Por Fran Nore

Al «padrecito»

Hoy se ha ahorcado el sepulturero del pueblo, le decían «el padrecito», dos años laborando en el cementerio municipal, igualmente dos años de campanero y de custodio de la iglesia parroquial, seis años antes en la cárcel purgando una confusa condena por un crimen atroz contra una mujer, hecho que se disputó en la Corte alegándose su inocencia, por lo cual le rebajaron la sentencia. Luego se nos vino encima la pandemia y él sobrevivió a las sorpresivas y repentinas muertes que han conllevado los años 2020 y 2021 por el COVID-19. Mejor dicho, un hombre con alma de hierro y cuero de gallinazo. Pero ahora con su muerte la comunidad está en una encrucijada: el pueblo está sin sepulturero y sin campanero para la iglesia; ningún parroquiano quiere asumir la responsabilidad de aquel pesado cargo, muchos hombres temerosos tienen razones de sobra ante los acontecimientos. Mientras tanto, en toda la comunidad aumentan las defunciones por COVID-19. Tendremos habituales domingos sin campanazos, no se sabe por cuánto tiempo. Actualmente, una tras otra las personas siguen muriendo, irremediablemente.