Por Alejandro Martínez Lira

Las lloviznas de junio
que se olvidan
en las sombras, en las cítaras de la luz
y de la tierra que se apaga;
las lloviznas
de junio,
Eurídice,
como ave
herida que se desploma,
cae en mi voz de vacío
y de ciervo
muerto entre los dientes del ángel del ocaso.

Eurídice,
ninfa de las sombras,
la palabra está en insomnio,
limbo que dormita,
en la búsqueda
del pontificado de tus labios.
Eurídice: lluvia de junio que sostiene
la noche
y azota las madrugadas.

El último de los árboles juguetea
en algún abismo,
entre tus dedos;
Eurídice, rito
de la oscuridad que se despide,
adiós de la carne de los infiernos y de la tierra,
tiempo devorado por el tiempo. Eurídice
callada
luz donde se navega
por la muerte,
donde cada cuerpo se devora de sus sombras.
Eurídice: luz callada que me devora sombra.
Eurídice.
Sombra.