Por Fabiola Hernández

Uno de mis ritos personales es volver a ver ciertas películas en las que me siento como en casa. Nunca he estado en Hong Kong y no conozco más de lo que mi cotidianidad ha dejado pasar desde ese país ajeno, pero me sé de memoria las calles, los locales, las casas y los sonidos de una idea que revive siempre en sitios distintos. En mí y en la pantalla, porque cuando vuelvo a ver Chunking express, confirmo la frase de Wong Kar-Wai: “ni estas películas son las mismas ni nosotros lo somos como público”.

Veo Chunking express y la velocidad, las imágenes borrosas, la voz en off y los personajes me hacen pensar que enamorarse es ese movimiento incesante en el que enfocamos lo desconocido, el coqueteo con conceptos y figuras extranjeros, acciones con sentidos más mágicos que simbólicos, escenas proyectadas para espectadores que no son nunca lo mismo. 

En Chunking express una cara del amor es la imagen de una camisa de azafata que vuela con el viento mientras atraviesa el cielo un avión. También es el reclamo cariñoso de un policía a un trapito viejo y roto que escurre agua porque se ha descuidado a sí mismo. Es “California dreamin” sonando a todo volumen y unas gafas de sol en un ambiente nocturno.

Dice Gaston Bachelard que imaginar es deformar imágenes, siempre un movimiento desplazado; así construimos un lenguaje vivo hecho de metáforas, cuyo sentido va más allá de la realidad física. La experiencia del cine es para mí completamente una metáfora y mi ritual de repetir historias es una manera de leerla y traerla a la vida. 

Quizás el movimiento no sea en lo primero que pensemos al hablar del amor, pero involucra la capacidad de hacer más grande el mundo, de crear y de trasmitir una imagen viva y autónoma con posibilidades infinitas de ser. El tiempo, los rituales, los objetos y los espacios son en Chunking express testimonios de ese movimiento deformador y creador; son, en suma, metáforas del amor. 

Llevo a cabo este rito de volver a ver películas cuando necesito estrellarme contra la pantalla y volver a casa con algo nuevo.