Por Manuel Caamal

Al cuerpo humano lo podemos definir sintéticamente como la estructura física y material del ser humano. De manera general, se puede estudiar mediante sus tres partes principales: la cabeza, el tronco y sus extremidades. Sin embargo, desde tiempos tempranos, la representación del cuerpo humano se volvió fundamental para el conocimiento cosmológico y religioso de las diferentes culturas del área mesoamericana, cuya función se inclinaba hacia dos razones: representar eventos memorables y emitir significados personales de carácter ritual o social para cierto grupo social.

En el caso particular de los antiguos mayas y su concepción del cuerpo, ésta era igual de importante en consideración con otros factores regidos por la cosmovisión concerniente a esta cultura. Gracias a muchos de los estudios arqueológicos enfocados a cuestiones epigráficas, iconográficas y lingüísticas se fundamentó una idea que nos ayuda a entender cómo se estructuraba la noción del cuerpo para los mayas prehispánicos.

En el periodo clásico (250-900 D.C.) los mayas reflejaban los ámbitos del cosmos en el cuerpo humano, así como su estructura y características. El cuerpo humano se dividía en dos aspectos: el primero asociado a la parte del ecúmeno, cuyo reflejo era el espacio-tiempo del universo y se vinculaba con la materia orgánica del cuerpo humano como los huesos, vísceras y otras partes físicas concretas; el otro, asociado al anecúmeno, calificado como el espacio-tiempo del universo donde habitaban los dioses y ancestros, y relacionado a un aspecto más espiritual, perceptible únicamente bajo un estado de trance.

Por lo general, para los mayas el cuerpo humano era una réplica de la estructura cósmica tal como si fuera un espacio cuadrado con sus orientaciones cardinales y un punto central rector correspondiente al ombligo. Dentro del mismo carácter cosmológico se encuentra un vínculo entre el cuerpo y los animales, plantas y entidades naturales como el agua, la tierra y otros elementos. Sin embargo, en investigaciones más recientes aplicadas a mayas modernos se ha aclarado que los sectores del cuerpo corresponden a diferentes rumbos, que parten de una cruz (o varias), pero con la problemática de ser un concepto más colonizado.

La cosmovisión mesoamericana se enlaza con la idea religiosa de la montaña sagrada, misma que en el periodo clásico se encontraba asociada al cuerpo humano dadas las cavidades que presenta, y las cuales también se correspondían con “cuevas”. Un dato de gran interés radica en la caracterización de los orificios corporales (cráneo, boca, fosas nasales, etc.) como puerta de acceso entre el ecúmeno y el anecúmeno. Para los antiguos mayas el número nueve parecía de suma importancia por su correspondencia con los orificios del cuerpo, lo cual se representa en diferentes elementos iconográficos.

La cabeza humana, o pool en maya yucateco, era calificada como el tránsito de componentes anímicos de la región celeste, y se encontraba asociada al ingenio, entendimiento y habilidad. En el caso de las cavidades craneanas se consideraban centros anímicos donde se concentraban las fuerzas como el K’in.

Entre otros aspectos tenemos al Ik´ como el aliento vital para los mayas, representado con elementos como la jadeíta, mineral identificado con el viento y con la capacidad de inhalar y exhalar alimento o humedad. Un ejemplo de lo anterior puede corroborarse con la presencia de este elemento dentro del cráneo de K’nich Janaab’ Pakal, lo cual hace pensar que fue colocado en la lengua del soberano para que éste pudiera tener contacto con los dioses del inframundo a lo largo de su travesía al más allá, con ello se señalaría la cavidad bucal o Chi’ como un portal de voz y palabra. El Ik’ y su vinculación con el cuerpo humano es evidente también en el interés de los mayas por concretar una especie de estética, por ejemplo, en los métodos de decoración dental, algunos de ellos realizados con la intención de darle al diente una forma de “T” signo vinculado al Ik’.

Así, podemos observar el cuerpo humano como un elemento imprescindible dentro de la cosmovisión maya de la época prehispánica, cada una de sus partes conformantes de un centro anímico y, por ende, un reflejo del cosmos alineado con los puntos cardinales, también asociados a colores específicos, parte de esta tradición.

Referencias:

Chávez Guzmán, Monica, “El cuerpo humano y la enfermedad entre los mayas yucatecos”, Arqueología Mexicana, 65, p.27-29.

Hirose López, Javier (2007). “El cuerpo y la persona en el espacio-tiempo de los mayas de los Chenes, Campeche”. Revista Pueblos y Fronteras Digital, 4.

Velásquez García, Érik y Tiesler, Vera, 2019. El anecúmeno dentro del ecúmeno: la cabeza como locus anímico en el cosmos maya del Clásico y sus insignias físicas. Maya cosmology terrestrial and celestial landscapes. 29 (6), pp 85-98.