Desilusión

Desilusión

Por Héctor Daniel Olivera Campos

Graciela atesoraba una belleza serena, hermosa en su armonía, simple como su cabello largo y castaño. No era una mujer despampanante, pero atraía las miradas masculinas como el papel blanco a la tinta. Reservada, mantenía privado su perfil en las redes sociales, oficiando una discreción inédita en la era del espectáculo y el exhibicionismo. Tampoco solía publicar fotografías de sí misma, en parte porque los hombres, azorados por su hermosura, se lanzaban en picado sobre su perfil con el ímpetu de stukas sobre ciudades indefensas. Quien deseara conquistarla debería alabar su inteligencia, no su belleza.

Bibliófilo era el nombre de guerra tras el que se escondía el hombre en su trinchera de una conocida red social.  Y ella, que prefería pasar una tarde en una librería a invertirla en un centro comercial, se sintió levemente interesada por el icono sin rostro. Un intercambio de opiniones y comentarios. Un repaso a su historial digital, una amistad virtual aceptada; todo se dio para que ella valorara la cultura, la inteligencia, la ironía y la lucidez del hombre. No, no se le podía llamar todavía amor, pero una curiosidad adictiva colocaba alfileres de interés en la seda de sus sentimientos femeninos.

Se intercambiaron mensajes en el chat privado y sus senderos fueron convergiendo; una similitud de pareceres, referentes, gustos, aficiones e, incluso, temperamentos análogos, parecían hondar en la mutua amistad. Quizás no fueran almas gemelas, pero, desde luego, eran espíritus que se reconocen.

Ella le envió una foto. Él se sorprendió de que fuera tan joven y hermosa. Al parecer, tenía sus prejuicios machistas, aunque de bajo octanaje; se le antojaba difícil que una mujer bonita fuera intelectual.

Él se resistió a revelar su imagen. Graciela ya le había puesto rostro en su imaginación y lo pintaba joven; el cabello negro, despeinado y rebelde; quizás con una perilla decimonónica de poeta romántico fugado de un daguerrotipo; la mirada avizorando ensueños. La rebeldía, la vehemencia, el inconformismo y el humor cáustico del hombre que desvelaba en su perfil encajaba -pensaba Graciela- con aquel modelo idealizado.

Bibliófilo le mandó su foto al fin, tras innumerables ruegos por parte de la joven. Era una cara ancha como una hogaza de pan con gafas de miope y, en el rictus, la pose y la curvatura de los labios, en los que se mostraba esculpido todo el cansancio y las derrotas de los años vividos por un hombre de mediana edad. Era el rostro de la mediocridad rampante que desmentía sus poses marchitas de juventud, su patético aferramiento a lo que una vez se creyó. Y lo peor no fue para la chica la decepción que le causó su aspecto, sino verse desmentida en sus creencias, admitir que el físico importa y que el espíritu no lo puede todo y no enamora siempre. Gabriela lo eliminó de su lista de amigos.

La arqueología del amor

La arqueología del amor

Por J. Manuel Caamal Kuyoc

“Porque este amor no tiene tiempos ni fronteras, porque este amor va más allá de mi existencia. Te voy a amar y me amarás, te amo sin principio ni final y es nuestro gran amor, mi ángel de la eternidad”
Abel pintos 

Tal vez cuando pensamos en arqueología lo primero que se nos viene a la mente son los grandes descubrimientos que involucran contextos mortuorios, estructuras piramidales y una inmensa cantidad de riquezas, todas ellas valoradas como objetos históricos y ricos en información que nos ayudan a comprender el estilo de vida de las antiguas sociedades. Hemos escuchado quizás uno que otro nombre aludido a un gran explorador como Frederick Catherwood o visto alguna fotografía de grandes arqueólogos como Teobert Maler; muchos sabemos hoy en día de los grandes aportes que contribuyeron a la arqueología a lo largo de su desarrollo como ciencia, sin embargo, poco conocemos sobre las anécdotas que vivieron estos grandes pioneros del siglo XIX y XX, de igual manera es poco conocida la historia sentimental que estos personajes vivieron a lo largo de sus trabajos de campo.

La arqueología del área maya posee una de las historias de amor más fascinantes, pero poco conocida, se trata de las aventuras del matrimonio: Le Plongeon, conformado por Alice Dixon y el famoso arqueólogo Augustus Le Plongeon.

Alice y Augustus compartían la misma curiosidad por los pueblos antiguos, eran amantes fascinados de los objetos antiguos pertenecientes a las grandes civilizaciones del pasado. Este mismo interés fue el que los llevo a conocerse en el año 1871 en el museo británico de Londres. Como si de una novela se trátese, Alice se enamoró a primera vista del entonces ya reconocido arqueólogo Augustus Le Plongeon.

Tras pocos meses de conocerse, la pareja se encaminó rumbo al continente americano, específicamente a México, con el propósito de estudiar a fondo los vestigios de la cultura maya y así poder corroborar con algunas de las teorías que este matrimonio había patentado en torno al origen de la civilización maya y egipcia relacionada con el mítico continente de la Atlántida.

A lo largo de su travesía hacia el continente americano y rumbo a Yucatán, tanto Alice como Augustus enfrentaron ciertas incomodidades de índole higiénico y demás, desde un punto de vista se trataba de pequeños obstáculos que la pareja tuvo que enfrentar demostrando no sólo la tolerancia y paciencia sentimental que se tenían mutuamente, sino también su perseverancia por sustentar sus teorías y el amor hacia lo que los unía. Pese a las dificultades que el matrimonio experimentó a causa de los desordenes sociales que la península yucateca presentaba en ese entonces (Guerra de castas), la pareja se aventuró a las calurosas y peligrosas selvas de Yucatán.

El matrimonio Le Plongeon experimentó altas y bajas a lo largo de sus trabajos de campo, fueron muchas las aportaciones y descubrimientos que el mismo matrimonio ofreció a la arqueología maya, específicamente en el sitio de Chichen Itzá de donde se destaca el descubrimiento del Chacmol, escultura que cobró cierto significado para la pareja. En muchas de las fotografías tomadas en su trabajo de campo se ve reflejado el cansancio, carencias e incomodidades por parte de la fauna y el clima que la pareja sufrió a lo largo de sus investigaciones, sin embargo, estas pasaron a segundo plano, todo por la perseverancia y amor que mantenían hacia el oficio en el que trabajaban.

Apoyando el criterio de algunos estudiosos del tema, concuerdo sobre el motivo de la aparición de Alice en muchas de las fotografías de campo, tal vez esta era una forma de recordar e inmortalizar no sólo a su alma gemela, sino también de plasmar aquellos recuerdos, momentos y lugares que fueron parte del contexto sentimental que vivieron ambos arqueólogos.

Con el paso del tiempo, muchas de las propuestas teóricas del matrimonio Le Plongeon fueron rechazadas por la comunidad científica de ese entonces, debido a las incoherencias y falta de evidencia que las pudiera sustentar. Con la decepción, pena y burla, el matrimonio se mantuvo firme y conciso en sus trabajos, por su parte Augustus siempre fue correspondido a la entrega y apoyo de Alice.

El paso de los años llevó al matrimonio a dejar México, con la carencia del apoyo científico que ellos necesitaban y con sus teorías en el olvido radicaron en Nueva York en donde pasarían sus últimos años. El valor amoroso y la dedicación hacia el trabajo quedó inmortalizado en un broche de oro que contenía un fragmento de jadeíta (encontrado cerca del chacmol excavado por la pareja), mismo que fue obsequiado como regalo a Alice por parte de Augustus.

El ejemplo mas puro de un par de almas gemelas quedó inmortalizado en un pequeño pedazo de jadeíta que simboliza el esfuerzo arduo, los servicios, carencias y rechazos que el matrimonio tuvo que enfrentar, sin embargo, hoy en día es revalorado por las aportaciones que le dieron a la arqueología y que sirven de ejemplo en la formación de estos especialistas. Hoy en día sólo quedan fotos y recuerdos de aquellas aventuras que el matrimonio Le Plongeon vivió y de los cuales únicamente son testigos los vestigios mayas.

Referencia bibliográfica:

Bonilla, Eduardo. (febrero 2018) La Atlántida y el chacmol: Una historia de amor. Somos nómadas. https://www.youtube.com/watch?v=QakhSdQkmVM&t=15s

Desmond, Lawrence; Phyllis, Messenger (1988). A Dream of Maya: Augustus and Alice Le Plongeon in Nineteenth-Century Yucatán. Albuquerque: Imprenta de la Universidad de Nuevo México.

Antropología de las emociones y el amor romántico

Antropología de las emociones y el amor romántico

Por Fabiola Juárez Avendaño, antropóloga feminista, tallerista y defensora de los Derechos Humanos

La antropología de las emociones es un campo de estudio multidisciplinario,[1] “esto se debe a la naturaleza de su objeto: las emociones son fenómenos psíquicos que involucran la dimensión del cuerpo, son pensamientos corporeizados”.[2] Como lo advierte Marcel Mauss[3] en 1921, son hechos sociales, pues sus manifestaciones están modeladas por el entorno grupal y formas culturales. Aunque con la misma pertinencia, las emociones son “hechos semióticos, significativos, comunicativos; dotados de sentido y de sentimiento.[4]

Las emociones son constructos socioemocionales que se manifiestan de acuerdo con las relaciones, instituciones y espacios en las que interactuamos en lo cotidiano, en circunstancias específicas y a lo largo de nuestra vida.

Los enfoques socioculturales de las emociones tienen siempre un referente público y compartido, es decir, una comunidad para quién y por quién las emociones adquieren sentido. Las emociones no pueden tomarse abstractamente de las experiencias que las constituyen, sino que “implican también una visión sobre el mundo y lo social, unido a una praxis socialmente guiada por medio de reglas, instituciones, valores”.[5]

Antropología de las emociones y el feminismo.

El feminismo ha aportado varias líneas de análisis, reflexión y avance, con respecto a la antropología de las emociones:

  1. Catherine Lutz[6] explica cómo “al examinar diversos ejemplos sobre el estudio de las emociones vemos que mucha de la investigación hecha a lo largo de los años en biología, psicología, sociología (…) naturaliza las supuestas diferencias de género al atribuirlas a aspectos biológicos”. Esto ha hecho que los estudios tengan una función normativa en torno al deber ser de las mujeres, ya que el trabajo de investigación ha sido dirigido hacia objetivos concretos como serían los roles sociales de producción y reproducción social”.[7]
  2. La división entre mente y cuerpo. “Esa escisión teórica ha dado pie a la valoración social de la mente sobre el cuerpo y a la asignación inherente del hombre-mente y del cuerpo a la mujer. Monique Scheer[8] (2012), al hacer un recorrido por la historia de las emociones sociales, aporta al análisis que el “concebir a las emociones como prácticas o actos provee una forma de balancear el discurso dominante de que las emociones son siempre y esencialmente reacciones (…) ya que esto nos llevaría a reproducir la división señalada”.
  3. “Entonces, tenemos que desde el feminismo se ha trabajado para que tanto el cuerpo como la emocionalidad se entiendan no como algo dado sino como una construcción social, e incluso performativa. Esto nos llevará a lo que Michelle Zimbalist Rosaldo[9] argumentó en relación a la contextualización de las emociones en lugares y momentos (…)”.[10]

Se tiene “entonces un horizonte construido desde el feminismo en el cual la racionalidad, la emocionalidad y la corporalidad se hallan imbricadas y son concebidas como construcciones sociales, que nos permiten conocer y entender diversas realidades, y a partir de ahí generar conocimiento”.[11]

Amor romántico

Las aportaciones del feminismo permiten dotarnos de teoría y, sin lugar a dudas, de elementos para cuestionar en la actualidad el “amor romántico”, ya que a las mujeres no se nos permite expresar las emociones libres, conscientes y autónomas, sino en un contexto específico, encajonadas y vigiladas, como “encerradas en un cautiverio”. Marcela Lagarde[12] otorga esta categoría de análisis antropológico al señalar que “las mujeres están cautivas porque han sido privadas de autonomía vital, de independencia para vivir, del gobierno sobre sí mismas, de la posibilidad de escoger y de la capacidad de decidir sobre los hechos fundamentales de sus vidas y del mundo”[13]

Desde que somos niñas, nos inculcan una serie de creencias, valores y actitudes y sólo si cumplimos con estos mandatos de género seremos “digna de amor”. El patriarcado nos impone una forma de amar a los otros  basado en control, dominio, ejercicio de la violencia y relaciones desiguales, es decir, “nuestra forma de construir el amor romántico tiene que ver con la forma en la que nos organizamos social, económica y políticamente. Lo romántico es político”.[14]

Por ello el sufrir por amor es permitido, alentado y justificado, es el estado ideal de las mujeres; Kate Millet, escritora, profesora y activista feminista nos dice: “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas: mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban (…)”, con esta frase pone un foco de atención para visibilizar y reflexionar sobre la forma en que las mujeres amamos.

El amor romántico promueve el amor hacia el otro “encontré mi media naranja” y revela la entrega total sin reservas y la absoluta pertenencia al otro (a), el perdón “por amor todo se perdona”, la fidelidad (sólo de las mujeres), y la idea de que será eterno “y vivieron felices para toda la vida”. Sin embargo, qué lejos está esto de la realidad. Cuando las mujeres nos preguntan sobre nuestra situación amatoria, es de queja, desilusión, miedo, ansiedad y un cúmulo de enfermedades. Que no es otra cosa que “los síntomas y sensaciones asociadas con el malestar emocional: tristeza, sentimiento de vacío, dolores musculares, de cabeza, insomnio, fatiga, preocupación, nervios e irritabilidad… es una respuesta a distintas situaciones de la vida y del contexto social”[15] y de nuestro estado romántico actual o pasado.

Las mujeres contemporáneas tenemos la posibilidad de cambiar este estado y dejar de…. ¡¡¡¡sufrir por amor, para gozar del amor¡¡¡¡…. sí, hay una luz en el  camino.

  • Lo primero, amarse a sí misma. No al otro, no a la otra, sino colocarse en primer plano, priorizarse, ser el centro de nuestras vidas.
  • No naturalizar la violencia. Sufrir maltratos tanto físicos como emocionales no es normal, “te cela porque te ama” es una carga machista, individualista, egoísta y altamente violenta, justifica y perpetua el sufrir y ser asesinadas por amor por permanecer en relaciones conflictivas.
  • El gozo; sí, gozar nuestro cuerpo, nuestro erotismo femenino. El amor es libertad y respeto que parte de nosotras mismas y si los otros u otras no la ofrecen, entonces levántate y sigue adelante.

[1]  Bourdin, Luis Gabriel. (2016). Antropología de las emociones: conceptos y tendencias. Cuicuilco, 23 (67).

[2] Rosaldo, Michelle. Toward an Anthropology of Self and Feeling. Culture Theory. Essays on Mind, Self, and Emotion, Richard Schweder y Robert Le Vine (comps). Cambridge University Press. Cambridge: 137-157.

[3] Marcel Mauss, antropólogo y sociólogo considerado como uno de los “padres de la etnología francesa”.

[4] Bourdin, p.3.

[5] Ramírez Goicoecheauned, Eugenia. (2001) Antropología «compleja» de las emociones humanas. Notas y discusiones isegoría, 25, pp. 177-200.

[6] Catherine Lutz, antropóloga estadounidense. Es catedrática de antropología en la Universidad de Brown y conocida por su libro Unnatural Emotions (1988), en el cual relata los estudios que llevó a cabo en el atolón de Ifaluk, en el Pacífico Norte, y las emociones y sentimientos expresados por sus habitantes, distintos a los que se experimentan en el mundo occidental y entre los cuales se encuentran las emociones song y fago.

[7] Cornejo, Hernández Amaranta. (2016) Una relectura feminista de algunas propuestas teóricas del estudio social de las emociones. Interdisciplinar, 4 (8), pp. 89-103.

[8] Antropóloga histórica y cultural estadounidense-alemana y profesora en la Universidad de Tübingen. Su concepto clave es “prácticas emocionales”.

[9] Michelle Zimbalist Rosaldo, antropóloga social, lingüística y psicológica famosa por sus estudios sobre el pueblo Ilongot en Filipinas y por su papel pionero en los estudios de mujeres y la antropología de género.

[10] Cornejo. Ibidem.

[11] Ibídem, p.93

[12]  Marcela Lagarde y de los Ríos, antropóloga e investigadora, especializada en etnología, representante del feminismo latinoamericano.

[13] Lagarde, Marcela. (2005). Los cautiverios de las mujeres. Madreesposa, monjas, putas, presas, locas. CEIIH-UNAM. pp.36-37.

[14] Herrera, Coral. (14 de enero de 2018). Coral Herrera: «Se ha disfrazado de amor lo que es control y dominación».  Público. https://www.publico.es/sociedad/amor-romantico-coral-herrera-disfrazado-amor-control-dominacion.html.

[15] Lagarde. Ibidem.

Rosa

Rosa

Por Ale Montero

La observaba fijamente durante horas, se llamaba Rosa. Amó su fulgurosa piel que reflejaba límpida los penetrantes rayos solares. Todas las mañanas se levantaba para escrutarla, le acariciaba el cuerpo. Le preparó comida todos los días y en una ocasión la sorprendió con una serenata. La bañaba todas las tardes, dedicó su vida entera a ella. 

En su casa había platos rotos y ropa desperdigada sobre un suelo lleno de suciedad, únicamente salía a comprar regalos para ella. Sus vecinos se preguntaban si había renunciado a su trabajo, pues dejó de ser la persona sonriente que saludaba a todos al salir de su hogar. 

Cuando sus familiares fueron de visita, encontraron un altar dedicado a Rosa. Le suplicaron asistir a terapia, incluso consultar a un psiquiatra: no entendían cómo alguien podía enamorarse de una planta. Vieron aterrados cómo le acariciaba los pétalos, el tallo, las pequeñas hojas.

El claroscuro de tu amor

El claroscuro de tu amor

Por Priscila Argañaraz

Me sangra el corazón,
me parte la piel,
me arde el ser, la sangre, la cabeza,
me fatigo,
me muero;
aún muerta, me sigue destrozando,
Me sigo incendiando.
Y subí a lo alto del firmamento,
y en lo infinito de la galaxia y sus planetas,
nací, porque yo no existí,
hasta que…
te conocí…
y tu beso me mató de realidad,
nací, para fallecer en el fuego de tus látigos de amor,
tus palabras vibrantes que escuchaba contigo y sin ti…
estremecían mi esencia y mi caótico silenciado interior.
Quiero disparar balas de pasión,
para herir tu subconsciente,
para comprobar si así mi recuerdo…
traspasa todos tus multiversos,
¿Para qué?
Para grabarme…
Impregnarme…
En ti… ¿Aquí? ¿Ahora?
¡No!
Más allá del horizonte conocido.
Que Dios, Alá, Buda, El Sol… El ser divino, El Big Bang, Big Crunch,
traiga tu amor,
para tomar tu mano,
y llevarte más allá de orión…
1
2
3
Pi
infinito
indefinido…
Debes saber que lo que está escrito en la energía y materia oscura o si lo quieres llamar cosmos desconocido,
no se rompe,
no se deshace,
quizás sólo se transforma,
pero así como las estrellas explotan para transformarse en lo más denso y fuerte…
Esto… sólo, podría compararse a aquello
porque la gravedad y el amor,
traspasa cualquier espacio cuántico inimaginable.
Morí… para renacer…
Allá, acá, en el campo eléctrico y magnético de los recovecos de tu piel y de tu alma.

Sobre el amor y la muerte en sentido extramoral

Sobre el amor y la muerte en sentido extramoral

Por Jorge Alberto López Guzmán (Popayán, Colombia)

¿Cómo podemos entender el amor? ¿Cómo podemos entender la muerte? ¿Cuál es su relación? ¿Cómo podríamos definirlos? ¿Cómo se vislumbran en la vida de los seres humanos?

El escritor José Saramago en su libro Las Intermitencias de la muerte, entabla una conexión entre estos dos conceptos y su materialización, y los conjuga gestando una metáfora de cómo tienen más convergencias que divergencias. A partir de ello se forjó una duda en mi interior de por qué hablamos de ellos por separado y creemos muchas veces que tienen muy poco en común; me he puesto a analizar y he llegado a la conclusión de que estos dos conceptos al materializarse pueden llegar a tener más afinidad que discrepancias.

Y entonces ¿cómo los podemos definir? ¿es el amor el sentimiento de querer a otra persona, a tal punto de morir por ella o de matarla en vida? El filósofo Hegel en su libro Fenomenología del espíritu en un apartado narra algo a lo que le llama, la “Dialéctica del amo y el esclavo”, en donde nos dice que la historia comienza cuando se enfrentan dos deseos, dos conciencias; que el deseo de los seres humanos es querer que el otro lo reconozca, lo idolatre, y que el deseo que ganará es el que no le tenga miedo a morir por conseguirlo y así dominar al otro y convertirlo en su esclavo.

Se puede entender que ese deseo de dominio es un deseo de querer, de sentir un sentimiento para dominar al otro, sin que el otro se aleje de su amo; estos postulados sirvieron para que más adelante el padre del existencialismo Jean Paul Sartre utilizara la “Dialéctica del amo y el esclavo” en su libro El ser y la nada y explicara que la conciencia que ama más, es dominada por la que ama menos, llegando a alienar al otro enajenándolo de su vida, y una persona alienada y enajenada es una persona muerta en vida, debido al amor.

En consecuencia, estos dos conceptos han sido utilizados desde la literatura y la filosofía para explicar su conjunción y aplicación real a los individuos, pero entonces ¿el amor y la muerte cuando se relacionan son malos o son buenos? ¿es mejor amar y morir al mismo tiempo? O ¿no amar y existir reivindicando la vida? Estas preguntas me recuerdan que en el diálogo El banquete de Platón en una de las intervenciones de Sócrates, se trata de indagar sobre la naturaleza del amor, postulando que el amor es poseer lo que deseamos, y entonces me lleva a pensar que se posee lo que es nuestro, lo que dominamos a partir de desearlo, pero ¿cómo querer a alguien a partir de poseerlo? Sócrates explica que el amor desea lo que no tiene, entonces ¿dominar es alimentar al amor, es darle lo que quiere? Me llama la atención cuando Sócrates habla con Diótima y ella le dice que el amor está entre las dos cosas, no es malo ni bueno, y tampoco es un dios, porque si no sería el más feliz de todos los dioses; finalmente, plantea que el amor sólo desea.

Es así como creo que ese deseo lo lleva a dominar y matar al otro (metafóricamente hablando) entonces ¿qué es la muerte? La ausencia de la vida, un ciclo de la existencia, el momento en que la conciencia se apaga, el paso a la vida eterna en un campo etéreo con los dioses o con un dios, o vivir sin reivindicar la vida a cada existente, vivir sin ser visto, sólo respirar y ser un esclavo más.

Dentro de mi análisis prefiero la significación de la postura de la filosofía existencialista donde la muerte no sólo es desaparecer del estado de lo terrenal, sino algo peor: vivir sin existir, sin alimentar la vida, sin disfrutarla, sin ser feliz, y muchas veces el amar nos lleva a morir por ser dominados.

Es así como sigo en mi proceso de análisis y ahora me remonto al cine. En una escena de la película El lado oscuro del corazón del director Eliseo Subiela, se da una conversación sobre la complejidad del amor y se hacen las siguientes preguntas ¿cómo amar sin poseer? ¿Cómo dejar que te quieran sin que te falte el aire? Los personajes responden que amar es un pretexto para adueñarse del otro, para volverlo esclavo, para transformar su vida en tu vida, en donde lo importante sólo es la vida del que domina sin importar la vida del otro, y que el gran error está en querer que el otro sea como nosotros queremos que sea y no como es.

De esta forma, dentro del cine también se encuentra al amor como el factor de dominio y subyugación sobre el otro, siendo el amor el mayor asesino en vida de los seres humanos y la muerte, siendo la patología inmaterial más peligrosa que existe. Es por eso que creo que el sociólogo Zygmunt Bauman, escribió en gran parte de su libro Amor líquido. Acerca de la fragilidad de los vínculos humanos, cómo se han adaptado los seres humanos para no caer el juego del amor y de la muerte. Él describe cómo son las relaciones amorosas de la actualidad; ya no existe una solidez, una seriedad, y en donde cada vez las relaciones son más fugaces, efímeras y banales.

Creo que esto se da a partir de que muchas personas han pasado por la muerte en vida, por ser dominadas, y también por vivir a costa del otro, por dominar y controlar al otro, llegando a que ya no quieran enamorarse, no quieran tener una relación seria, pues tienen miedo al amor, miedo a morir en vida, miedo a sacrificar sus sueños por otra persona. Por ende, ya no existe un compromiso real y, como postula Bauman, el concepto de amor se ha ampliado a vislumbrarse como relaciones de una noche.

Más curioso cuando encuentro ese personaje que nos describe Bauman en la ópera y lo encuentro en la obra Don Giovanni, composición musical de Wolfgang Amadeus Mozart, y el libreto del italiano Lorenzo da Ponte basado en la obra de Antonio de Zamora (No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague o Convidado de piedra), ese Don Giovanni insatisfecho de la vida, apático a los sentimientos, sin interés por los demás, sólo por él mismo. Aquí recordemos la película de Subiela, a Don Giovanni no le gusta expresar lo que siente, es un ser libertino; podemos ver desde la ópera cómo se visibiliza el sujeto moderno que nos explica Bauman, en donde es preferible alejarse de los sentimientos, a sentirlos y morir por ellos.

En consecuencia, se puede determinar que los conceptos amor y muerte están más enlazados que nunca cuando los concebimos de manera metafórica y real, y que desde la literatura, la filosofía, el cine, la sociología y la ópera, entre otras disciplinas y artes, se ha vislumbrado que amar y morir van de la mano, la muerte puede estar precedida del amor, y la peor enfermedad que existe es el amor, pues nos lleva a morir sin dejar de vivir, nos quita la vida y nos hace idolatrar sólo por desear y querer.

Hasta el escritor Gabriel García Márquez en su libro El amor en los tiempos del cólera nos describe el amor como una enfermedad, en donde se manifiesta el amar con los mismos síntomas del cólera, ocasionando hasta la muerte cuando no se es amado. Para finalizar mi análisis llego a la conclusión de que dar un significado a esos dos conceptos es imposible, pero cuando queremos explicarlos a través de su materialización encontramos que se conjugan y se convierten en herramientas de dominio y enajenación; si queremos amar sin dominar o enajenar, debemos planear muy bien en pareja cómo amarnos y no cómo uno va a amar al otro. Es así como el amor y la muerte pueden ser enfermedad o alivio, muerte o existencia.