Por José Dante Daniel Gómez Cuautle

Cuando uno decide estudiar ciencias biológicas, al finalizar los estudios puede optar por variantes en el camino futuro: entrar a la industria, a la clínica, a la docencia o a la investigación. Inclusive dentro de la investigación se pueden encontrar dos áreas, de manera general, la investigación básica y la investigación aplicada, pero a su vez esto puede dividirse más dependiendo del sector específico de conocimiento.

Para mí la opción número uno siempre fue la investigación, el querer conocer cómo funcionan las células, cómo funcionan las moléculas dentro de una célula, saber cómo las cosas en su conjunto repercuten en un organismo que puede interactuar con el mundo que lo rodea. Desde este punto de vista es emocionante querer aprender todo y de todo, pero no se puede conocer mucho de todo ni poco de mucho, así que uno toma la decisión consciente de enfocarse, metafóricamente, en un pixel de una pantalla de 1920×1080 pixeles y dedicarse a eso.

Como científico, o aspirante a serlo, a uno le enseñan a fiarse de las cosas que son reproducibles, medibles y observables, y esto termina penetrando no sólo en el ámbito laboral o académico, sino también en la vida diaria. Se vuelve normal ir caminando y pensar que todo el tema de los horóscopos es falso, que un pan para el “susto” no sirve, pensar en que dicen que el agua con jugo de limón adelgaza pero que no está científicamente comprobado, etc.

Por eso cuando uno pretende hablar sobre ritos es difícil no relacionarlos más con una cuestión religiosa que con una cuestión científica, aunque la ciencia está llena de ritos que se cumplen cabalmente trabajando en un laboratorio sin tener nada que ver con la religión; no es que uno se persigne o le prenda una veladora a un ser divino antes de empezar un experimento, y que, en agradecimiento a nuestro tributo, este ser divino manipule el equipo y nos dé los resultados que queremos.

Algunos de estos ritos tienen que ver con la reproducibilidad de los experimentos, como el utilizar siempre la misma pipeta (equipo para medir volúmenes), pensando en que si está descalibrada ese “error” estaría presente en todas nuestras muestras y no sólo en una. En la ciencia y en los científicos se impone una manera de hacer las cosas, un orden, es decir, un procedimiento de cómo hallar, mostrar y explicar los sucesos, descomponer un objeto en sus partes y después pasar de las partes al objeto, instrumentarlo, cuantificarlo, analizarlo. Es esto el método, el orden y la forma en que se hacen las cosas, y lo que hace posible que los conocimientos se transmitan, sean reproducibles y no mueran con su autor. Así pues, este método es el método científico.

El método científico está basado en dos pilares: en que las cosas que uno pueda observar en cierta parte del mundo puedan ser observadas por otra persona en otro lugar del mundo bajo las mismas condiciones, y en que toda aquella proposición científica es susceptible de ser refutada, es decir no es dogmática.  Conforme uno se adentra en la ciencia y en el quehacer de los investigadores se da cuenta de que no existe realmente una entidad física o un manual que se llame “1000 maneras de usar el método científico en su vida diaria”, sino que termina siendo una necesidad de definir axiomas y tácticas que se empleen para la construcción del conocimiento, sin embargo, estas definitorias son usadas cuasi de forma ritual por los científicos día a día, experimento tras experimento, resultado tras resultado.

Como todo rito, no está exento del paso del tiempo y su empleo o ejecución depende totalmente del contexto histórico, de los límites instrumentales de la época, de la ética del momento y del conocimiento generado hasta ese punto. Esto significa que el orden y los procedimientos, o el método científico, que utilizaron los contemporáneos de, por ejemplo, Copérnico, no es el mismo que utilizamos yo y mis contemporáneos, y no será el mismo que utilizarán quienes vivan en el año 2121, pero estoy seguro de que el método científico se seguirá utilizando devotamente por los hacedores de la ciencia.