Por Marlene Pasini

La tristeza es parte del espectro de las emociones que conforman al ser humano. Todas las emociones son experiencias de vida que nos acompañan en cada momento, pertenecen al equipo con el cual hemos venido a este mundo. Ya sabemos que estamos constituidos por diferentes cuerpos y el cuerpo emocional es uno de ellos, sin embargo, este puede vivirse de dos maneras: la primera como un vivencia negativa que nos llevará a una situación contractiva y de toque de fondo en el cual podemos quedarnos atrapados y que, de prologarse, puede conllevar a la depresión como un trastorno patológico. Es posible que esté relacionado con una cuestión neurofisiológica y química, ajena a uno mismo, en la que se pierde el control y la percepción consciente, y cuya primera solución sea la búsqueda y el apoyo profesional, pero una vez que poco a poco se vaya teniendo una mejoría, entonces se puede pasar a la segunda manera de vivir esta emoción o el trastorno como tal, que es acogiendo la experiencia como una posibilidad transformadora a nivel psicológico, personal y espiritual. 

Desde un punto de vista conceptual, la tristeza se trata de una reacción ante una experiencia de pérdida como la de un ser querido o del trabajo, también puede ser generada por una situación adversa por la que nos vemos superados como, por ejemplo, la pandemia que hemos estado viviendo por prácticamente dos años. Por otro lado, la tristeza muchas veces va acompañada por otras emociones de manera conjunta como la ira o la rabia, y que de alguna manera, complementan ese cariz negativo por el cual está atravesando esa persona; principalmente si es pesimista, le cuesta autorregularse o si no tiene la capacidad de gestionar de manera adecuada sus emociones, lo cual también puede estar influenciado por ciertos moduladores como el entorno sociocultural o incluso por aspectos de la propia personalidad, como los antes mencionados. 

Sin embargo, aun cuando la tristeza es inevitable porque tarde o temprano llegará algo que la destape, es ahí cuando se pueden abrir ante nosotros grandes oportunidades de búsquedas conscientes en nuestro yo, y para nuestro crecimiento personal y espiritual, los cuales nos llevarán a una transformación sorprendente. La tristeza entonces, en lugar de ser una emoción bloqueadora y saboteadora, se nos presenta como una entrada hacia un camino que no hubiéramos imaginado que existiera, pero que está ahí ante nosotros esperando a que atravesemos su umbral. Una vez cruzada esa oportunidad, podremos descubrir un cúmulo de experiencias nuevas en las que es posible encontrar talentos o habilidades que habían estado dormidas en nosotros por mucho tiempo, o incluso, ni siquiera sabíamos que teníamos. 

Nada en el universo es estático, vivimos en un flujo constante de cambios, y las emociones son parte de esos cambios; van y vienen siempre en oleadas en nuestra vida y lo único que podemos hacer es ver en ellas una profunda posibilidad de aprendizaje y de transformación interior, incluso a veces tendremos que aprender a soltar sus pesadas cargas y dejar a un lado los juicios que a veces lo único que hacen es ponernos una venda en los ojos,  impidiéndonos ver todo ese abanico de nuevas posibilidades necesarias para trascender conscientemente más allá de lo que tenemos frente a nosotros. 

Aunque clínicamente los trastornos sean considerados como alteraciones permanentes de la mente, tal es el caso de la depresión, que como mencioné anteriormente, es desencadenada por un factor químico o por la tristeza, el desánimo y la falta de interés en la vida de una manera repetitiva y continua, no se debe ver en ello un obstáculo para crecer y descubrir que en las experiencias de vida, con su dualidad y a veces sus bemoles, pueden llevarnos a un camino de autodescubrimiento y liberación de nuestro verdadero ser espiritual. 

La vida siempre será un reto de cualquier manera para todos y en el camino de descubrimientos podemos ver la belleza del mundo que permitirá la subida hacia los escalones de superación en la escalera evolutiva. Debemos aprender a ver en cada emoción, ya sea contractiva como la tristeza o expansiva como la alegría, todo un caudal de herramientas para nuestro propio beneficio y proceso de crecimiento, y aunque esto no sea fácil al principio, una vez que se toma la decisión se acepta este gran desafío y comprendemos que nuestra vulnerabilidad emocional puede dejar de ser una desgracia. Más bien se trata de una fortuna porque de ella podremos transformarnos en seres humanos con un alto valor y una enorme riqueza personal que nos puede empujar hacia grandes logros, sobre todo a disfrutar la vida con más estabilidad, entonces estaremos en vías de cruzar el umbral hacia un camino en el que podamos estar presentes en el aquí y ahora con todos nuestros talentos y potencialidades. Podremos dar los pasos hacia ese sendero que nos está guardando grandes sorpresas y en el cual podremos encontrarnos cara a cara con nuestra alma, que es finalmente nuestra verdadera esencia y nuestra guía en esta vida. 

Para concluir este artículo me gustaría citar un fragmento de un hermoso poema de Jeff Foster:

“…El sanar no es un destino.
Sé aquí.
Tu dolor, tu tristeza, tus dudas, tus anhelos,
tus pensamientos de temor: ninguno de ellos son un error,
y no están pidiendo ser ‘sanados’.
Están pidiendo ser acogidos. Aquí, ahora, tiernamente,
en los amorosos, sanadores brazos de tu presencia consciente…”
Jeff Foster *

*Jeff Foster “Se graduó en Astrofísica y, tras un periodo de depresión y enfermedad, con tan solo 25 años se embarcó en una búsqueda espiritual intensiva que culminó al reconocer la naturaleza no dual de todas las cosas y descubrir lo extraordinario en lo ordinario.

(https://www.tunuevainformacion.com/etica-filosofia-de-vida/960-jeff-foster-un-joven-lider-espiritual-y-la-revolucion-de-la-nueva-conciencia.html)