Por Baco el abstemio

Era una noche como cualquier otra, la habitación del cuarto se iluminaba por los cátodos que retransmitían con mala señal una novela de hace veinte años. En la pared caminaba un insecto con espalda dura como un caparazón, vientre abombado, pardo, segmentado por induraciones en forma de arco, los alimentos a medio comer expedían un olor desagradable que se fusionaba con las cenizas de los cigarrillos y los charcos tibios de cerveza dentro de las botellas. ¡Toc, toc, toc, toc! Se escuchó el golpeteo en la puerta atrancada por la cadena oxidada y una silla rota. El abonero pensó sin mover su cuerpo postrado en el sillón, sin embargo, la hora no coincidía con la visita imaginada. Cambió de semblante, se levantó, dirigió sus pasos cautelosos hasta la mirilla, pero no encontró nada… 

Diría que lo conocía tan bien, pero habitualmente olvidaba su imagen. Saludaba con aspecto de un ser alegre y feliz o quizá era un andante entre la vida y la muerte, yo qué sé. Por las mañanas saludaba y por las noches se despedía de la realidad. La lucidez iba y venía a través de sus pasos ansiosos, tambaleantes e intoxicados. Las risas le venían bien mientras se rasgaba desde los músculos hasta la última capa dérmica de la bolsa negra que lo asfixiaba. Intentaba salir, correr y no volver.

Aquella noche no pudo dormir, llevaba horas intranquilas en su habitación, fumaba, bebía, no conciliaba el sueño. Decidió tomar un baño donde su cuerpo se vio vencido por el agua que corría, desvaneciéndose con las gotas de llanto y sudor que buscaban la libertad desde su cabeza hasta la punta del dedo gordo del pie. No hizo caso del momento, después concluyó el vapor y comenzó una brisa helada, quién sabe cuánto tiempo llevaba ahí. Salió desnudo, se posó frente a mí, me miró fijamente sin poder reconocerme. Su pulso se contrapuso a la manecilla del reloj, trató de detenerme, traté de detenerlo, tomé su mano derecha, él tomó la mía. Parpadeamos, y el amanecer tiñó nuestras mejillas en una velada clara…

Pero la verdad es que desde hace mucho tiempo no le observo, encuentro distintas caras, excepto la mía.