban con su madre, quien le pedía dejar de comerlos; la pequeña niña insistía. También le gustaba beber Coca-Cola y comer chamoyadas. Le gustaba cantar y bailar. Gis “era un relajo, una niña feliz al final de cuentas”, cuenta su madre. En este caso, la justica sí llego, pero tarde, el feminicida fue condenado a 83 años de prisión, sin embargo, a la familia les quitó más de lo que va a poder pagar con esa condena.

Aunque la presentación de los casos es breve, los tres tienen características en común; todas eran mujeres jóvenes, trabajadoras, de bajos recursos económicos, sus cuerpos presentaban signos de violencia física y sexual, además, los procesos legales y forenses de búsqueda de verdad y justicia presentan tropiezos constantes. En resumen, las víctimas fueron asesinadas por el hecho de ser mujeres, la violencia basada en el género.

 

Bibliografía

  • Arteaga Botello, Nelson, & Valdés Figueroa, Jimena. (2010). Contextos socioculturales de los feminicidios en el Estado de México: nuevas subjetividades femeninas. Revista mexicana de sociología, 72(1), 5-35. Se puede consultar en: http://www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S018825032010000100001&lng=es&tlng=es
  • i(dh)eas, Litigio Estratégico en Derechos Humanos, A.C (2017). Guía práctica sobre la aplicación del protocolo homologado para la búsqueda de personas desaparecidas. Se puede consultar en: https://www.idheas.org.mx/wp-content/uploads/2019/04/guia-practica-aplicacion-del-protocolo-busqueda-personas-desaparecidas.pdf

[1] Estos casos forman parte de la investigación de Maestría en Ciencias Antropológicas realizada por la autora de este artículo, titulada La (des)personalización de las mujeres víctimas de feminicidio en Chimalhuacán, Estado de México. Narrativa desde las familias. Universidad Autónoma Metropolitana. 2020.