Por Yohana Anaya Ruiz
Me levanto,
me maquillo,
bebo el primer café del día
(porque necesitaré muchos).
Cojo el coche hasta el trabajo
mientras pienso en la compra
que tengo que hacer después.
Como corriendo en el bar de la esquina,
ese que tiene la mitad del aceite de su freidora
en las mesas de los clientes.
Me atiende un camarero
harto de su sueldo
y no le dejo propina cuando le doy
el último sorbo al segundo café del día.
Sigo trabajando,
continúo corriendo.
Un café más
(de verdad lo necesito).
Hago la compra,
llego por fin a casa.
Preparo la cena,
veo cómo te duermes y
no me ha dado tiempo para leerte un cuento ni darte un beso.
Me acuesto pensando “mañana le dedicaré más tiempo”
y duermo sabiendo que es mentira.