Por Cesco Ram

El hombre y la mujer
perecidos.
Íngrimas tierras
sin fauna, sin agua, sin verde.

Puños vivaces de un sol
golpeando muertas montañas,
muertos suelos,
muerto horizonte,
muerto todo.

Los serafines lloran,
desgracia desconsolada
en deseo de salvarme la raíz.
Luna vestida de luto
velando tumbas.

Pobres difuntas hermanas
enterradas en tierra ponzoñosa.
Vivo sola, asida al silencio absoluto
de este cuerpo celeste,
nube de hediondez.

Al morir mi alma ascenderá
por los grises cielos
que descansan en paz.
Llevaré conmigo
la única prueba
de lo que se decía vida.

Lo que fue y pudo ser,
pero no pasó.