Por Tristán, el poeta frustrado

Yace aquí en mi regazo
anda, no voy a hacerte daño.
Acompáñame,
toma mi mano
que expiaré todos tus pecados.

En mí no hallarás juicio
yo soy imparcial,
trato por igual a niños y viejos.

Sé que has sufrido,
lo he visto, cerca de ti me he encontrado
a pesar de que no lo hayas notado.
He sido yo la causa de tus lágrimas,
quien se llevó a las personas que amabas.

Pero no huyas de mí, si no es hoy te llevaré mañana,
acompáñame en mi andar, sé que estás cansado de tanto cargar.
Llevas en tu lomo tantas penas y desgracias,
vamos, suéltalos, déjalos en el olvido.

Ven conmigo, nadie notará que te has ido,
todo seguirá igual, nadie te extrañará.
Yo soy la única a quien le has de preocupar,
créeme, hablo con la verdad.

Cientos de viajeros han venido a parar conmigo
algunos desean mi compañía;
¿y tú, te niegas a que yo exista?
Lloriqueas como un niño ante mí,
¿crees que con tus lágrimas me voy alejar?
¿Acaso crees que te tendré piedad?

Soy parte del camino.
Soy la muerte.
Soy el final.
Soy tu destino.