Por Yessika María Rengifo Castillo

Al día siguiente, recordé que Eva volvería a casa después de cuatro años en Berlín. Su trabajo de economista internacional no le permitía regresar pronto al país y eso me entristecía el corazón. Sabía que mi mujer era una excelente profesional pero su ausencia hacía que mis días perdieran sentido, a tal punto que la computadora y el celular eran mi aliento.

Al otro lado de la pantalla se construían los sueños de nuestra casa con un jardín, los seis hijos y las copas de vino tinto en invierno, que eran la luz de mis noches de aflicción sin Eva.