Por Fabiola Juárez Avendaño, antropóloga feminista, tallerista y defensora de los Derechos Humanos

La antropología de las emociones es un campo de estudio multidisciplinario,[1] “esto se debe a la naturaleza de su objeto: las emociones son fenómenos psíquicos que involucran la dimensión del cuerpo, son pensamientos corporeizados”.[2] Como lo advierte Marcel Mauss[3] en 1921, son hechos sociales, pues sus manifestaciones están modeladas por el entorno grupal y formas culturales. Aunque con la misma pertinencia, las emociones son “hechos semióticos, significativos, comunicativos; dotados de sentido y de sentimiento.[4]

Las emociones son constructos socioemocionales que se manifiestan de acuerdo con las relaciones, instituciones y espacios en las que interactuamos en lo cotidiano, en circunstancias específicas y a lo largo de nuestra vida.

Los enfoques socioculturales de las emociones tienen siempre un referente público y compartido, es decir, una comunidad para quién y por quién las emociones adquieren sentido. Las emociones no pueden tomarse abstractamente de las experiencias que las constituyen, sino que “implican también una visión sobre el mundo y lo social, unido a una praxis socialmente guiada por medio de reglas, instituciones, valores”.[5]

Antropología de las emociones y el feminismo.

El feminismo ha aportado varias líneas de análisis, reflexión y avance, con respecto a la antropología de las emociones:

  1. Catherine Lutz[6] explica cómo “al examinar diversos ejemplos sobre el estudio de las emociones vemos que mucha de la investigación hecha a lo largo de los años en biología, psicología, sociología (…) naturaliza las supuestas diferencias de género al atribuirlas a aspectos biológicos”. Esto ha hecho que los estudios tengan una función normativa en torno al deber ser de las mujeres, ya que el trabajo de investigación ha sido dirigido hacia objetivos concretos como serían los roles sociales de producción y reproducción social”.[7]
  2. La división entre mente y cuerpo. “Esa escisión teórica ha dado pie a la valoración social de la mente sobre el cuerpo y a la asignación inherente del hombre-mente y del cuerpo a la mujer. Monique Scheer[8] (2012), al hacer un recorrido por la historia de las emociones sociales, aporta al análisis que el “concebir a las emociones como prácticas o actos provee una forma de balancear el discurso dominante de que las emociones son siempre y esencialmente reacciones (…) ya que esto nos llevaría a reproducir la división señalada”.
  3. “Entonces, tenemos que desde el feminismo se ha trabajado para que tanto el cuerpo como la emocionalidad se entiendan no como algo dado sino como una construcción social, e incluso performativa. Esto nos llevará a lo que Michelle Zimbalist Rosaldo[9] argumentó en relación a la contextualización de las emociones en lugares y momentos (…)”.[10]

Se tiene “entonces un horizonte construido desde el feminismo en el cual la racionalidad, la emocionalidad y la corporalidad se hallan imbricadas y son concebidas como construcciones sociales, que nos permiten conocer y entender diversas realidades, y a partir de ahí generar conocimiento”.[11]

Amor romántico

Las aportaciones del feminismo permiten dotarnos de teoría y, sin lugar a dudas, de elementos para cuestionar en la actualidad el “amor romántico”, ya que a las mujeres no se nos permite expresar las emociones libres, conscientes y autónomas, sino en un contexto específico, encajonadas y vigiladas, como “encerradas en un cautiverio”. Marcela Lagarde[12] otorga esta categoría de análisis antropológico al señalar que “las mujeres están cautivas porque han sido privadas de autonomía vital, de independencia para vivir, del gobierno sobre sí mismas, de la posibilidad de escoger y de la capacidad de decidir sobre los hechos fundamentales de sus vidas y del mundo”[13]

Desde que somos niñas, nos inculcan una serie de creencias, valores y actitudes y sólo si cumplimos con estos mandatos de género seremos “digna de amor”. El patriarcado nos impone una forma de amar a los otros  basado en control, dominio, ejercicio de la violencia y relaciones desiguales, es decir, “nuestra forma de construir el amor romántico tiene que ver con la forma en la que nos organizamos social, económica y políticamente. Lo romántico es político”.[14]

Por ello el sufrir por amor es permitido, alentado y justificado, es el estado ideal de las mujeres; Kate Millet, escritora, profesora y activista feminista nos dice: “El amor ha sido el opio de las mujeres, como la religión el de las masas: mientras nosotras amábamos, los hombres gobernaban (…)”, con esta frase pone un foco de atención para visibilizar y reflexionar sobre la forma en que las mujeres amamos.

El amor romántico promueve el amor hacia el otro “encontré mi media naranja” y revela la entrega total sin reservas y la absoluta pertenencia al otro (a), el perdón “por amor todo se perdona”, la fidelidad (sólo de las mujeres), y la idea de que será eterno “y vivieron felices para toda la vida”. Sin embargo, qué lejos está esto de la realidad. Cuando las mujeres nos preguntan sobre nuestra situación amatoria, es de queja, desilusión, miedo, ansiedad y un cúmulo de enfermedades. Que no es otra cosa que “los síntomas y sensaciones asociadas con el malestar emocional: tristeza, sentimiento de vacío, dolores musculares, de cabeza, insomnio, fatiga, preocupación, nervios e irritabilidad… es una respuesta a distintas situaciones de la vida y del contexto social”[15] y de nuestro estado romántico actual o pasado.

Las mujeres contemporáneas tenemos la posibilidad de cambiar este estado y dejar de…. ¡¡¡¡sufrir por amor, para gozar del amor¡¡¡¡…. sí, hay una luz en el  camino.

  • Lo primero, amarse a sí misma. No al otro, no a la otra, sino colocarse en primer plano, priorizarse, ser el centro de nuestras vidas.
  • No naturalizar la violencia. Sufrir maltratos tanto físicos como emocionales no es normal, “te cela porque te ama” es una carga machista, individualista, egoísta y altamente violenta, justifica y perpetua el sufrir y ser asesinadas por amor por permanecer en relaciones conflictivas.
  • El gozo; sí, gozar nuestro cuerpo, nuestro erotismo femenino. El amor es libertad y respeto que parte de nosotras mismas y si los otros u otras no la ofrecen, entonces levántate y sigue adelante.

[1]  Bourdin, Luis Gabriel. (2016). Antropología de las emociones: conceptos y tendencias. Cuicuilco, 23 (67).

[2] Rosaldo, Michelle. Toward an Anthropology of Self and Feeling. Culture Theory. Essays on Mind, Self, and Emotion, Richard Schweder y Robert Le Vine (comps). Cambridge University Press. Cambridge: 137-157.

[3] Marcel Mauss, antropólogo y sociólogo considerado como uno de los “padres de la etnología francesa”.

[4] Bourdin, p.3.

[5] Ramírez Goicoecheauned, Eugenia. (2001) Antropología «compleja» de las emociones humanas. Notas y discusiones isegoría, 25, pp. 177-200.

[6] Catherine Lutz, antropóloga estadounidense. Es catedrática de antropología en la Universidad de Brown y conocida por su libro Unnatural Emotions (1988), en el cual relata los estudios que llevó a cabo en el atolón de Ifaluk, en el Pacífico Norte, y las emociones y sentimientos expresados por sus habitantes, distintos a los que se experimentan en el mundo occidental y entre los cuales se encuentran las emociones song y fago.

[7] Cornejo, Hernández Amaranta. (2016) Una relectura feminista de algunas propuestas teóricas del estudio social de las emociones. Interdisciplinar, 4 (8), pp. 89-103.

[8] Antropóloga histórica y cultural estadounidense-alemana y profesora en la Universidad de Tübingen. Su concepto clave es “prácticas emocionales”.

[9] Michelle Zimbalist Rosaldo, antropóloga social, lingüística y psicológica famosa por sus estudios sobre el pueblo Ilongot en Filipinas y por su papel pionero en los estudios de mujeres y la antropología de género.

[10] Cornejo. Ibidem.

[11] Ibídem, p.93

[12]  Marcela Lagarde y de los Ríos, antropóloga e investigadora, especializada en etnología, representante del feminismo latinoamericano.

[13] Lagarde, Marcela. (2005). Los cautiverios de las mujeres. Madreesposa, monjas, putas, presas, locas. CEIIH-UNAM. pp.36-37.

[14] Herrera, Coral. (14 de enero de 2018). Coral Herrera: «Se ha disfrazado de amor lo que es control y dominación».  Público. https://www.publico.es/sociedad/amor-romantico-coral-herrera-disfrazado-amor-control-dominacion.html.

[15] Lagarde. Ibidem.