Por J. Manuel Caamal Kuyoc
“Porque este amor no tiene tiempos ni fronteras, porque este amor va más allá de mi existencia. Te voy a amar y me amarás, te amo sin principio ni final y es nuestro gran amor, mi ángel de la eternidad”
Abel pintos
Tal vez cuando pensamos en arqueología lo primero que se nos viene a la mente son los grandes descubrimientos que involucran contextos mortuorios, estructuras piramidales y una inmensa cantidad de riquezas, todas ellas valoradas como objetos históricos y ricos en información que nos ayudan a comprender el estilo de vida de las antiguas sociedades. Hemos escuchado quizás uno que otro nombre aludido a un gran explorador como Frederick Catherwood o visto alguna fotografía de grandes arqueólogos como Teobert Maler; muchos sabemos hoy en día de los grandes aportes que contribuyeron a la arqueología a lo largo de su desarrollo como ciencia, sin embargo, poco conocemos sobre las anécdotas que vivieron estos grandes pioneros del siglo XIX y XX, de igual manera es poco conocida la historia sentimental que estos personajes vivieron a lo largo de sus trabajos de campo.
La arqueología del área maya posee una de las historias de amor más fascinantes, pero poco conocida, se trata de las aventuras del matrimonio: Le Plongeon, conformado por Alice Dixon y el famoso arqueólogo Augustus Le Plongeon.
Alice y Augustus compartían la misma curiosidad por los pueblos antiguos, eran amantes fascinados de los objetos antiguos pertenecientes a las grandes civilizaciones del pasado. Este mismo interés fue el que los llevo a conocerse en el año 1871 en el museo británico de Londres. Como si de una novela se trátese, Alice se enamoró a primera vista del entonces ya reconocido arqueólogo Augustus Le Plongeon.
Tras pocos meses de conocerse, la pareja se encaminó rumbo al continente americano, específicamente a México, con el propósito de estudiar a fondo los vestigios de la cultura maya y así poder corroborar con algunas de las teorías que este matrimonio había patentado en torno al origen de la civilización maya y egipcia relacionada con el mítico continente de la Atlántida.
A lo largo de su travesía hacia el continente americano y rumbo a Yucatán, tanto Alice como Augustus enfrentaron ciertas incomodidades de índole higiénico y demás, desde un punto de vista se trataba de pequeños obstáculos que la pareja tuvo que enfrentar demostrando no sólo la tolerancia y paciencia sentimental que se tenían mutuamente, sino también su perseverancia por sustentar sus teorías y el amor hacia lo que los unía. Pese a las dificultades que el matrimonio experimentó a causa de los desordenes sociales que la península yucateca presentaba en ese entonces (Guerra de castas), la pareja se aventuró a las calurosas y peligrosas selvas de Yucatán.
El matrimonio Le Plongeon experimentó altas y bajas a lo largo de sus trabajos de campo, fueron muchas las aportaciones y descubrimientos que el mismo matrimonio ofreció a la arqueología maya, específicamente en el sitio de Chichen Itzá de donde se destaca el descubrimiento del Chacmol, escultura que cobró cierto significado para la pareja. En muchas de las fotografías tomadas en su trabajo de campo se ve reflejado el cansancio, carencias e incomodidades por parte de la fauna y el clima que la pareja sufrió a lo largo de sus investigaciones, sin embargo, estas pasaron a segundo plano, todo por la perseverancia y amor que mantenían hacia el oficio en el que trabajaban.
Apoyando el criterio de algunos estudiosos del tema, concuerdo sobre el motivo de la aparición de Alice en muchas de las fotografías de campo, tal vez esta era una forma de recordar e inmortalizar no sólo a su alma gemela, sino también de plasmar aquellos recuerdos, momentos y lugares que fueron parte del contexto sentimental que vivieron ambos arqueólogos.
Con el paso del tiempo, muchas de las propuestas teóricas del matrimonio Le Plongeon fueron rechazadas por la comunidad científica de ese entonces, debido a las incoherencias y falta de evidencia que las pudiera sustentar. Con la decepción, pena y burla, el matrimonio se mantuvo firme y conciso en sus trabajos, por su parte Augustus siempre fue correspondido a la entrega y apoyo de Alice.
El paso de los años llevó al matrimonio a dejar México, con la carencia del apoyo científico que ellos necesitaban y con sus teorías en el olvido radicaron en Nueva York en donde pasarían sus últimos años. El valor amoroso y la dedicación hacia el trabajo quedó inmortalizado en un broche de oro que contenía un fragmento de jadeíta (encontrado cerca del chacmol excavado por la pareja), mismo que fue obsequiado como regalo a Alice por parte de Augustus.
El ejemplo mas puro de un par de almas gemelas quedó inmortalizado en un pequeño pedazo de jadeíta que simboliza el esfuerzo arduo, los servicios, carencias y rechazos que el matrimonio tuvo que enfrentar, sin embargo, hoy en día es revalorado por las aportaciones que le dieron a la arqueología y que sirven de ejemplo en la formación de estos especialistas. Hoy en día sólo quedan fotos y recuerdos de aquellas aventuras que el matrimonio Le Plongeon vivió y de los cuales únicamente son testigos los vestigios mayas.
Referencia bibliográfica:
Bonilla, Eduardo. (febrero 2018) La Atlántida y el chacmol: Una historia de amor. Somos nómadas. https://www.youtube.com/watch?v=QakhSdQkmVM&t=15s
Desmond, Lawrence; Phyllis, Messenger (1988). A Dream of Maya: Augustus and Alice Le Plongeon in Nineteenth-Century Yucatán. Albuquerque: Imprenta de la Universidad de Nuevo México.
Que increíble y fascinante es saber que tales historias de amor existieron en esta majestuosa área maya, sin duda hermosas y dignas de hacerce conocer, ¡excelente redacción!.