Por Mirza Mendoza

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello. Practicaba los saltos más altos y largos para equipararse a las demás. Por las tardes se unía al coro del croac. Al amanecer se observaba en el espejo que se hacía en un estanque, y admiraba su pálida belleza tan igual como el resto de sus compañeras. Croac.

En un lugar inhóspito vivía, tratando de no sobresalir, de ser tal cual debería ser una rana. Siguiendo un orden, un dictamen divino. Veía a los renacuajos crecer con rapidez. Sonreía porque la genética y lo establecido perduraba. Aunque se preguntaba si sus semejantes al igual que ella se esforzaban en ser y parecer. Si las otras se rebelaban ante su destino seguro serían a futuro degradadas, no tenía cómo saberlo ni quería comprobarlo. Croac.

Varias veces a la semana se despedía de las elegidas, esas que eran devoradas por aves rapaces y las agraciadas serpientes. Nuestra rana, que era igual a las demás, gracias a su esfuerzo diario y luego de vivir una vida apacible, esperaba ya su final. Muchos huevos expulsados antes de su ansiada partida le garantizaban la eternidad de esa rutinaria vida. Croac.

Llegó el día cuando fue sustraída con violencia por un ave. Dio un último adiós a su existencia, ya suspendida en el aire, agitando su pata membranosa. La muerte llegó pronto, al igual que en las ocasiones anteriores. ¡Huesos quebrados! Pasó por el túnel y como siempre al final estaba la luz. Croac.

El tenue palpitar de nuevas células recibieron su conciencia. Hecha un huevo pasó rápidamente a ser un renacuajo. Sonrió al poder iniciar así su reencarnación. Feliz de ser una rana por siempre y no pretender ser otra cosa diferente en la cadena alimenticia. Croac. En su nuevo comienzo decidida a dar lo mejor de sí se maravillaba de poder pasar entre la vida y la muerte siendo siempre la misma. Estaba contenta de ser una vez más una rana y cumplir con su misión: ver los atardeceres, respirar tranquilidad y morir entregando su carne, mas no su diminuta alma que solo sabía calzar en pálidas ranas. Croac.

¿En esta nueva existencia se rebelaría? ¿Trataría de ser diferente? ¿Dejaría de croar?

Había una vez una rana que quería ser una rana auténtica, y todos los días se esforzaba en ello…