Por J. A. P. Baten

¿Qué somos? ¿Carne de cañón? ¿El reflejo de lo extraviado entre las estrellas y la nada? ¿Hojas bailando con la muerte?

Somos una pared herida por el tiempo, mustia, cayendo a instantes.

Somos lo que no se ve, lo que duele eternamente entre los días que diluyen nuestras raíces, entre noches que se abren a nuestras tristezas sin caras, sin manos; nombrándonos a lo lejos en la penumbra.

Somos una eterna pregunta en los ojos que poco a poco apagan su luz en medio del misterio inescrutable. Somos nuestros pies y nuestras caras al borde del espejismo de un destino incierto; fugaces entre los dedos de la vida, la miseria de los días paliando nuestra muerte, el encuentro con nuestro reflejo real.

Somos heridas pasadas y futuras, nostalgias sin nombre, insanos; la ventana de nuestros ojos y la puerta de nuestras almas y nuestra fe.

Somos esperanza con heridas en los bolsillos y nos vaciamos de ella hacia lo inevitable. A veces somos, y otras veces no.