Por Eva Luna Marenco Fernández y María Fernanda Reyes Rosas

Este breve escrito no es más que una introducción ante los planteamientos sobre qué es el arte y el ritual desde la antropología.

Para empezar, ¿qué entendemos por arte? La respuesta a esta interrogante apunta a conceptualizar el arte como una expresión intrínsecamente humana. Este ámbito refleja la sensibilidad otorgada por los marcos culturales de los cuales participan individuos concretos. La práctica artística, muchas veces es una actividad individual que implica la asimilación de valores y experiencias socialmente determinadas. Desde las capacidades sensibles, los individuos poseemos la facultad para elaborar traducciones subjetivas de las determinaciones sociales.

Desde esta perspectiva cabe casi cualquier acto de creación, el cual sigue cayendo en una dimensión subjetiva, pues no toda creación que implique una traducción y expresión de valores es arte. Otras formaciones académicas apuntan a que el arte debe ser entendido desde la experiencia estética, ámbito que se dirige hacia una esfera de la subjetividad. El asunto recae en el cuestionamiento sociológico e incluso político, pues quiénes y desde qué lugares establecen las pautas estéticas. Las visiones son múltiples y por lo tanto tratar de definir arte deviene en un acto confuso, enredoso y que rebasa  nuestro propósito.

El asunto que únicamente buscamos apuntar dentro de este texto es cómo el ritual es una esfera privilegiada para dar cuenta de la dimensión artística del hombre. A partir de este enfoque señalamos que las sociedades no occidentales o con otras lógicas de pensamiento pueden expresar a través del ritual la dimensión artística de su cultura. Puesto que la antropología, a diferencia de la teoría del arte y otras ramas de estudio, puede dar cuenta de que el arte y la ritualidad están intrínsecamente relacionados, se han hecho diferentes estudios sobre la relación entre arte y rito, como por ejemplo la convergencia con la danza.

De una manera breve, entendemos por ritual el conjunto de prácticas que buscan producir un cambio en distintos ámbitos de la vida. Los estudios antropológicos han privilegiado los rituales de paso, donde los individuos se enfrentan a un cambio de estatus político en su sociedad. Una forma de entrelazar la expresión artística y ritual en sociedades no occidentales son los actos dancísticos, los cuales se expresan en ocasiones diversas. Para cada cultura hay momentos que apelan a abrir un espacio ritual, mismo que sintetiza en su práctica una concepción específica del mundo.

Las expresiones rituales no se agotan en las sociedades no occidentales, tanto la práctica artística como la práctica ritual son actividades propias del antropos. Las sociedades occidentales también han creado una dimensión de la que  hoy en día la antropología da cuenta a través de la nueva ritualidad. Un aspecto que lejos del misticismo mediatizado propio del siglo XXI expresa las traducciones que actualmente se hacen de los valores sensibles de nuevas experiencias y fenómenos sociales. Por lo tanto, queda mucho aún por plantearse, cuestionar y comprender.